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Como en las películas, en los créditos de esta información encajaría bien un 'basado en hechos reales'. Se trata de calcular lo que costarían unas ... vacaciones en Cantabria. Unas muy concretas, como ejemplo. Las de una pareja de mediana edad (influye en sus hábitos y en su estilo de viaje) procedente de Madrid (algo muy frecuente) que viene en su coche a pasar una semana de agosto a la región. En concreto, la del 4 al 10. Transporte, alojamiento, comidas, precios de entradas, compras... Un recorrido ficticio pensado para unos veraneantes medios –ni comprando pan de molde y mortadela en el supermercado a diario ni cenando marisco por las noches, que cada uno se gasta lo que tiene como quiere–. Tomando como referencia precios reales. La cuenta final sale por 2.650 euros.
Los gastos previos no están incluidos en la factura. O sea, el bikini nuevo o la visita para renovar calcetines antes de hacer la maleta no aparecen en la lista. Lo primero es cómo ir. En avión –a los precios que estaba esta semana–, con maleta de 10 kilos, los vuelos hasta el Seve Ballesteros (y vuelta) saldrían por 287,50 euros. Poco equipaje, así que toca mirar billetes con una maleta de 23 kilos. Total: 359,50.
También se mira el tren (200,2 euros), aunque finalmente se opta por el coche propio (que es lo que hace una parte importante del turismo que viene). Se calculan, en este sentido (todo está en la tabla), los gastos de gasolina, lo que les cuesta aparcar esos días y el combustible necesario también para moverse durante su estancia.
El alojamiento lo reservan por Booking. Seis noches en un hotel del centro de Santander. De tres estrellas, sin desayuno y no reembolsable. Los 1.441 euros suponen el mayor importe en la factura. Se miró también un apartamento por Airbnb. Uno de un dormitorio «en un edificio de madera antiguo del centro». Salía por 913 euros.
Para el desayuno, café y pincho. Para las comidas, combinaciones. Un día de bocata en la playa, tres de menú del día y dos en forma de raciones, de picoteo. Y para las cenas, parecido. Una noche de pizza, dos de picar, una de bocata y dos de ponerse camisa y traje bonito para pedir a la carta.
Eso se combina con esa caña antes de ir al restaurante, con la parada para tomar un refresco durante la excursión, con el helado dando un paseo... Y con un par de noches tomando una copa para despedir la jornada (son de mediana edad, ya más de sol que de luna). ¿Visitas? Las típicas. Un día a Liébana con subida en el teleférico, otro en Cabárceno, entradas para El Soplao, paseo por el Museo Marítimo... Habrá que conocer El Puntal, ¿no? Y ya de paso, con Los Reginas, hacer la excursión por el Río Cubas.
Y unas compras, claro. Algo de gastronomía, que siempre gusta recordar los sabores de las vacaciones cuando uno ya está de vuelta. Crema de orujo, sobaos, quesada... Todo son precios de marcas muy conocidas de la región. Igual que la del tarro de anchoas. Al maletero del coche junto a las maletas y junto a dos cuadros comprados en una tienda de regalos. Uno con la silueta del faro y otro, con la de la barandilla del paseo por el Sardinero.
Sin imprevistos –que siempre los hay, pero no tienen precio–, esos 2.649,88 euros.
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