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ADELA SANZ
Miércoles, 11 de octubre 2017, 07:28
Una BH California gris y azul. Uno de los modelos más conocidos de los años 80 y el sueño de todo niño de la época ... fue la primera bicicleta de Francisco José 'Fran' Ventoso Alberdi (Reinosa, 1982). Desde los tres años ya iba por el pueblo en bicicleta. «Entonces era todo menos peligroso. Pasabas la tarde con los amigos y volvías a casa cuando empezaba a atardecer. Es algo que con los años se ha ido perdiendo», explica el ciclista campurriano del equipo BMC.
Ventoso debutó como profesional en el 2004 con el Saunier Duval-Prodir en el que obtuvo sus mayores éxitos, entre ellos una victoria de etapa en la Vuelta ciclista a España de 2006, con llegada en Almendralejo, pero la historia comienza mucho antes. Empieza con un niño de siete años que quiere imitar a su hermano mayor. «Mi hermano Iván empezó a correr en bicicleta porque es hiperactivo y le aconsejaron que hiciese deporte. Él se puso a hacer ciclismo y yo también quise», recuerda. Así Miguel y Fran entraron en el Club Ciclista Campurriano con «un entrenador que se llamaba Jurado». La historia de uno de los mejores esprínters españoles comenzó en el matadero de Reinosa. «Allí jugábamos a dar vueltas al edificio. Hace poco estuve allí. Ahora lo ves y es muy pequeño, pero entonces para mí aquello era enorme». La California quedó aparcada y «me compraron una bicicleta sin marca con un plato y tres piñones que pesaba más de quince kilos».
El ciclismo en aquellos primeros años «era un juego», pero a Fran «poco a poco» le fue enganchando «la competitividad y el querer ganar». Entonces, «salía una vez o dos por semana con la bici de competición y le iba cogiendo el gusto hasta que llegaron las competiciones».
Los entrenamientos también intentaban potenciar la parte lúdica del deporte en esos primeros años, sin olvidar que también se corre para ganar. «Nos ponían en dos grupos en una parte del matadero y teníamos que ver quien cogía primero a los otros. Algo parecido a lo que hoy sería una persecución olímpica».
Las carreras de escuelas acabaron por derribar cualquier duda en Ventoso. Y si hablamos de primeros recuerdos sobre una bicicleta, el debut del campurriano en una carrera «fue en el velódromo de Sniace, donde hoy está el Complejo Municipal Óscar Freire. Empece la temporada a mitad, me acuerdo de que no tenían ropa para mi y que me tuvieron que dejar una de los mayores. Yo fui de los primeros en tomar la salida y luego, cuando llegué a la meta, tuve que devolverla para el siguiente». Grabado en la memoria tiene «el ambiente. Había muchos niños de toda Cantabria y nosotros no éramos muchos en el club. Los nervios de bajar a Torrelavega y saber que ibas a correr. En aquella época, dependiendo del circuito, nos separaban, así que se congregaban más de 400 chavales en todas las categorías de las escuelas».
En el club reinosano solo estuvo hasta el final de esa temporada. «Nos fuimos a vivir a Noja y allí buscamos un equipo para seguir practicando ciclismo». En ese momento en la localidad costera no había equipo, pero eso no detuvo a Ventoso. «Acabé entrenando con el equipo de féminas del Saunier Duval que estaba formado por cadetes y juveniles».
Fran no tardó en destacar sobre las dos ruedas. «De pequeño se me daba muy bien y ganaba todas las carreras hasta que llegue a infantiles. Ese año estaba Javier Cobo, el hermano de Juanjo, y ya empezó a ser más difícil conseguir la victoria». El último año de las escuelas corrió ya en el Club Ciclista Noja. «Después, a partir de cadetes, ya te mueves por los equipos dependiendo de la proximidad». Con catorce años «el ciclismo te gusta, ves las carreras y piensas: 'Ojalá algún día pueda ser profesional'». En cadetes «me costaban mucho los puertos. Estaba más bien gordito y me quedaba. La montaña siempre ha sido mi punto débil. En mi tercer año amateur me seguía costando, pero ese año quedé tercero en el Campeonato de España». Durante esos inviernos de amateur «trabajé. En el primero, de fontanero; y después, en una pala retroexcavadora». En el 2004 debutó como profesional. Así todo, «tengo claro que, de no estar en la bici, seguiría con una retroexcavadora». Al final, ganó la bicicleta.
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