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Una osa y su cría campean por una zona próxima a un pueblo de Liébana. FOP
Liébana vuelve a ser tierra de osos

Liébana vuelve a ser tierra de osos

Proliferan los encuentros, existe la sensación de que hay más ejemplares de los que se dice y habitantes y alcaldes de la comarca advierten del «miedo a salir» y del temor a que ocurra algún ataque

Teodoro San José

Santander

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Lunes, 25 de junio 2018, 07:39

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Tama, Cambarco, Cahecho, Llayo, Vieda, Aniezo, Pollayo, Cosgaya, Bores, Maredes... son algunos de los pueblos lebaniegos desde los que llegan relatos recientes de encuentros con osos, de vecinos que han visto, se han cruzado o han sido objeto de estibas de fruta o de pequeños daños en sus colmenas por parte de osos pardos. Se trata de historias frescas, de hace unos días, semanas a lo sumo, que evidencian que el plantígrado desciende cada vez más del monte y frecuenta las cercanías de los núcleos habitados. Nada que ver con antaño, cuando los encontronazos con osos se producían circunstancialmente y en lugares apartados de montaña. Tal profusión de vistas de osos y de visitas de plantígrados hace pensar que Liébana se ha convertido en el paraíso de la comunidad osuna que habita en la zona oriental de la cordillera Cantábrica. Y en señal de la buena salud que empieza a gozar esa población salvaje. Pero en esa misma proporción cunde el temor entre los habitantes de aquellos pueblos a cruzarse con un oso en cualquier momento.

«Yo veo uno desde el sofá de casa a través de la cristalera. Le vengo observando muchos días, no uno, ni dos, ni tres. Se pasa mucho tiempo allí jugando solo, al borde del bosque. No es un oso adulto, pero es tirando a grande», cuenta María Diestro, desde Pollayo. «En mi caso le vi cuando pasaba por la finca Campañana, cerca de Tama; eran las nueve y media de la tarde. El oso no era muy grande, estaba tranquilo, supongo que dándose un atracón de cerezas. Y cuando me vio se fue viña adelante», cuenta Pedro, uno de los propietarios de El Bodegón, de Potes.

«Veo un oso desde casa. Y no un día, ni dos, ni tres. Se pasa el tiempo jugando al borde del bosque»

María Diestro, Vecina de Pollayo

«El ejemplar estaba ahí, encima del remolque de la leña. Se bajó tranquilo y se fue andando hasta la portilla de la finca, saltó la verja y le perdí de vista», recuerda Lucía Vela sobre la presencia en la medianoche del pasado día 23 de mayo de un oso subadulto en su finca junto a la carretera general en Tama. «Por mi finca pasaron dos ejemplares jóvenes juntos, eran las nueve de la noche. Me asomé desde la ventana por los ladridos de la perra y los vi cuando ya cruzaron a la finca del vecino», recuerda Benito Bustamante desde Llayo. «Bajaba con mi todoterreno y de repente se me cruzó un oso. Frené y pensé que le había hecho algo. Me bajé del vehículo, pero el animal, un ejemplar espectacular y gordo, se levantó y se irguió delante de mí. Luego se marchó», recuerda Jesús Cuevas, alcalde de Cabezón de Liébana, el percance que tuvo con un ejemplar adulto a mediados de mayo entre Luriezo y Cambarco.

Testimonios como estos o similares se escuchan también por Vejo, San Andrés, Piasca, Buyezo, Luriezo o por Caloca. Raro es el pueblo lebaniego en el que no haya vecino que relate alguna experiencia similar de estas últimas semanas. Quizá no sea más que una impresión, pero todos en Liébana están convencidos de que en la comarca hay muchos más osos de los que se dice oficialmente. Nadie lo duda. Lo aseguran.

«Hay superpoblación. Que anden por los puertos, bien, pero que estén a la entrada del desfiladero...»

Jesús María Cueva, Alcalde de Cillorigo

Las cifras que aporta la Fundación Oso Pardo (FOP), según el censo cerrado en la época de celo de 2017, hablan de una población de entre 40 y 50 ejemplares en el territorio comprendido por el norte de Palencia, el occidente de Cantabria y el noreste de León, un padrón que se habría incrementado en diez osos respecto al de hace una década. Esta comunidad osuna ha ido ganando nuevos territorios. La presencia del oso pardo es estable en Campoo, Polaciones y Liébana; en ocasiones se 'asoma' al valle del Nansa a través de Peña Sagra y también hay presencia esporádica al otro lado de la A-67 en Valderredible e incluso «asomadas tímidas» (como lo apuntan desde la FOP) hacia la zona pasiega. Como se ve, esta comunidad osuna ha ido ganado nuevos territorios y, al tiempo, aproximándose a zonas más urbanas, lo que ha multiplicado el número de avistamientos o contactos con humanos.

Preocupación y medidas

Más allá de la anécdota, la proliferación de esa presencia de osos en las inmediaciones de los pueblos ha encendido las alarmas. Algunos regidores se cuestionan por la seguridad de sus vecinos e incluso no falta quien habla abiertamente de la necesidad de un control poblacional. Los alcaldes de la zona ponen en entredicho aquellos números de la FOP y aseguran que «el aumento es palpable, hay muchos más osos de los que se dicen», afirman Jesús Fuente (Cabezón de Liébana), Óscar Casares (Camaleño) y Gregorio Alonso (Vega de Liébana); incluso «hay superpoblación», llega a afirmar Jesús María Cuevas (Cillorigo) en base a sus apreciaciones sobre el terreno y del contacto con sus vecinos. Todos están convencidos de que el oso ha quitado el miedo a las poblaciones urbanas y ya no se oculta tanto. Según el alcalde de Potes, Francisco Javier Gómez, más osos y más cerca representa «una mala noticia. Para los osos y para los humanos. Aumenta el riesgo de tener un encuentro, un ataque... ¿Y qué se va a hacer entonces? ¿Cómo se resolverá?», se pregunta.

«Aumenta el riesgo de tener un ataque. ¿Qué se hará entonces? ¿Cómo se resolverá?»

Francisco Javier Gómez, Alcalde de Potes

«Que anden por los puertos, bien, pero que estén a la entrada del desfiladero...». Cuevas entiende que el oso ha ampliado demasiado abajo su territorio, y no se anda por las ramas: «Hay superpoblación y debería evitarse. ¿Cómo? Haciendo control según un estudio que determine cuántos ejemplares puede soportar Liébana». Profundizando en esa idea, Gregorio Alonso sostiene que FOP, conservacionistas y Consejería «tienen que tomar cartas. La conservación o sostenimiento de una especie debe tener su compensación, no se puede hacer a costa de un territorio. Un mundo rural agonizante no puede cargar con todo. Se legisla desde los despachos y se tiene muy poco en cuenta la voz del territorio», en referencia a problemas en la limitación para explotar recursos por el cierre de pistas, por la proliferación de daños a ovejas, a destrozos en colmenas, por el miedo...

«Esto va por mal derrotero. Es inaguantable para los ganaderos y el mundo rural», sostiene Jesús Fuente. «Aquí nadie ayuda a este mundo, y como somos cuatro, estamos desatendidos. Y si se protege al oso porque está subvencionado, nosotros pedimos protección para los habitantes de esta zona rural».

La solución para Francisco Javier Gómez pasa por que «expertos, colectivos, Administración y municipios nos sentemos juntos y evaluemos medidas», mientras que Alonso insiste: «El oso no es una especie en peligro. Tiene buena presencia en toda la comarca, tanto que dentro de no muchos años habrá que valorar medidas de control».

En busca de comida

Aseguran los lebaniegos que no está lejos que lo que ahora es ocasional se convierta en frecuente: la visita a los contenedores de basura. Y eso, dicen, «son palabras mayores. Son inteligentes, saben que ahí tienen muy fácil la comida y los sustos, por decir algo, van a estar a la orden del día porque ellos no entiende de horarios», comenta un vecino de Frama que no quiere identificarse. Los hermanos Lamadrid, de Cahecho, como gran parte de sus vecinos, están cansados de verles rondando el pueblo. Sostienen que el monte «tiene capacidad para un número determinado de osos, quizá treinta o cuarenta, pero a medida que va aumentando la población no hay sitio para todos, los maduros expulsan a los subadultos y éstos caen para abajo» en referencia a los valles, y en concreto al suyo, el valle Estrecho, donde aseguran que se ha instalado un grupo de osos.

Los alcaldes avisan de que el mundo rural no puede cargar en solitario con la conservación de la especie

El fino paladar de los osos sería una de las principales razones por las que tanto se les ve pulular principalmente en el entorno de frutales, colmenares e incluso viñedos. Dicen que al haber sido el anterior un mal otoño a causa de la sequía esta primavera apenas han encontrado en el monte suficientes hayucos, castañas o bellotas que llevarse a la boca. «Aquí arriba este año apenas se han dejado ver», apunta Manolo García desde Caloca, el pueblo de Liébana situado a mayor altitud. «Debido a la seca no han encontrado comida y se han metido más en las zonas bajas», por lo que descienden a los valles ahora que maduran las cerezas y las manzanas.

El oso, a estudio

Los próximos 6 y 7 de julio se celebra en el Castillo de Argüeso (Hermandad de Campoo de Suso), sede de los Cursos de Verano de la Universidad de Cantabria (UC), el curso «Red Natura 2000 y Oso: conflictos y oportunidades».

Está organizado conjuntamente por la UC y la Fundación Oso Pardo (FOP) y cuenta con la colaboración del Ayuntamiento de la Hermandad de Campoo de Suso. El curso persigue un doble objetivo: acercar la Red Natura 2000 a la ciudadanía informando sobre sus características, y analizar de un modo práctico, a través de la participación en un taller, las oportunidades que brinda la red en un territorio con presencia de oso pardo.

Pero lo que sorprende es el descaro -si así se puede hablar de las formas de un animal- en los horarios y en su aproximación a viviendas y personas. Y es esto último lo que inquieta doblemente. «Ahora la gente de los pueblos cuando sale a pasear lo hace preocupada y con miedo», afirma Jesús Fuente.

«Están hechos a nosotros, acostumbrados a nuestros ruidos. Nos oyen, pero no se asustan. El otro día mis perros ladraban como locos a dos corzos, pero el oso que tenía enfrente seguía tan tranquilo. Ni se inmutaba», cuenta María Diestro.

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