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Es casi imposible que un lector avezado no tenga conciencia, antes o después, de que la obra de Álvaro Pombo es desbordante. Si ya lo es en lo publicado y conocido, cuánto más si añadimos, como hemos tenido ocasión estos meses con destino a esta exposición, el torrente informativo que proporcionan su archivo particular y la cantidad de referencias hemerográficas que existen sobre él. Las posibilidades expositivas también, en cierta medida, se desbordan, hasta el punto de correr el riesgo de perderse en laberínticas opciones temáticas y en una multitud de materiales que quizá distraerían de lo esencial. Compilar y completar toda aquella documentación con la que hemos tenido el privilegio de trabajar, parte de la cual no ha podido ser expuesta, prueba ese caudal inmenso.
Cuando hemos tenido que hablar en alguna ocasión Álvaro y yo de ciertos proyectos biográficos, en esta nuestra particular incesante conversación que nos une desde hace más de veinte años, hemos considerado casi siempre dos opciones, la cronológica y la temática, valorando ambas con sus virtudes y defectos. Un planteamiento temático obliga a un cuidado análisis sobre claves comunes en el conjunto de toda una obra. No hubiera sido, por supuesto, un mal enfoque. Pero en el caso de Álvaro concurren varios aspectos que nos han hecho más proclives a la fórmula cronológica.
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Primero, la división de su biografía no sólo en las convencionales etapas de infancia, juventud y madurez, sino su vinculación a lugares específicos que han determinado su memoria, su obra y su visión del mundo: Santander, La Dehesilla, Valladolid, Londres, Madrid. La geografía adquiere aquí un componente creativo de dimensiones inabordables: «Todo paisaje es siempre imaginario. Toda memoria es siempre abstracta. Toda patria invisible. Toda aventura y toda infancia hablada, fabulada».
Segundo, la persistencia de una evolución en su obra vinculada a esas etapas, teniendo en cuenta circunstancias verdaderamente reseñables: la vocación literaria, la formación filosófica, la tardanza en publicar, la amplitud de sus referentes, la tendencia sedentaria o su excentricidad con respecto al mundo literario de sus contemporáneos españoles.
Tercero, las peculiaridades de una obra monumental que se van descubriendo en la exposición y que encuentran justa divisa en el título que él mismo sugirió, 'Una narrativa de la fragilidad'. La vida es fragilidad; así lo comprobamos en su poesía y en sus novelas y así lo ha destacado con plena coherencia en su discurso del Premio Cervantes, al hilo de 'El licenciado Vidriera'. Justo es decir que el desarrollo literario de la «falta de sustancia», característico de sus primeros libros, antecede a los conceptos de «levedad del ser» de Milan Kundera y de «vida líquida» de Zygmunt Bauman. Pero, además, subrayamos la relevancia de su exploración de la conciencia de los personajes, la asunción de la realidad entre el pesimismo y la exaltación, la invención a través de una fértil memoria, la vivencia natural de la homosexualidad (no exenta, en su caso particular, de un complejo proceso interior de aceptación), la firme voluntad de verdad y el tratamiento de temas poco transitados en las últimas décadas, como, entre otros, Dios y la bondad.
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Sobre estas ideas, la exposición se divide en cinco ámbitos que recorren la vida y la obra de Álvaro Pombo. Esperemos que sorprendan las dieciséis imágenes de fotomatón que muestran el cambio físico del escritor, y la excelente fotografía de su rostro, en primer plano, de José Aymá. Sí destaco la voluntad de este humilde comisario y de José Raúl Fernández del Castillo y Natalia Garcés, con su espléndido equipo de la Universidad de Alcalá, por organizar una muestra variada y atractiva que acerca la variedad y el atractivo de Pombo.
En este sentido, hay que subrayar la abundancia de materiales hasta ahora inéditos que son todo un descubrimiento. A la espléndida colección fotográfica se unen objetos, documentos, cartas, audiovisuales, libros clave de otros autores y textos mecanografiados y manuscritos. No quisiera dejar de destacar, por su trascendencia no siempre apreciada, la cantidad de obras traducidas de Pombo a otros idiomas, que da idea de su talla internacional.
¿Ha participado Álvaro directamente en la gestión de la exposición? No he querido, en realidad, agobiarle con algo a lo que ni mucho menos está acostumbrado: imagínense a un escritor más que veterano, que tanto ha trabajado, que de repente ha de enfrentarse a un pasado que ha de reconstruir y seleccionar formalmente, pensando además en quien ha de contemplarlo en su particular paseo por la sala del museo Luis González Robles de Alcalá de Henares. Pero debo declarar que ha tomado el asunto con mucha ilusión. Y que no solamente dio título a la exposición, sino que pidió expresamente que no dejáramos de buscar hueco para sus numerosos libros: nada de reproducción de portadas, el ejemplar físico. Quiero agradecerle a él y a Iñaki Laguna Aparicio su ayuda en la selección de algunos materiales. El señor Pombo no sabía mucho más de cómo es la exposición, de cómo está organizada, de cómo están dispuestas las fotografías y documentos y eso —creo, espero— es otra variación en su espléndida obra, por fin galardonada con el Premio Cervantes.
La exposición 'Una narrativa de la fragilidad. Álvaro Pombo. Homenaje al Premio Cervantes', se inauguró ayer en Alcalá de Henares. Organizada por el Ministerio de Cultura, Dirección General del Libro, del Cómic y de la Lectura y la Universidad de Alcalá, se podrá visitar hasta el 20 de junio en la sala que el Museo Luis González Robles de esa institución académica tiene en su Rectorado. Comisariada por Mario Crespo, escritor y profesor, académico correspondiente por Cantabria de la Real Academia Española, se postula como un homenaje al narrador santanderino, último galardonado con el Premio Cervantes a través de materiales inéditos que «condensan su universo personal y creativo». En el texto adjunto Crespo describe las señas de identidad de la muestra. Ya se ha puesto en marcha el proceso para que pueda exhibirse en Santander este verano.
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