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Armando Díaz, ayer, en el interior de su establecimiento, que pondrá fin en unas semanas a 89 años de historia.

La crisis termina con los 89 años de historia de la Ferretería Jacobo Díaz

La diversificación no ha permitido remontar la caída de ventas, que ha obligado a la cuarta generación a cerrar el histórico comercio

ASER FALAGÁN

Sábado, 25 de abril 2015, 08:16

Lo que no consiguieron una guerra, dos dictaduras y una postguerra lo ha logrado la primera gran crisis del siglo XXI. En junio cerrará sus puertas Ferretería Jacobo Díaz, uno de los negocios más antiguos de Santander tras casi noventa años de historia. El motivo, la fuerte caída de las ventas, que ha obligado a su actual propietario, Armando Díaz (bisnieto del fundador), a poner fin definitivamente a su actividad. Ni siquiera el cambio hacia el menaje impulsado en los últimos tiempos ha sido suficiente para sacar adelante un negocio histórico que dirá definitivamente adiós a lo largo del mes de junio, cuando termine con la liquidación de existencias.

«El negocio lo abrió mi bisabuelo a principios del siglo XX en Torrelavega. En 1926 inauguró una sucursal en Santander en la que empezó a trabajar mi abuelo, y en la que posteriormente entró mi padre. Hace 27 años me incorporé al negocio y desde 2005, con la jubilación de mi padre, comencé a dirigirlo», relata Armando Díaz, cuya figura representa la de una cuarta generación que se ha visto obligada a poner fin a la actividad.

Su nombre suena a añejo, ya sea como Jacobo Díaz o, sencillamente, como la ferretería de la esquina, la de Los Arcos. Un clásico de Santander como Ribalaygua, Zubieta, Dora, Lainz o la Farmacia Breñosa, por citar otros emblemáticos e históricos comercios, entre los que algunos que todavía perviven.

«El descenso en el volumen de ventas ha sido de casi el 50% desde 2007», explica Díaz mientras atiende a los clientes que en un constante goteo aprovechan la oportunidad. Porque el local ha entrado ya en liquidación y una de las frases que más se escucha es el: 'Solo queda lo que ve en las estanterías', que pese a los malos tiempos su responsable pronuncia siempre con una sonrisa casi perenne.

Al abrigo del mercado

Una de las claves en el desarrollo del negocio fue el Mercado del Este. El antiguo; el de los comercios castizos y el bullir de las compras. Fue la vecindad la que motivó al fundador a instalar allí la ferretería, que en su primera época se atenía exclusivamente a lo que su nombre indicaba: clavos, tirafondos, herrajes... Mucho antes de la diversificación. «El Mercado del Este daba muchísima vida a la zona y el hecho de que estuviese parado durante tanto tiempo, la mayor parte en ruinas, nos hizo daño. Después, la posterior reapertura no ha servido para nada; la gente ha dejado de venir a la zona para hacer compras».

También una sonrisa dibuja el que será cuarto y último responsable del negocio ante la evidencia de que una crisis feroz ha terminado con un comercio que soportó los envites más duros de una España castigada y empobrecida. «Durante la postguerra se sobrevivía fundamentalmente con el trapicheo. Se iba en coches particulares a buscar el material a las fábricas del País Vasco, que era donde se fabricaban casi todas las cosas de metal, y también a base de estraperlo; de traer cosas del sur de Francia. Por lo demás, se trampeaba como se podía con las cartillas de racionamiento», rememora. Así se lo transmitieron sus antecesores, que siguieron adelante con su proyecto en plenos tiempos canallas.

Fortuna dispar

Más piedad tuvo con el negocio el incendio de Santander, que respetó aquel aún joven comercio y se detuvo a no demasiados metros; en la Plaza del Príncipe y la calle San José, pero como en una macabra ley de la compensación el incendio del Palacio Macho en 1972 redujo las instalaciones a poco más que un montón de restos sin valor.

«Parte del edificio se cayó casi encima de la tienda y hubo que reformarla entera. El último cambio importante se hizo más tarde, entre 1991 y 1992, y después tuvimos algunos arreglillos hasta la última gran reforma de 2011, cuando el local se dividió en dos partes y se eliminó el almacén, que ya no hacía falta, para quedarnos solo con la tienda», explica el heredero de la saga.

El final de esta larga historia, que su protagonista acepta con estoicismo, se escribe como consecuencia de unos tiempos en los que, al margen de la crisis, «el comercio tradicional, el de toda la vida, se está viendo desplazado por las franquicias, los chinos, las cadenas cien y demás». El caso es que la Ferretería Jacobo Díaz cerrará sus puertas en junio. Y aunque aún no tenga una fecha exacta, algo sí que está ya más que claro: «No hay vuelta atrás».

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