Dos muertes que aún buscan respuestas
La dama de El Camello o el crimen de Reina Victoria ocupan todavía a la Policía, que utiliza nuevas técnicas
Todo criminal se cobra siempre algo en la escena de un crimen: sea una vida, un bien material... Y siempre, sin saberlo, se deja algo: ... un resto de ADN o una huella. Esa pista que en el 99,9% de los casos sirve para cazarlo. Pero existe un ínfimo porcentaje, apenas ese 0,1%, en que la investigación no encuentra dónde asirse. En que confluyen un cúmulo de casualidades que hacen posible el crimen perfecto.
Sucedió el 6 de julio de 2002 en Santander, cuando alguien cosió a puñaladas a la profesora madrileña María Natividad Garayo a su salida de una boda celebrada en el Club de Tenis de la capital cántabra. Sin testigos, ni pistas, ni rastros, aquel fue conocido como el crimen de Reina Victoria, paradigma de asesinato misterioso desde hace casi dos décadas.
PREGUNTAS SIN RESOLVER
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Dama del Camello ¿Cuál es la verdadera identidad de la mujer? ¿Qué le llevó a suicidarse en la playa santanderina? ¿Por qué ninguna policía del mundo la reconoce?
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Crimen de Reina Victoria ¿Cuál fue el móvil del asesinato? ¿Cómo es posible que el asesino no dejara rastro? ¿Por qué le asestó hasta 35 puñaladas?
Sólo un año antes, el 29 de junio de 2001, una mujer aparecía ahogada, sin signos de violencia y sin documentación en la santanderina playa de El Camello. Desde entonces todos los esfuerzos de la Científica por dar con la identidad del cadáver han sido en vano. Nadie la conocía, nadie la reclamó.
Son los dos casos sin resolver que han retado la destreza de la Policía en la historia reciente de Santander. «Estos dos expedientes están abiertos, aún circulan por nuestros despachos y cuando la carga de trabajo nos lo permite volvemos a ellos», cuenta Ramón Díaz, responsable de la Brigada Provincial de Policía Científica. «Lo importante es que nunca los olvidamos, que seguiremos buscando nuevas perspectivas hasta dar con la pista». Es algo en lo que juega un papel relevante la creatividad, la capacidad de mirar las pruebas con un prisma diferente. Y en los últimos tiempos el avance de las técnicas de investigación lo pone cada vez más fácil.
Todo ha avanzado mucho pero lo que está dando muy buenos resultados es la mejora en las técnicas modernas de análisis de ADN. Muchos crímenes antiguos se han revisado y han alumbrado resultados sorprendentes que han servido para dar con el asesino.
Para los dos casos que ocupan este reportaje una nueva lectura de ADN puede arrojar resultados claves. «Cuando nos referimos a la dama de El Camello lo importante es que esa revisión de las muestras que conservamos pueda aportar algo más de luz sobre la identidad de la persona, que sigue siendo un misterio después de tantos años».
Las cámaras frigoríficas albergan los restos que fueron recogidos en 2001 y ahí aguardan, pacientes, a que se resuelvan las incógnitas sobre su muerte. Al menos las que aún están pendientes. Sí que se sabe que era una mujer de entre 40 y 45 años, delgada, de unos 1,66 metros de altura, pelo cortado en media melena y ojos castaños. En la arena estaban intactas las huellas de cuando caminó hacia el agua, que una vez muerta la devolvió a la playa. Así, sin signos de violencia, todo apunta a que fue un suicidio.
«Trabajamos con todas las pistas pero no llevaron a ningún lado. Nadie la conocía, nadie supo de dónde vino, ni cómo apareció allí. Nunca nadie reclamó su cadáver y ninguna policía del mundo ha podido constatar que estuviera en sus bases de datos». «Seguiremos trabajando con el ADN, pero el último dato que arrojó su análisis nos desveló que tenía ascendencia norteafricana. Aunque eso no es muy útil hoy en día, sabemos que en el futuro podremos obtener más información con análisis más finos».
Más cruenta resultó la escena del crimen de Reina Victoria, con María Natividad de rodillas, el rostro inclinado hacia delante y el esternón fracturado tras recibir 35 puñaladas por un autor que aún hoy sigue sin conocerse. Ella tenía 44 años, era madre de tres hijos y profesora en un colegio bilingüe de Madrid. Aquella noche salió a las tres menos diez de la madrugada del Club de Tenis sin saber que la muerte le esperaba a pocos metros.
Se descartó el móvil pasional, también el robo, porque el cadáver conservaba el bolso intacto, como todas las joyas. «En el último año hemos avanzado en aspectos que no pueden hacerse públicos», confirman fuentes de la Policía. Y es que ahora las posibilidades de la técnica permiten obtener información de ADN de muestras que antes eran inservibles.
Sucede que cualquier crimen prescribe a los 20 años en términos judiciales. «Pero eso no nos importa. Aunque esos plazos pasen, nosotros no cejaremos nunca hasta que se conozca la verdad».
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