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La puesta en marcha del nuevo modelo de transporte urbano, el polémico MetroTUS, y la construcción de los espigones para la estabilización de las playas de La Magdalena y Los Peligros han abierto un profundo boquete en las balsámicas relaciones que hasta la toma de esas decisiones mantenían vecinos y gobernantes de una ciudad de perfil sosegado, sin apenas historial reivindicativo y poco dada a la revuelta popular. Un enorme agujero que ha succionado la paciencia de los santanderinos, hoy en pie de guerra para reclamar a voz en grito la marcha atrás de ambos proyectos.
A diferencia de otras recientes –por la prisión permanente revisable, por los derechos de las mujeres o por unas jubilaciones decentes–, las manifestaciones ciudadanas contra el transporte y las escolleras no caminan de la mano de los políticos o a la sombra de los sindicatos sino que avanzan al margen de ellos, empujadas por los propios vecinos, que, si acaso, han delegado la organización de sus actos de protesta en los más experimentados.
Esteban Rebolledo (metalúrgico) Empleado en una empresa de siderurgia, de 61 años de edad, casado y padre de un varón, fue el último alcalde pedáneo que tuvo Peñacastillo. «Creo que la Asociación de Vecinos de Peñacastillo no ha sabido encarar el asunto del MetroTUS con la suficiente solvencia». Por eso, a la llamada de un grupo de vecinas del lugar, decidió ponerse al frente de la lucha contra el proyecto.
Santiago Sierra (delineante) Casado y padre de dos chicas, la menor en edad universitaria, tiene 53 años de edad y es presidente de la Asociación de Vecinos de Cueto. «La percepción ya adulta que mi mujer y mis hijas tienen de la vida no sólo les hace comprender cual es el papel que he asumido sino que, incluso, les hace involucrarse en este tipo de proyectos a cada una en su medida».
Aurelio González-Riancho (Otorrino) Casado y con hijos a los que ha inculcado su amor por el patrimonio, tiene 65 años de edad y es uno de los socios fundadores del Grupo Alceda. «Lucho por la defensa de los bienes regionales frente a quienes, teniendo que protegerlos de la especulación, de la desidia y del olvido, no lo están haciendo, permitiendo con su actitud el deterioro de nuestra riqueza patrimonial».
Domingo de la Lastra (arquitecto) Soltero, sin hijos y comprometido con el patrimonio cultural, tiene 53 años de edad y es igualmente socio fundador del Grupo Alceda. «Me llama bastante la atención que haya personas que no sientan ningún apego por los bienes comunes o no sientan indignación ante una transformación tan tajante y despiadada de un lugar tan singular como es La Magdalena».
¿Quiénes son? «Ciudadanos normales y corrientes con un alto grado de compromiso con los problemas de Santander que, a veces, tenemos que defendernos de las personas que nos gobiernan».
Santiago Sierra y Esteban Rebolledo lo hacen desde sus trincheras en Cueto, uno, y Peñacastillo, otro. La puesta en servicio del MetroTUS ha levantado en armas a sus convecinos y ellos, a petición popular, han decidido asumir el alto mando de dos de los ejércitos de santanderinos –hay más, uno en cada barrio– que hoy pelean a campo abierto por la paralización de un proyecto que no les satisface.
Casado y padre de dos chicas, la menor ya en edad universitaria, Sierra es un delineante de 55 años al que nadie en Cueto discute sus amplios conocimientos de un lugar que, en lo posible, quisiera dejar un poco mejor de cómo lo encontró. «Para mí es una filosofía de vida», asegura el hombre, que para aproximarse al objetivo tuvo que presentarse a las elecciones a la presidencia de la asociación de vecinos y ganarlas.
«Aquella decisión surgió a partir de la actuación de la senda costera, un proyecto del Ayuntamiento que a los vecinos de Cueto y Monte no nos gustó nada», recuerda Sierra. «Algunos trasladamos nuestra preocupación a la asociación y como pensamos que no estaba sabiendo entender bien cual era el problema decidimos formar un grupo crítico (la Asamblea en Defensa de la Senda de la Costa Norte de Santander) que acabó haciendo otros trabajos que correspondían a la asociación». A la vuelta de dos años y medio, «se celebró un proceso electoral» que colocó a Sierra en la presidencia del colectivo.
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personas participaron en la manifestación convocada por la Plataforma Transporte Santander el viernes día 16 de marzo contra el polémico MetroTUS. | personas asistieron a la concentración organizada por la asociación Arca y el Grupo Alceda el domingo día 18 de marzo contra los espigones de La Magdalena. |
Desde hace un año, más o menos, dedica buena parte de su tiempo libre a buscar fórmulas que mejoren la calidad de vida de sus convecinos, tarea que le ha granjeado amigos «entre aquellas personas a las que logras ayudar ante una dificultad» pero también, es lo peor, enemigos «entre esas otras que entienden que tomando determinadas decisiones vas en su contra».
Sierra, que se reconoce un enamorado de su pueblo y su ciudad, condición que no le deja claudicar en los momentos de adversidad, cuenta en ese anhelo colaborativo con todo el respaldo de su familia, el de su esposa y el de sus dos hijas, cuya percepción ya adulta de la vida «no sólo les hace comprender bien cual es el papel que he asumido sino que, incluso, les hace involucrarse a cada una en su medida».
Con ese apoyo incondicional y la ayuda de su grupo de colaboradores, Sierra ha conseguido sobrevivir a su primer año como líder vecinal, del que ha extraído una conclusión: «No debería ser así, pero, a veces, los vecinos tenemos que defendernos de las personas que nos gobiernan», algo que, personalmente, le llama mucho la atención.
Sentado a su lado en el intercambiador del MetroTUS del Sardinero, donde nunca hubiera querido estar, Esteban Rebolledo asiente con la cabeza y sonríe.
Empleado en una empresa siderúrgica, a punto de cumplir 62 años, casado y padre de un chico disgustado porque no entiende qué necesidad tiene el hombre de meterse en fregados a estas alturas de la vida, Rebolledo porta en su caso el pabellón de las tropas que combaten el nuevo modelo de transporte urbano desde Peñacastillo.
A diferencia de Sierra, que sostiene el de Cueto como presidente de la asociación de vecinos del barrio, él lo hace a petición de un grupo de mujeres que le contactaron apelando a su experiencia organizativa. Sabían que fue alcalde pedáneo. El último que hubo antes de que la administración local apagara la luz. Y que, por tanto, no podía ignorar los mecanismos de defensa posibles ante lo que consideraban una amenaza a su calidad de vida.
Rebolledo, que cree que la Asociación de Vecinos de Peñacastillo «no ha sabido asumir este asunto con la suficiente solvencia», contestó a aquella llamada desesperada, corrió a por las llaves de su armero y se echó a la calle seguido por un regimiento de ciudadanos cabreados reclutados a través de una de las numerosas plataformas vecinales construidas para echar abajo el proyecto del MetroTus.
Aunque por el número de afectados es de largo el de mayor superficie, no es éste el único campo de batalla donde están defendiendo sus intereses los vecinos de Santander, en conflicto con las autoridades que han consentido la construcción de los espigones para la estabilización de los arenales de La Magdalena y Los Peligros.
Un arquitecto, Domingo de la Lastra, y un otorrino, Aurelio González-Riancho, están arrastrando consigo a un grupo cada vez más numeroso de santanderinos a los que las escolleras les parece un atentado paisajístico en toda regla.
Los dos son socios fundadores del ‘Grupo Alceda’, surgido en una reunión de amigos convocada por González-Riancho, originario de allí, para celebrar la concesión de un premio relacionado precisamente con el patrimonio cultural.
El otorrino, que tiene 65 años, lleva más de cuatro décadas involucrado de lleno en la defensa de los bienes regionales frente a quienes «teniendo que protegerlos de la especulación, de la desidia y del olvido no lo están haciendo, permitiendo, con esa actitud pasiva, el deterioro de la riqueza patrimonial que guarda Cantabria».
Casado con una mujer que entiende perfectamente ese ímpetu, y padre de hijos a los que ha inculcado la sensibilidad al patrimonio, González-Riancho no es un líder, «sólo un simple ciudadano de a pie» convencido de que basta una razón («y la construcción de los espigones lo es», asegura) para que los ciudadanos se movilicen sin necesidad de que nadie les dirija.
«Sólo se ha creado un buen tejido de comunicación entre particulares», dice Domingo de la Lastra, que piensa que la defensa del patrimonio «es la consecuencia final de haber sido educado con unos determinados valores».
Al arquitecto, de 53 años de edad e integrante de Hispania Nostra –lo mismo que González-Riancho– le llama la atención por ello que haya «personas que no sientan apego por los bienes comunes o no se indignen frente a una transformación tan tajante y despiadada de un lugar tan singular como es La Magdalena». No encaja muy bien esa posición. Menos si parte de las instituciones. Y algún sofocón se ha llevado por esa razón, «aunque eso es algo que ya hemos asumido como parte de nuestro compromiso con la defensa de nuestro patrimonio».
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José A. González, Sara I. Belled y Cristina Cándido
Álvaro Machín | Santander
Cristina Cándido y Álex Sánchez
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