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A los vecinos de la calle Carlos Pondal se les ha acabado la paciencia y han exigido al Ayuntamiento de Torrelavega que ponga fin ... a «la suciedad y el abandono» en el que está sumido el vial, que une el centro de la ciudad con el campo de fútbol de El Malecón. La zona se denomina Mies de Vega y está pendiente de desarrollo urbanístico desde hace varias décadas. La calle lleva el nombre del empresario, ya fallecido, que era propietario de los terrenos, hoy destinados a huerta en muchos casos.
En la confluencia con otro vial, Teodoro Calderón, hay varias casas unifamiliares y en una de ellas nos recibe Miguel Ángel Alonso, que nos explica el por qué de su enfado con el Consistorio: «Aquí las ratas se comen a los gatos. Hay suciedad por todas partes y no nos hacen caso». «Cuando he ido a denunciarlo -explica- me dicen que es privado, pero, sin embargo, resulta que es privado para unas cosas y para otras no. Yo tengo que pagar un vado para poder entrar y salir de mi casa con el coche. Además, si es privado tendrán que exigir al dueño que respete las normas de convivencia y lo limpie, o que lo limpie el propio Ayuntamiento y después le pase la factura».
Alonso muestra setos que impiden el paso de los peatones, restos de basura por el suelo, excrementos de perro... A él no le preocupa tanto que la calle no tenga aceras o que se haya convertido en un aparcamiento disuasorio junto al casco urbano: «Me preocupa más la basura que queda entre los coches y que la alcantarilla se atasca cada vez que llueve y se inunda todo», apunta.
Miguel Ángel Alonso | Vecino
Otro vecino, Francisco San Emeterio, critica asomado a la ventana de su casa que ellos pagan «impuestos de primera» y, sin embargo, reciben servicios «de tercera o de quinta». «Aquí vienen a limpiar cada mucho tiempo -añade- y porque se les llama, y sólo limpian una parte, como si hubiera una frontera. Esta es una zona totalmente olvidada. Ya lo era cuando nací, que sólo pasaban carros, y lo sigue siendo ahora».
Dámaso vive en otra calle, Leonor de la Vega, pero en Carlos Pondal tiene una huerta y también se queja de la suciedad que hay en ella: «Aquí hay muchas ratas por la noche. Yo las dejo todos los días una o dos pastillas de veneno. Voy a ir al Ayuntamiento a decirles que lo limpien».
A unos 200 metros se encuentra el popular edificio inacabado de Mies de Vega, convertido en otro foco de suciedad. Pasan las décadas y el viejo inmueble ilegal continúa ahí, erguido, convertido en un símbolo del urbanismo de tiempos pasados, cuando algunos constructores trataban de regularizar sus obras siguiendo la política de hechos consumados. El que levantó este esqueleto fantasma fuera de ordenación, cerca del centro de Torrelavega, no tuvo éxito y los vecinos del entorno esperan que sea derruido por fin cuando entre en vigor el nuevo Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) del municipio, algo que se espera ocurra antes de finalizar esta legislatura.
Francisco San Emeterio | Vecino
Pero los vecinos del entorno no lo tienen tan claro. José María González, Chema, que reside en la calle José Pedraja, ya jugaba de niño en el edificio sin terminar y comentaba recientemente el por qué de su desconfianza: «Ahora está todo tapiado, pero los chavales siguen metiéndose en la obra con el peligro que ello conlleva, porque hacen el tonto y suben hasta la última planta». Él también se quejaba del abandono del entorno: «En el edificio hay grafitis y parte de la grúa sigue ahí tirada, pero la finca de al lado ya ves como está, llena de zarzas, ratas, basura y chatarra para dar y tomar».
En la misma calle también llama la atención otra obra sin terminar, la de la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús, pero ésta está mejor atendida. La empresa de asfaltados ESE 12 donó en 2012 a la Fundación Santa Marta, dependiente del Asilo de Torrelavega y propietaria del templo, la urbanización exterior del mismo. Pese a estar casi terminada desde hace casi dos décadas, la iglesia sigue sin abrirse al culto. En la inauguración de la urbanización exterior se rindió un homenaje póstumo a monseñor Teodosio Herrera, impulsor del templo. La obra se aprovechó para dotar al edificio de servicios como los de alumbrado y seguridad. También se procedió a realizar labores de limpieza.
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