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Retrato del cronista de Aragón del siglo XVI Gerónimo (o Jerónimo) Zurita. DM
Episodios regionales

La verdad desaventajada

Durante el reinado de Felipe II, dos obras que argumentaban la correspondencia entre la Montaña y la antigua Cantabria quedaron en manuscritos que tardarían siglos en pasar por la imprenta

Viernes, 4 de julio 2025, 07:22

El cronista oficial de Aragón, el zaragozano Gerónimo Zurita, escribió en 1578, sobre el ecuador del reinado de Felipe II, un breve estudio titulado 'Cantabria. Descripción de sus verdaderos límites'. La importancia intelectual de dicha disertación (concebida para los preliminares de su gran historia aragonesa) es que probaba lo que el Renacimiento, con la imprenta y la filología, estaba ya en condiciones de establecer: que, descontada la peregrinación lingüística del nombre 'Cantabria' desde la invasión islámica de 711, dicho corónimo correspondía al espacio señalado por los autores griegos y romanos, y que en ese momento era una combinación de 'Montañas de Burgos' y 'Asturias de Santillana'. Y esto, frente a pretensiones riojanas, navarras y sobre todo vascongadas de reclamar para sí la indómita descendencia y así reivindicar derechos históricos.

Resucitado el legado clásico, era cuestión de tiempo que el examen de las obras grecorromanas restituyese el nombre 'Cantabria' a su antigua esfera. Sin embargo, esta importancia intelectual no se convirtió en influencia cultural y social inmediata: el manuscrito de Zurita no conoció la imprenta hasta un siglo después, cuando, reinando ya Carlos II, otro cronista de Aragón, Diego Dormer, lo incluyó en el volumen 'Discursos varios de historia', que imprimirán sus herederos en 1683. Un poco antes había publicado Francisco de Sota su 'Chrónica de los príncipes de Asturias y Cantabria' (1681) y un poco después lo haría Pedro de Cossío y Celis con su 'Historia en grandeza y dedicatoria' (1688): dos obras de defensa, con argumentos muchas veces fantasiosos, de la correspondencia entre la Cantabria veterana y el mencionado conjunto asturiano-montañés.

Peor suerte corrió el manuscrito de Juan de Castañeda 'Memorial de algunas antigüedades de la Villa de Santander', redactado en 1592 y que no fue impreso hasta que José Luis Casado Soto lo incluyó en 1980 en un volumen de la Institución de Cultural de Cantabria sobre los viajeros de los siglos XVI y XVII. La razón de integrarlo en el libro: Castañeda fue un clérigo que vivía en Burgos y relató lo que había visto y consultado en su viaje de 1591 por la Montaña. Este manuscrito sí fue conocido por algún estudioso e incluso se hizo alguna copia, también a mano. Pero en la Galaxia Gutenberg lo que no pasaba por el impresor era de circulación mínima.

También Castañeda propugnaba la atribución del viejo espacio de 'Cantabria' al territorio montañés, y su relato muestra que ya entonces existía un notable impulso para separar esas comarcas del arzobispado de Burgos, erigir la colegial de los Cuerpos Santos en catedral y a Santander en cabeza de una diócesis. En todo ello se tardarán casi dos siglos.

La 'descripción' del cronista aragonés Zurita y el 'memorial de Castañeda resultaron poco efectivos ante la marea de libros que abogaban por la genealogía cántabra de los vascongados

Zurita argumenta, a partir de los autores antiguos, que la tierra de los cántabros no tenía que ver ni con Vizcaya, Álava o Guipúzcoa, ni con Navarra o Rioja, a pesar de la gran crónica medieval del arzobispo Jiménez de Rada y de las más recientes de Antonio de Nebrija y Florián de Ocampo. Sin embargo, en la imprenta triunfarán hasta finales del XVIII los adalides del vasco-cantabrismo. Así pues, no bastaba con una mejor aproximación técnica a la verdad, sino que había que situarla además en ventaja cultural, y esto solamente sucederá a partir del agustino Enrique Flórez en 1768. Entre los junteros de Puente San Miguel que votan se forme una 'Provincia de Cantabria' y el manuscrito del cronista aragonés habían transcurrido doscientos años (1578-1778).

Creo que legítimamente puede pertenecer a una serie de 'episodios regionales' esta permanencia en estado latente de investigaciones que hubieran demostrado ya desde el siglo XVI una mejor delimitación de la antigua Cantabria y, por tanto, permitido un mayor uso de la épica clásica en la auto-identificación de los montañeses dentro del reino castellano y de lo que ya emergía como España. El memorial de Castañeda fue salvado de la desaparición por el celo bibliográfico de un jurista de Las Presillas, notorio en la administración dieciochesca, académico honorario de la lengua y la historia, que mantuvo amistad con Flórez: Fernando José de Velasco y Ceballos (escribía en una carta de 1748: «la antigua Cantabria, mi patria, o las Montañas de Burgos, que es lo mismo», refiere Luis Bartolomé Marcos en un estudio sobre el personaje).

En Zurita encontramos la sabiduría nostálgica sobre cómo el paso del tiempo trastoca todo. Así, razona (dejamos la ortografía de entonces): «Puede tanto la mudança de los tiempos, que no solo consume las ciudades, y pueblos, y gentes, pero como dizen, las memorias que quedan en las piedras, y los mismos nombres. Por este camino el nombre de esta Región de Cantabria se fue mucho más estendiendo en la opinión de los extrangeros, que tenían mucha noticia de las cosas antiguas, que passaron en la guerra Cantábrica en el tiempo de Augusto, de lo que se encerrava en sus límites, y no se pararon a adelgazar mucho, o no sabían el verdadero sitio, y asiento de aquella Región, que ha sido la que menos mudança ha hecho, que otra ninguna, como de Nación tan señalada».

Espacios geográficos

En época de Zurita, términos como 'región' o 'nación' carecían del sentido político y administrativo estricto que mucho más tarde adquirieron, y aluden genéricamente a los espacios geográficos y a sus gentes. El cronista apunta a una paradoja: siendo Cantabria el territorio que menos ha mudado en asiento, no lo ha parecido así por una inflación del nombre y su aprovechamiento durante el milenio medieval en otros lugares entre el golfo de Vizcaya y el curso alto del Ebro. El nombre y la tierra vivieron historias bien distintas. Si lo que fue llamado 'Cantabria' en los siete primeros siglos de nuestra era había acabado resultando bastante más extenso que la comunidad autónoma actual, tal disociación histórica de región y denominación aún persiste. Acaso el precio por salvar un nombre que no desapareció como otros (autrigones, várdulos, caristios, vacceos) fue su aventura por el mapa a la espera no tanto de un Zurita, como de una imprenta por medio de la cual dejase la verdad de estar desaventajada.

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