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La luminosa historia del Rayo Verde
Cientos de personas pasan por Gerra para ver el atardecer
Cuentan que, hace años, a un pequeño y tranquilo chiringuito, La Gerruca, acudía casi todas las tardes un cliente anónimo para leer. Pasaba páginas mientras ... esperaba la llegada de la puesta del sol. El misterioso cliente le sugirió a los dueños del local llamarlo 'El Rayo Verde' y les auguró un gran éxito si lo hacían. Al día siguiente lo rebautizaron y la premonición se ha cumplido hasta límites insospechados. A partir de ese momento, atraídos por la belleza inigualable que ofrece un entorno privilegiado para contemplar el ocaso solar –pero también por el fenómeno de conocer el misterioso destello verde, que popularizó el escritor Julio Verne con su novela del mismo título–, el número de personas que acuden para disfrutar de los atardeceres no ha dejado de crecer año tras año, día tras día.
Disfrutar de las puestas de sol en los parajes más espectaculares del mundo es un rito que muchas personas persiguen a lo largo de los rincones más recónditos del planeta. Sin necesidad de ir muy lejos, los paisajes de Cantabria, con su mar y sus montañas, ofrecen a lo largo de toda la región muchos puntos singulares. Hay muchos –y muy buenos–, pero este tiene ese halo de mística y combina todos los elementos para hacer de la experiencia algo mágico. Y se ha hecho muy popular.
Por todo eso, el pequeño pueblo de Gerra, situado en un alto de la costa, en pleno corazón del Parque Natural de Oyambre, se ha convertido en los últimos años en un punto de atracción a lo largo de todo el año para ver ponerse el sol. Muy especialmente durante el verano, claro.
El rayo verde en la puesta del sol no es un mito, es un fenémeno que se produce en condiciones especiales
Desde ese mirador único se puede contemplar el ocaso sobre el horizonte del mar, compartiendo postal con los acantilados de la costa occidental de Cantabria y oriental de Asturias, unido a la omnipresente estampa de los espectaculares Picos de Europa con la siempre destacada silueta del mítico Picu Urriello en la lejanía. Y más, las cercanas figuras de los principales monumentos de San Vicente de la Barquera y, en primer término, la inmensa playa de Merón y los verdes pastizales que alimentan a unas vacas ajenas a la expectación que todo ese conjunto despierta entre la multitud.
A toda esa espectacularidad se suman las propuestas que ofrecen dos establecimientos hosteleros en la zona, El Rayo Verde y La Terrazuca de Gerra. Muchas tardes, allí se congregan cientos de personas para contemplar los últimos destellos del sol antes de ocultarse en el infinito.
Es un plan que ya ha ocupado muchas agendas. Sobre todo, tras disfrutar durante el día de un chapuzón con la piel tostada en los extensos arenales de Oyambre o Merón. O de una jornada de actividades acuáticas. Después del ajetreo, de pasarlo bien, una relajante puesta de sol.
A Gerra, que hasta hace apenas una década era un tranquilo pueblo de ganaderos, van llegando centenares de coches a medida que avanza la tarde buscando acomodo en las diferentes fincas que se han ido adaptando como aparcamientos. Hay gente de todo tipo, pero, mayoritariamente, son jóvenes. Le ponen a la estampa el aderezo de la música, de los cócteles de moda o de una ronda de cervezas. En ocasiones, organizan conciertos en vivo. De nivel, como el protagonizado el pasado año, sin previo aviso, por Los Secretos. Un puntazo.
Todo ello, bajo la coordinación de la barcelonesa Paula Filella, que ha visto y ha sido partícipe de la transformación que ha vivido este espacio, que se ha convertido en unos de los lugares más concurridos de Cantabria en estos meses de verano –con los problemas, también, que siempre genera algo así y que obliga al Ayuntamiento a tomar algunas medidas–.
La animación crece a medida que avanza el día hasta que llega el instante esperado en el que sol se alinea con el horizonte, momento en el que suena 'Folow the sun' (Seguir al sol) el tema de Xavier Rudd con el que desde hace años se acompaña religiosamente la puesta de sol, momento que se vive con especial emoción. Casi siempre se cierra con un aplauso de todos los presentes y algún anuncio de los que han estado ese día. «Yo lo he visto, he visto el rayo verde».
Sí que existe
Muchos consideran que la visión de ese reflejo es sólo un mito, pero está demostrado que se trata de un fenómeno atmosférico que puede observase en brevísimos momentos y siempre bajo ciertas condiciones atmosféricas al ponerse el sol sobre el mar en días muy despejados.
Pero, todo hay que decirlo, para ello hay que tener mucha suerte o ser muy perseverante en el intento, como Nico Cubells, un joven madrileño que pasa muchas temporadas en Cantabria y que es un habitual del rayo verde. Acude junto a su mujer y varios amigos. «Mucha gente dice que el rayo verde no existe, pero yo lo he visto dos veces. Es un reflejo que dura microsegundos y que se convierte en un momento muy especial», asegura.
«Yo a todo el mundo le recomiendo que acuda a este lugar inigualable. Este sitio, al margen de ver o no el rayo verde, merece mucho la pena. Es espectacular, todo el mundo sale encantado por las vistas y el ambiente que se vive».
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