Modesto Abascal y Segundo Gutiérrez, vecinos de Oreña (Alfoz de Lloredo) llevan cerca de sesenta años dedicadas a la extracción de la oca (alga o caloca) en la costa cántabra. Esta actividad suponía una fuente de ingresos extra para la economía doméstica que hoy apenas se practica.
Javier Rosendo
Sandra, Raúl Enzo, Mía y su perro Marea, una familia que apuesta por el futuro y la calidad de vida en Belmonte, un pequeño pueblo de Polaciones con solo nueve habitantes, once menos que en el año 2000.
Javier Rosendo
El balneario de Brezosa, hoy vestigio del esplendor que una vez iluminó el valle del Nansa, antaño fue refugio para quienes buscaban sanación en sus agua sulfurosas.
Javier Rosendo
Melín, vecino de Rozadío, recuerda con nostalgia los más de quince años que pasó trabajando en la discoteca El Cartucho, viendo como cada fin de semana se llenaba de gente de todos los rincones de Cantabria.
Javier Rosendo
Amador Sordo Odriozola posa junto a su perro en el puerto del Sable, en Val de San Vicente. Lleva desde los catorce años viviendo en la costa occidental de Cantabria. Hoy, a sus 72 años, ve con nostalgia de otras épocas como apenas hay ya pescadores en la zona.
Javier Rosendo
José Miguel Ruiz Baquero, párroco de Cabuérniga y Los Tojos desde 2011, posa junto al altar de la ermita de Correpoco, un tesoro cultural apenas conocido. La imagen es testimonio que congela el tiempo y nos permite trasladarnos a lugares únicos ya casi extintos.
Javier Rosendo
José Luis Morante vuelve cincuenta años después a Las Rozas, un antiguo barrio abandonando en el monte de Ucieda. Sentado junto a la cabaña Ju la Collá, recuerda sus vivencias de infancia cuando iba con su padre a segar.
Javier Rosendo
Concepción Fernández , la última habitante nacida en Llendemozó (Cabuérniga) observa con melancolía los vestigios de su pueblo que desapareció hace más de sesenta años. Hoy, entre ruinas, solo queda el recuerdo de un paisaje que en otro tiempo vibraba de vida y esperanza.
Javier Rosendo
Hilario Rojo y Cesáreo Gutiérrez, ambos de 89 años, son antiguos trabajadores de las minas de Udías ahora abandonadas. En la entrada de una galería evocan las duras vivencias en aquellos años en los que la extracción de zinc, blenda y galena era su medio de vida.
Javier Rosendo
Román Barona, que tuvo la oportunidad de trabajar en el pozo Tresano, observa los motores de arrastre que formaron parte de la vieja mina de sal fundada en 1877 en Cabezón de la Sal. En 1982 se cerraron estas instalaciones tras los hundimientos que hubo en la villa.
Javier Rosendo
Las ventas, como la de Tajahierro, eran hospedajes que forman parte de la seña de identidad del territorio. Fue construida en 1895 en el puerto de Palombera, donde ahora solo quedan los restos de una lugar lleno de historia y recuerdos.
Sara Gutiérrez, vecina de Villanueva de la Peña (Mazcuerras), de 90 años, vive desde 1968 al lado de la torre de Hoyos, un edificio señorial que fue reconstruido en la primera mitad del siglo XVII.
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