Esencia vital

Cuando el alcohol no está presente, la leche es uno de esos comodines visuales del paisaje cinematográfico. Un icono de historias de infancia, pero también de escenas inquietantes y metáforas de lo cotidiano. Del vaso de leche de 'Sospecha' de Hitchcock -ya saben, esa escalera interminable y la mirada cautivada por el temor y el vértigo-, a la leche-plus que beben los personajes de 'La naranja mecánica' como una inocente pero perversa inmersión en las drogas.

'Leche' es también la segunda entrega de la trilogía de Yusuf, en la que el cineasta turco Semih Kaplanoglu retrata un itinerario de infancia, adolescencia y edad adulta. Junto a 'Huevo' y 'Miel', la primera más forzada y la última, la más poética y popular, conforma una cuajada de recuerdos, factores sociales, traumas y deseos con un personaje como hilo común: Yusuf, quien aquí abandona el colegio y se dispone a ingresar en la Universidad.

En esa transición entre plato vital y plato por descubrir, las pérdidas y renuncias alimentan los pasos de este joven que trabaja en una lechería. Los cambios sociales y económicos en Anatolia constituyen la ensalada de Kaplanoglu quien apuesta por la sencillez, controla el producto y deja siempre un sabor poético, íntimo, sin concesiones, que se regodea en sus planos fijos extendidos.

Para el cineasta la fotografía, la contemplación, el paisajismo son los ingredientes clásicos, necesarios y constantes para generar un gran pastel biográfico. Antes de que la masa pueda quemarse o de que el exceso pueda crear una mirada empalagosa, el filme se eleva cuando recorre las entrañas de las colisiones entre el modernismo y la tradición. En realidad el festín verdadero invita a visionar la trilogía sin interrupciones. Por debajo de la primera capa de dulce se instala la amargura y tras ambas asoma un retrato global de un tiempo de cambio. Como todo sabor nuevo hay que sacrificar algo para entrar a morder en el verdadero sentido de este banquete extraño que es la vida.