Innovación social: el siguiente paso hacia la igualdad
Todavía hay techos que romper en el acceso a posiciones de liderazgo
En ciencia, resolver un problema es, sin duda, motivo de satisfacción, pero también suele ser el origen de nuevas preguntas. Así progresa el conocimiento y ... avanza la humanidad. Por otro lado, como les explico a mis estudiantes, la opinión debe de estar basada en la información. Por ello, voy a tratar de usar estas premisas para analizar la situación de las mujeres aquí y ahora. Debemos de celebrar que probablemente nos encontramos en el mejor momento de la historia y en uno de los mejores países para las mujeres. A pesar de que, desgraciadamente, en muchos países las mujeres aún están lejos de ver sus derechos reconocidos y respetados, en España hemos conseguido la igualdad teórica y legal que garantiza, entre otros aspectos, el acceso a la educación y nos abre las puertas a los puestos de responsabilidad. Esto es un logro muy importante conseguido gracias al esfuerzo y a la lucha de las generaciones que nos han precedido.
En España, en el curso 1985-86 la mitad de todos los estudiantes universitarios ya eran mujeres y han venido representando el 57% de los egresados. Si hace más de 30 años ya había igualdad, o incluso ventaja, sería razonable esperar que esa igualdad se hubiera trasladado al ámbito laboral y profesional. Los datos oficiales nos muestran que las mujeres aún tienen tasas en torno al 10% más bajas de actividad y de empleo además de recibir una remuneración que es, de media, un 23% inferior a la de sus compañeros hombres. Esta situación se da, con pocos cambios, en todos los sectores y ocupaciones (desde directoras y gerentes hasta peones). A esta brecha de actividad y de remuneración hay que sumar un techo. Y es que, si nos centramos en los puestos de liderazgo, de media, las mujeres ocupan poco más del 30% de los puestos directivos en las empresas. La situación en la Universidad, por referirme a un ámbito que me es muy próximo, es peor que la media. En el curso 2017-2018, el porcentaje de mujeres en el conjunto del personal docente e investigador era inferior al 42%, el porcentaje de catedráticas de universidad era sólo del 22,5% y el de Rectoras del 20,5%.
Por tanto, la evidencia empírica nos muestra que, a pesar de los innegables avances, aún hay brechas que cerrar y quedan techos que romper, especialmente en el acceso a posiciones de liderazgo.
Hay voces que sugieren que las mujeres ya tienen suficiente. Otras explican que las mujeres no avanzan más porque no quieren, porque eligen conciliar o no optar a determinados puestos. Puede que esto sea así en algunos casos, pero en otros muchos hay explicaciones un poco más complejas y hoy querría compartir con ustedes dos de ellas apoyándome en la evidencia empírica y científica.
Por un lado, está todo lo relacionado con los roles que la sociedad les asigna a las personas. Se espera que los hombres sean agresivos, asertivos, controladores y seguros de sí mismos y que las mujeres sean emocionales, dependientes y estén preocupadas por el bienestar de los demás. Estos roles reflejan las expectativas sociales sobre lo que mujeres y hombres, como grupo, hacen y debe hacer. El efecto, documentado desde edades muy tempranas, es que estos roles condicionan las decisiones y el comportamiento. Está igualmente documentado que cuando una persona se sale de lo que se espera de su rol, se siente amenazada por incumplir con el estereotipo asignado lo que afecta negativamente a su capacidad de decisión.
En el caso que nos ocupa, las posiciones de liderazgo están claramente asociadas al rol masculino. Por ello, las mujeres que ocupan esas posiciones sufren los efectos de la incongruencia entre su rol femenino y el puesto asociado al estereotipo masculino. Esta realidad está relacionada, entre otros factores, con el sesgo en las evaluaciones y el reconocimiento de méritos (para el mismo grado de productividad y méritos, la mujer es considerada menos competente) que afecta a designaciones y promociones desde la infancia. También explica que las mujeres opten menos a posiciones de liderazgo y se responsabilicen mayoritariamente de la conciliación familiar. A esta situación, se une la falta de referentes de liderazgo femenino. Las mujeres carecemos de ejemplos en los que mirarnos para orientar su carrera. ¿Cómo vamos a ser algo que no sabemos que podemos ser? En muchos casos también carecemos de mentores y otros apoyos lo que ralentiza y limita su carrera profesional.
Estas evidencias nos señalan el siguiente paso en el camino hacia la igualdad real. Hay que impulsar lo que podríamos llamar innovación social orientada al cambio de los estereotipos de género y a dar visibilidad al liderazgo femenino. El reto no es fácil, cambiar la sociedad no es sencillo ni rápido. Puede que las herramientas que tengamos sean imperfectas, pero tenemos conocimiento que nos puede ayudar a diseñar otras más adecuadas. Es la responsabilidad de nuestra generación dar un paso en esa dirección ya que la innovación social es, al menos, tan importante como la tecnológica.
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