Cantabria se aferra al turista nacional en un final de verano «esperanzador»
Madrileños, castellanos y vascos son los que más viajaron y pernoctaron en junio y julio, mientras que las visitas de extranjeros crecieron, aunque lejos de los niveles prepandemia
El sector cruza los dedos. Los nubarrones de junio y julio -no sólo en el sentido estricto, también en el metafórico- se han disipado y ... tanto agosto como ahora septiembre han dejado asomar el sol y las buenas temperaturas. Además, la pandemia parece que ha dado una tregua en los coletazos finales del estío a diferencia del año pasado, cuando la buena marcha se cortó de repente con el empeoramiento de los contagios. Lo que no ha cambiado prácticamente es el perfil de los visitantes: preferentemente, nacionales venidos, por este orden, de Madrid, Castilla y León y País Vasco. Los extranjeros se han animado en mayor medida, aunque en número han sido la mitad de los que lo hicieron en las mismas fechas de 2019. Septiembre apunta a un final de campaña «esperanzador», admiten desde la Asociación de Hostelería.
Se puede decir sin temor a equívoco que Cantabria se alimenta de sus vecinos más cercanos. Según el Instituto Cántabro de Estadística (Icane), en los dos primeros meses del verano se registraron 214.777 viajeros, que se tradujeron en 516.599 pernoctaciones. Aunque para entender mejor el dato del peso que tiene el turista español, sólo hay que cotejar las cifras de los foráneos. En junio y julio vinieron a la región 27.937. En pernoctaciones, 66.288. «La ausencia de extranjeros es otro año más la principal novedad», destaca Pablo Alonso, vicepresidente de la Asociación Empresarial de Hostelería de Cantabria. «Les echamos mucho de menos, especialmente los campings, ya que antes de la pandemia suponían para este sector el 30% de su clientela», añade.
Esta circunstancia hace que el gremio se aferre aún más al visitante local que apuesta por el norte. «Es un turista que cada vez más busca la naturaleza, que huye de la masificación del Mediterráneo, del calor, de las playas con hamacas pegadas cabeza con cabeza, que ansía espacios verdes, rutas por el monte...», relata Alonso. En esta nueva concepción del turismo impulsada, sin duda, por las restricciones de la pandemia y la búsqueda de espacios abiertos sin grandes aglomeraciones, los madrileños han sido los que han apostado más fuerte en junio y julio -aún no están disponibles las cifras de agosto-. De la capital de España vinieron 45.704 visitantes. Les secundaron los castellanoleoneses (40.763), seguidos de los vascos (27.114). Este mismo orden también se repite en el número de pernoctaciones. «Estamos más o menos en la media de otros años. Los de Castilla y León optan por la zona occidental de la comunidad, al revés que los del País Vasco, a los que les coge más cerca Castro Urdiales, Laredo o Noja. A los catalanes les gusta Comillas y los madrileños, en cambio, se reparten por toda la región», apunta el vicepresidente de la patronal de hostelería.
En cuanto a los turistas extranjeros, este verano han llegado principalmente de Francia, América, Reino Unido y Portugal. Aunque en número han crecido exponencialmente con respecto al pasado, siguen en cifras muy lejanas a la de los años prepandemia. Por ejemplo, los campings registraron este julio 10.760 viajeros, 17.211 menos que en 2019. En junio sólo vinieron 2.236, que son 8.096 menos. Esta misma situación se repite en los alojamientos rurales, que en el primer mes del verano vieron como les visitaban un 52,5% menos de turistas extranjeros. En julio la cifra remontó y se quedó en un 23% menos.
Buenas perspectivas
La Asociación de Hostelería prevé que esta situación mejore, en parte debido a las mejores perspectivas sanitarias en las que se encuentra actualmente la región. «El turismo, en general, pero el de fuera especialmente, se cortó de repente a finales de septiembre de 2020. Este año esperamos que el ritmo actual aguante y nos permita trabajar bien por lo menos hasta la primera quincena de octubre», señala Alonso.
Además, los expertos sanitarios vaticinan que la próxima ola, la sexta, será mucho más suave que la anterior y también con un menor número de hospitalizaciones. Una circunstancia que aporta calma al sector turístico, que tanto peso tiene en la economía regional.
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