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'Sorpresa del trigo', pintado en 1936 para la serie 'La religión del trabajo' y que puede verse en el Centro Botín Alberto Aja
Maruja Mallo o la importancia de sentirnos vivas
Retrato

Maruja Mallo o la importancia de sentirnos vivas

Creadora de una extraordinaria versatilidad e impecable calidad técnica, estuvo vinculada al surrealismo

Jueves, 17 de abril 2025, 07:48

Una mujer alza sus manos en alto. En su palma derecha nos muestra tres pequeños brotes, mientras que en los dedos de su mano izquierda han germinado tres espigas. La composición se titula 'Sorpresa del trigo' y fue pintada en 1936 para la serie 'La religión del trabajo'. Se suele relacionar con Deméter/Ceres, con una dama oferente ibérica e incluso con una encarnación de la Madre Tierra; sin embargo, reviste un mayor interés su contenido político y su firme compromiso con el trabajo de las mujeres en la tierra, en el mar y en aquellos lugares sobre los que el capitalismo ha cimentado sus dispositivos de explotación. Ella misma contaba que esta obra se gestó durante una manifestación del Primero de Mayo en Madrid, al encontrarse con un grupo que pedía pan mientras alzaba una hogaza. Ese fue el origen de muchas revoluciones. En 'Canto de las espigas', los brotes parecen haberse convertido en tres mujeres que nos enseñan sus palmas sobre un hermoso entramado de espigas. Su belleza no procede de ninguna de esas visiones estereotipadas que nos ha proporcionado la Historia del Arte, sino que tiene que ver con sus 'trazados armónicos', una geometría compleja y un concienzudo análisis de la proporción áurea, así como un cuidadoso estudio de los movimientos y los colores. Todas sus obras poseen una profunda base teórica, así como unas connotaciones matemáticas y teosóficas que nos permiten intuir sensiblemente ese orden que nos conecta con la naturaleza, el lugar al que pertenecemos, como puso de manifiesto a través de su obra.

Maruja Mallo fue un ser poco convencional. Creadora de una extraordinaria versatilidad, originalidad e impecable calidad técnica, estuvo vinculada a ese cajón de sastre que fue el surrealismo para muchas mujeres, pese al orden geométrico que domina buena parte de su obra y su proximidad con algunas señas de identidad formales de la Nueva Objetividad. Pintora, ceramista, maestra, activista, escritora y crítica, su itinerario vital protagonizó algunos de los momentos más señalados de las vanguardias que encumbraron a sus amigos Dalí, Lorca y Buñuel, pero que se olvidaron de ellas. Maruja Mallo llegó a exponer en la Revista de Occidente, participó en la Escuela de Vallecas y fue parte activa de la Sociedad de Artistas Ibéricos. Rebelde, divertida e inteligente, su actitud estética y política estuvo dominada siempre por la transgresión y el humor, que fueron sus principales estrategias de resistencia.

Una nueva mujer

El lenguaje corporal y los códigos gestuales de las personas que habitan su iconografía remiten a esa nueva mujer que se estaba fraguando en las primeras décadas del siglo XX, todo un contraestereotipo frente al viejo modelo de feminidad obediente interpretado por ángeles del hogar con su repertorio de roles y rígidas normas que ni Maruja Mallo ni su círculo de amistades estaban dispuestas a representar. Sus mujeres están en pleno proceso de conquista del espacio público. En una de las verbenas, dos amigas se divierten y avanzan a grandes zancadas mientras extienden sus brazos de par en par, pues necesitan abrir su cuerpo al mundo porque se saben vivas. Ya no son los maniquís de sus estampas. Su movilidad es una amenaza, pues hace circular conocimientos, experiencias y luchas, tal como sugiere Silvia Federici en 'Ir más allá de la piel', donde subraya la importancia de la reapropiación del cuerpo, la dispersión de la energía y el poder de actuar ante cualquier clase de explotación.

Tras la ingente retrospectiva del Centro Botín, asoma la mujer «rebelde, divertida e inteligente, cuya actitud estética y política estuvo dominada siempre por la transgresión y el humor»

Su proyecto artístico llegó a fundirse con su vida, pues ella misma va a encarnar su propia iconografía. Ponerse pantalones o quitarse el sombrero, ocupar libremente las calles, practicar deporte, recorrer el mundo y hasta ganar un campeonato de blasfemias fueron algunas de sus pequeñas conquistas, pues sabía que el cuerpo era el verdadero campo de batalla. Sus fotografías en Cercedilla en 1929 o las maravillosas puestas en escena que hizo junto a Pablo Neruda durante su exilio americano en las playas de Chile en 1945, posando con un manto de algas (las mismas que protagonizarán sus 'Naturalezas vivas'), muestran a la pintora fundiéndose con el hábitat, marino o telúrico, personificando su obra. Maruja Mallo, supo estrechar como nadie el vínculo entre arte y vida, subvirtiendo las normas de comportamiento más anquilosadas, por lo que debería tener un capítulo especial en una genealogía alternativa del arte de acción con perspectiva feminista.

Propiedades curativas

Lejos de ignorar el alcance de su profundo compromiso con la República y la Guerra Civil, presagiado en sus 'Cloacas y campanarios', su participación en las Misiones Pedagógicas y el larguísimo exilio que sufrió durante 25 años, ante sus mujeres monumentales y cosmopolitas, sus máscaras conectadas con las culturas precolombinas, sus imponentes arquitecturas de algas, corales y conchas, sus racimos de uvas y sus hojas de parra o sus últimas exploraciones del espacio infinito imaginando nuevas constelaciones e inventado toda una cosmología, solo cabe afirmar que la obra de Maruja Mallo tiene propiedades curativas, pues nos permite soñar algo nuevo, inesperado, poético, transgresor y, sobre todo, lleno de vida.

Hace un año el Museo Thyssen de Madrid acogía una colectiva comisariada por Rocío de la Villa, que reunía una selección muy importante de obras de maestras del siglo XV al XX. El recorrido terminaba con Maruja Mallo. Cuando llegábamos a ese punto no podíamos parar de sonreír, sintiéndonos un poco emancipadas y libres como las protagonistas de 'La verbena'. Y es que Maruja Mallo es una fiesta, así que solo podemos celebrar esta retrospectiva que tanto tiempo llevábamos esperando para que ocupe por fin el lugar que le corresponde en la pérfida Historia del Arte. Algunas, ya hemos empezado a festejarlo mientras coreamos el estribillo ('La fiesta') tan bellamente compuesto por Gema Martínez (La mala hierba), que cuenta la tremenda jarana que se forma cada vez que llega Maruja Mallo, así que «¡qué tiemble Instagram! / ¡qué callen los santos! / cause she is the real queen».

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