Cinco consejos para conducir en invierno

Amanece un día de perros. Llueve, hace un frío glacial o está nevado, tanto da. Desde la ventana, pasa la mano por el cristal empañado y divisa la que está cayendo ahí fuera. Con el pijama de franela y una taza de café caliente entre las manos, uno se dice que lo más sensato es volver al sobre, acurrucarse entre las mantas cual polluelo y pasar allí el día. Pero en esas cae en que quizás el jefe de recursos humanos no terminará de llegar a la misma conclusión. Y se enfunda el traje, agarra el maletín y baja a la calle con un resoplido para arrancar el coche. Después de quitar la final capa de hielo que ha cubierto la luna delantera (lo ideal es retirarla con una espátula), queda media hora por delante hasta llegar al tajo, rodando por una carretera jalonada de peligros bajo cero. Aquí van cinco consejos básicos que añadir al imprescindible sentido común cuando uno se tiene que poner al volante en invierno.

Y, sobre todo, a estas cinco recomendaciones hay que añadir un par más, que culaquier conductor debería llevar de serie y sin las cuales debería ser imposible arrancar cualquier coche: el sentido común y la prudencia.