Pedro Miera, un legado de sacrificio, trabajo y amor por los suyos
Pedro Miera González
Martes, 2 de diciembre 2025, 01:00
Pedro Miera representa el testimonio silencioso de una generación forjada en el sacrificio y la dignidad del trabajo. Siempre dijo con orgullo que, 'como Suances, ... no hay pueblo más bonito', y fue precisamente en ese lugar donde vivió una existencia marcada por el esfuerzo, el amor a los suyos y una profunda honradez.
La vida le golpeó pronto: con solo dos años perdió a su padre en un accidente, una ausencia que obligó a aquel niño a crecer demasiado deprisa. A los 12 años dejó la escuela para ayudar en casa. Repartía sus días entre el cuidado del ganado y la barbería Delgado, el negocio familiar fundado por su abuelo. Las jornadas parecían interminables: ordeño al amanecer, segar, atender el establo, cortar el pelo a los vecinos... y, en los pocos ratos libres, una conversación en los viejos bares El Montañés y Las Delicias.
Ya casado con Carmina y padre de tres hijos, Pedro se propuso ofrecerles aquello que él no pudo tener: estudios, estabilidad y oportunidades. Por ello decidió incorporarse a la fábrica Solvay, buscando la seguridad que el campo y la barbería no siempre ofrecían.
Su vida laboral se convirtió en un maratón diario: turno industrial y, al salir, el ganado y la barbería. Nunca protestó. Simplemente seguía adelante, sostenido por un sentido del deber inquebrantable.
Sencillo, honesto y trabajador, Pedro Miera deja la huella de un hombre bueno. Su vida es un homenaje a tantas personas anónimas que levantaron a sus familias con un esfuerzo silencioso
Con perseverancia logró comprar un terreno y construir una casa con vistas privilegiadas al mar, símbolo de una vida levantada a base de sacrificio y constancia. Al llegar la jubilación, cambió el ruido de la fábrica y las tijeras por la paz de la huerta: patatas, alubias, tomates, pimientos... La tierra volvió a ser su aliada cotidiana.
Pedro tuvo también dos grandes pasiones: la caza y la pesca. Recorrió los montes de Cantabria tras la sorda y viajó a Castilla en busca de la perdiz, siempre acompañado de sus perros. En las costas de Suances, la pesca completaba su felicidad: jargos, lubinas, pulpos... Cada jornada era una aventura.
Sencillo, honesto y trabajador, Pedro Miera deja la huella de un hombre bueno. Su vida es un homenaje a tantas personas anónimas que, como él, levantaron a sus familias con esfuerzo silencioso y con ello contribuyeron al bienestar del que hoy disfrutamos.
Más allá de lo material, su legado es un ejemplo perdurable de dignidad, sacrificio y amor por los suyos.
Pedro Miera González es hijo Pedro Miera.
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