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pilar g. ruiz | daniel martínez
Jueves, 15 de junio 2017, 18:18
Los habitantes del número 10 de la calle San Rafael están convencidos de que el incendio que ayer afectó al edificio en el que viven desde hace meses fue intencionado. «Eran dos chavales que subieron con un perro, prendieron fuego a la casa y salieron corriendo. Les vi perfectamente», explicó desde la acera uno de los afectados prefiere no dar su nombre, que cuando se percató del fuego salió a la calle y se encargó de avisar a los bomberos. Las llamas no causaron daños personales, pero sí calcinaron dos de las viviendas de un bloque prácticamente vacío. Los únicos vecinos son los okupas que, según su propio testimonio, están asentados en tres viviendas. En la que se inició el siniestro solían estar tres jóvenes que en el momento del suceso no se encontraban en el lugar.
El fuego comenzó alrededor de las 17.30 horas en la tercera planta y provocó gran nerviosismo entre los vecinos de la zona de la calle Alta de la capital por su espectacularidad. Junto a las llamas que salían por la ventana, el incendio originó una gran columna de humo negro que se pudo ver desde diversos puntos de la ciudad. «Los bomberos que han intervenido nos han comentado que en la vivienda había gran cantidad de desperdicios», detalló el responsable de una de las patrullas que se personó en el edificio.
Las mismas fuentes policiales confirman que las tres viviendas con residentes habituales estaban cuidadas y en buen estado, pero el resto eran puntos de consumo de drogas y estaban muy sucias, lo que dificultó las labores de extinción. «Es uno de esos edificios que quedaron a medio construir con la crisis económica y desde entonces viene mucha gente por aquí. Unas con buenas intenciones y otras con no tan buenas», comentó un vecino del portal anexo, que no sufrió ningún daño.
Mientras los bomberos controlaban el incendio, Jonathan Gabriel y el grupo de jóvenes todos rondan los 20 años con el que vivía en el 10 de San Rafael esperaban sentados en un banco y rodeados de sus objetos personales. A ellos sí que les dio tiempo a rescatar «las cosas de más valor». Una guitarra, el reproductor de DVD, algo de ropa, portátiles... «Estaba echando la siesta y noté que olía a humo. Levanté las alfombras y los cojines del sofá por si se había caído una colilla, pero no vi nada. Entonces ya me di cuenta de lo que pasaba», concretó. Gabriel avisó a sus compañeros, cogió a su perra Mía y algunas pertenencias que encontró a su paso y salió corriendo a la calle, donde a los pocos minutos se concentró una gran cantidad de curiosos, que advertían de que esta «no es la primera vez que prenden fuego». Ya ha ocurrido en tres ocasiones, ninguna con consecuencias tan graves.
«Buscaremos otro sitio»
Con el susto todavía en el cuerpo, su mayor preocupación es saber dónde van a pasar la noche. Aunque su piso ha sufrido muy pocos daños sólo se vio afectado por el humo, la Policía Local de Santander les comunicó que procederán a tapiar el portal para que los okupas no vuelvan a entrar al edificio. «Si no podemos estar aquí tendremos que buscar otro sitio. Lo que es seguro es que el Ayuntamiento no nos va a dejar un sitio en el que quedarnos», se lamentaba Jénnifer Gutiérrez, compañera del anterior.
Poco después, bajo el puente de la calle Jerónimo Sainz de la Maza, se detectó otro pequeño foco que también pudo ser controlado. Como señalaron los bomberos, «es una zona en la que se localizan personas sin hogar que prenden fuegos con distintos materiales».
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