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ANA COBO| Álvaro Machín
Santoña
Jueves, 1 de enero 1970
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El recuerdo del piloto y militar santoñés, Manuel Zarauza Clavero, será eterno en el pueblo en que nació. El Ayuntamiento, a petición de los familiares del aviador, va acolocar una placa en homenaje a su figura al final del Paseo Pereda, en el Pasaje. De esta manera, vecinos y visitantes podrán tener constancia de que un santoñés fue uno de los mejores pilotos de este país, que luchó en la Guerra Civil en defensa de la Segunda República española y llegó a ser coronel del ejército ruso contra los nazis en la segunda Guerra Mundial. Esta misma semana, operarios municipales han colocado el monolito de piedra y en los próximos días se pegará al mismo una placa.
La historia de este as de la aviación, nacido el 3 de noviembre de 1917, fue narrada por el Diario Montañés hace justo ahora dos años con los datos aportados por la sobrina de Zarauza, Carmen Ojanguren, que había indagado en la trayectoria de su tío al que se le rindió en noviembre de 2016 un homenaje en Bakú (Azerbaiyán), donde se encuentra su tumba. Allí, en un monumento a su honor, reza: 'Eterna gloria a los héroes caídos en la lucha por la libertad e independencia de nuestra patria. Aviador de la España Republicana'. Murió temprano. A los 25 años.
Hijo de militar del bando opuesto, el nacional, desde crío fue un apasionado de la mecánica y los aviones. Siendo aún un adolescente le mandaron a una escuela a Madrid. Allí empezó su particular despegue. Después ingresó en la Escuela de Pilotos de Santiago de la Ribera (Murcia) donde se instruyó como piloto de caza, ascendiendo después a sargento y pasando a pilotar uno de los biplanos I-15 'Chato' en la Escuadrilla 'Lacalle'... En su ficha del Ministerio de Defensa se deja debida cuenta de su destreza en la Guerra Civil al definirle como un «piloto de gran habilidad y de un escalofriante valor, abatió en combate diez aviones nacionales, siendo el aviador gubernamental que más victorias obtuviera».
El 24 de mayo de 1937, en plena contienda, fue enviado a la Zona Norte (frente cántabro), y cuando tripulaba uno de los Chatos, según recogen las crónicas de la época, «un fallo del motor producido poco después de despegar, le obligó a regresar al aeródromo de partida». Pasó entonces a la Escuela de Alta Velocidad de El Carmolí y comenzó su relación con el 'Mosca' (otro caza emblemático de la Guerra Civil). Los siguientes capítulos de su biografía incluyen algunas de las operaciones más conocidas de la guerra y un recorrido siempre hacia lo alto en el escalafón. «Uno de los tres únicos españoles que en la zona gubernamental llegaría a mandar un grupo de caza», recoge Defensa.
«Cuando el frente de Cataluña se hundía irremediablemente, Zarauza decidió refugiarse en Francia con su avión para impedir que ambos cayeran en manos del enemigo, donde fue internado en el campo de Argelés-Sur-Mer». Junto a otros españoles fue trasladado a Jarkov y empleado en una fábrica. Hasta que estalló la segunda Guerra Mundial. Como otros pilotos republicanos acogidos se alistó en el Ejército rojo, pasó por Stalingrado, por Moscú...
Llegó pronto a coronel y fue asignado para enseñar a los jóvenes pilotos soviéticos, que no contaban con la experiencia en el combate que él ya había acumulado. Se habla de unas treinta victorias aéreas y de un reconocimiento unánime en la época. Por eso la noticia de su muerte impactó tanto. Por la pérdida y porque cayó tras un accidente en un simulacro de combate sobre Bakú.
«Su muerte recorrió todas las colonias españolas en la URSS y supuso un duro golpe para la comunidad de pilotos republicanos. Máxime porque había caído en su labor de instructor y no en batalla».
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