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Foto: Andrés Fernández - Vídeo: Héctor Díaz
Santander

Un relato en piedra

El cementerio de Ciriego, ante la festividad de Todos los Santos, retoma los recorridos artísticos y arquitectónicos que invitan a descubrir su patrimonio

V. LEMAUR

Domingo, 30 de octubre 2011, 10:34

Un espacio de muerte es en realidad un relato de vida. Un cementerio tiene algo de biblioteca: ambos están habitados por muchas historias. Ciriego, el camposanto municipal santanderino, no es una excepción. Un paseo por sus manzanas desvela nombres con historia, arquitecturas simbólicas y rincones y retazos del pasado. Este parque del recuerdo, más allá del culto o la devoción, de la ceremonia y la evocación, es también una ciudad que permite recorrer sus calles en un itinerario histórico artístico.

«La eternidad de la piedra», como reza el folleto editado por Cementerio Jardín para informar de las singularidades de Ciriego, invita a redescubrir un patrimonio de detalles escultóricos, monumentos funerarios, panteones que el tiempo, el azar o el propio descuido han derivado en caprichosas formas, más las huellas de arquitectos y marmolistas, hasta configurar un verdadero museo alternativo.

Con motivo de la celebración el próximo martes de la festividad de Todos los Santos, Ciriego acoge de nuevo una serie de itinerarios artísticos y arquitectónicos. Esta hoja de ruta a través del patrimonio funerario -las visitas comenzaron tímidamente hace cinco años- subraya las edificaciones de mayor interés del camposanto y las personalidades ilustres enterradas, y hace hincapié en «la necesidad de preservar y conservar ese patrimonio histórico artístico funerario».

El fin, sostiene el arquitecto Domingo de la Lastra, es que el cementerio pueda admirarse «como un lugar de interés en cuanto a su arquitectura, escultura y artes decorativas, divulgando su historia y muy variada riqueza patrimonial».

En las visitas al camposanto han pasado alrededor de 140 personas. La curiosidad ha hecho que el número de participantes haya experimentado un incremento constante en cada una de las dos convocatorias anuales que realiza el Ayuntamiento, de forma que mientras el primer año su número apenas llegaba a la decena, este año se ha duplicado.

En realidad, adentrarse en Ciriego es atravesar la puerta a otra dimensión en donde no corre el tiempo y el silencio se abre paso entre las calles de este camposanto que atesora un notable patrimonio.

Los relieves del escultor Jesús Otero, por ejemplo, conviven con originales representaciones simbólicas, caso de ese avión sobrevolando un globo terráqueo que corona la tumba del director de la fábrica de aeroplanos de Cataluña, Salvador Hedilla; o la pequeña iglesia bizantina de la familia Pardo, o el panteón a modo de moderno barco cortando el viento, de la familia Malo Mateo, exponente de una arquitectura contemporánea frente a los ejemplos de modernidad clásica. De este modo, construcciones llenas de boato se entremezclan con columnas truncadas y antorchas invertidas que simbolizan el final de la vida, representaciones de la Virgen del Carmen como intercesora entre el mundo de los vivos y el más allá, símbolos marineros, o una rosa de los vientos en una suerte de museo al aire libre. No faltan el reloj de arena y las arpas del 'tempus fugit'.

La convocatoria municipal tiene una respuesta creciente. Muchos ciudadanos (hoy, por ejemplo, las visitas están dedicadas especialmente al patrimonio arquitectónico contemporáneo) han empezado a descubrir en Ciriego esa historia paralela complementaria a la de la ciudad, desde la tumba de la bailaora Carmen Amaya y las leyendas negras que la rodean, al nicho de un actor de La Barraca, Rafael Rodríguez, Rapún, que fue amante del poeta Federico García Lorca.

Lápidas que cuentan historias, detalles ornamentales, iconografía marinera, guiños arquitectónicos al mar, columnas truncadas, ángeles custodios, relieves... El eclecticismo es una de las señas de identidad del paisaje funerario santanderino en el que se aprecian los trabajos de arquitectos como Miguel Doncel, Alfredo de la Escalera o Javier González Riancho.

La necrópolis santanderina, en la que reposan más de 168.000 personas, tiene su origen en 1881, fruto de un proyecto de Casimiro Pérez de la Riva, aunque fue inaugurada cuatro años después. En 1893, tras la supervisión del arquitecto municipal Joaquín Ruiz Sierra, y la modificación del plano original debido a los problemas que presentaba el terreno, el cementerio emprendía su espacio de futuro: Esa planta de cruz en su espacio central y el entramado de calles que muestra en el presente.

Los grupos heterogéneos responden a la curiosidad, el interés histórico, la búsqueda del dato concreto o el interés en asociar aspectos y recuerdos históricos de Santander. Como reflejo de ello las inquietudes son dispares aunque predomina el deseo de conocer las localizaciones funerarias de personalidades históricas (el Panteón de Ilustres es el más conocido con Manuel Llano, José Hierro o Antonio Quirós, entre otros , y una sola mujer, Sor Ramona Ormazábal,) o certificar in situ la huella de un detalle arquitectónico o escultórico del que se ha oído hablar a menudo.

Patricia Gómez, historiadora del arte y guía del cementerio, asegura que no existe un perfil que defina a los que se acercan a la necrópolis, aunque «no cabe duda de que algunos lo hacen por morbo». Además, apunta que las visitas han constituido «un antes y un después en el aspecto decorativo del cementerio». La principal consecuencia es que «muchas familias se afanan en mantener más limpios y decorados los enterramientos».

Certificado

Además, Ciriego ha obtenido este año la certificación de Itinerario Europeo de Cementerios, lo que igualará al camposanto santanderino a algunos de gran renombre y con gran nivel arquitectónico como el mítico recinto Père-Lachaise, de París, o el de Staglieno, en Génova. Entre los enterramientos curiosos, Patricia Gómez destaca el humilde monolito levantado por la familia sobre las tumbas de Esteban y Jesús Villarrenaga, dos hermanos buzos fallecidos en la segunda explosión del Cabo Machichaco. Sobre esta tumba, que está situada en la esquina de la manzana 83, estaba proyectado construir un monumento cuyo proyecto, a pesar de los muchos años transcurridos, nunca se desarrolló. Otra sepultura singular es el de Jesús Piedra, joven panadero que fue asesinado en 1930 durante una revuelta producida en una huelga general con motivo del advenimiento de la II República. Durante diez años sus restos permanecieron en un osario común hasta que debido a la mala situación económica de la familia, un concejal del Ayuntamiento de Santander solicitó que se otorgase gratuitamente y a perpetuidad una sepultura y se autorizase a levantar un monolito en defensa de la causa de la libertad. Por ello se le concedió un terreno en la manzana 1, una de las más caras del cementerio.

González-Riancho, Ramón Casalí o Mariano de la Lastra son sólo algunos de los arquitectos y creadores que firman los principales monumentos más valiosos del recinto.

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