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De izquierda a derecha, José Luis García, José Luis Pérez, Silvia Vallejo y Sergio Fernández, profesionales de la Aemet en Cantabria, en la sede de Cueto. JRC

La Aemet entre bambalinas

Treinta profesionales trabajan a diario en la delegación regional de la Agencia para elaborar la predicción meteorológica

José Carlos Rojo

Santander

Lunes, 21 de julio 2025, 07:08

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Temperaturas, datos de lluvia, velocidad del viento, insolación, temporales de mar o de tormentas... Detrás de la completa web de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) de la que todo el mundo se sirve para saber el tiempo que va a hacer, hay un grupo de treinta profesionales que vigilan que la tecnología haga bien su trabajo, pues cada vez todo está más automatizado. Hay en Cantabria 77 estaciones meteorológicas estratégicamente repartidas por todo el territorio para garantizar la monitorización del tiempo en toda la región. Porque en una tierra como esta, nada tiene que ver lo que sucede en Reinosa con lo que pasa en Picos de Europa, en Santander o en Polientes.

Cada una tiene unas características. La mayoría mide la temperatura máxima, la mínima, los datos pluviométricos pero también las hay que registran la velocidad del viento, etc. «Nuestro trabajo consiste en vigilar que todas esas estaciones funcionen a la perfección», explica Silvia Vallejo, que se sienta en su puesto de la sede de la Aemet en Cueto (Santander) y despliega una pantalla en la que se mezcla una amalgama de gráficas y de datos. «Aquí podemos ver las cifras de esta estación concreta», explica mientras despliega los registros del aeropuerto de Santander. «Lo principal es que se vuelquen todos correctamente. Si vemos algo anómalo, entendemos que ha sucedido algo y nos ponemos manos a la obra para saber qué ha pasado», concreta. Son, por así decirlo, los vigilantes de la tecnología.

De alguna manera, las personas van a estar siempre supervisando a la máquina. Reflexiona sobre ello el delegado territorial de la Aemet en Cantabria, Sergio Fernández, porque ahora más que nunca, cuando desde la sede central de Madrid se está estudiando la posibilidad de implantar la inteligencia artificial (IA) para mejorar las predicciones, este debate está más candente que nunca. «Se está analizando la manera en que podría ayudarnos a afinar mucho más las predicciones, pero es complicado», explica Fernández. «Lo que hace la IAes contrastar los datos históricos de la Aemet y elaborar modelos con probabilidades de que se vuelvan a repetir eventos pasados;pero no siempre va a funcionar», detalla. La IA no va a poder prever fenómenos extremos como los que estamos viendo últimamente como consecuencia del aumento de la energía en el sistema por el cambio climático. «Una dana como la de Valencia será invisible para esta inteligencia de la máquina porque no tendrá referentes para predecirla», ejemplifica.

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Termihigrógrafo

Mide tanto temperatura como humedad, y lo registra en una banda que hay que cambiar una vez a la semana. Como curiosidad, el sensor que lo mide está fabricado con cabellos humanos.

Termómetros

Luego hay dos termómetros, uno para medir la temperatura máxima y otro para la mínima. El observador apunta cada mañana las de la jornada anterior y los deja preparados para registrar la máxima y mínima del día.

Evaporímetro Piché

Mide la evaporación potencial de la atmosféra.

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Averías

Los problemas con las estaciones meteorológicas son de lo más rocambolescos. A veces, de pronto, dejan de registrar datos, y la labor de estos profesionales es ir al sitio para comprobar qué ocurre. «Nos ha pasado de todo», cuenta José Luis Pérez, otro de los expertos de la Aemet en la región. En una sala muestra dos grandes mapas que ocupan buena parte de la pared. Uno es de Cantabria y otro de Asturias. En cada uno hay un despliegue de chinchetas con indicativos de diferentes colores que sirven para fijar dónde hay estaciones meteorológicas y las características de cada una. No todas registran lo mismo;unas cuentan con una persona que las mantiene y otras son totalmente automáticas. «Lo más complicado es cuando nos toca subir a Picos de Europa, por ejemplo», exponen entre risas.

Han visto de todo. Como telas de araña que inutilizan los pluviómetros –«no te imaginas la fuerza que pueden hacer con esas estructuras»–. También pájaros que hacen sus necesidades en los anemómetros, que quedan incapacitados para realizar mediciones. Las tormentas afectan a la electrónica y pueden inutilizar los aparatos;y el hielo puede dar al traste también con la tecnología. «Al final, si no hay un voluntario que nos ayude con el mantenimiento, te ves obligado a viajar al sitio y a solucionar el problema. «Ycomo aquí llevamos Cantabria y Asturias, pues nos toca estar en carretera cada dos por tres», explican.

El Seve Ballesteros

Luego hay una labor más invisible que se realiza en el aeropuerto. Hay allí decenas de sensores que miden en tiempo real las condiciones de viento y temperatura para que los pilotos puedan saber a qué atenerse con los despegues y los aterrizajes. Pero la instalación más compleja en cuanto a puntos y modalidades de medición es la que se encuentra en la propia sede de la Aemet en Cueto. Tienen allí un sensor de insolación y de radiación ultravioleta y hasta un celiómetro, un láser que se proyecta hacia el cielo y mide la altura y densidad de la nubosidad. «Y lo más destacado también puede ser el globo aerostático que lanzamos todos los días, que alcanza 15 kilómetros de altura y mide multitud de parámetros que nos sirven para alimentar los modelos predictivos», detalla José Luis García, que todos los días se ocupa de alimentar de helio la sonda porque todos ellos, los profesionales, son los que cada jornada engrasan y ponen a andar toda la maquinaria de la Aemet.

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