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Al final del partido los componentes de la plantilla se abrazaron como muestra de alegría por la clasificación. / M. de las Cuevas
RACING

«Ayer te vi que subías por la Alameda primera »

El Racing se mete en las semifinales de la Copa del Rey por primera vez en su historia Remontó un partido que se le complicó en la primera parte

F. FERNÁNDEZ-CUETO

Viernes, 1 de febrero 2008, 18:36

¿Vaya partido! Después de encajar dos goles en la primera parte que dejaban la eliminatoria absolutamente en el aire, el Racing consiguió marcar tres en la segunda para echar por tierra las ilusiones de remontada de un Athletic que tuvo opciones hasta que los hombres de Marcelino se quitaron los complejos y fueron, una vez más, los de siempre. Al final, el empate -¿qué más da el resultado?, lo importante era pasar- permitía a los cántabros acudir a su cita con la historia. Nunca en sus casi cien años había conseguido llegar a unas semifinales de Copa, Ayer, en el campo copero por excelencia, escribió una página gloriosa.

Pero las cosas no fueron sencillas. En absoluto. De todas las premisas con que el Racing había afrontado el partido sólo cumplió una: aguantar los primeros minutos con su portería a cero. El resto, todo un fiasco. Y eso que el Athletic no hizo nada del otro mundo o, al menos, nada que no entrara en todas todas las previsiones.

Los hombres de Marcelino, más presionados que de costumbre, apenas conservaron durante un cuarto de hora el estilo que les está permitiendo completar una gran temporada. En ese tiempo, el Athletic permaneció en su campo, muy lejos de la portería de Coltorti, justo en el lugar en el que le quería tener el Racing. Pero, como también era previsible, con el paso del tiempo, los bilbaínos fueron adelantando sus líneas, aunque seguían llevando más bien poco peligro a la portería verdiblanca.

Sin embargo, en dos acciones a balón parado, todas las previsiones de los cántabros se fueron al traste. Amorebieta, al rematar de cabeza una falta sacada desde la derecha, e Iñaki Muñoz, al transformar un penalti, consiguieron lo que parecía un imposible: igualar la eliminatoria.

Los dos goles encajados en poco más de cinco minutos dejaron fuera de juego al Racing y también al Athletic. Y es que ninguno de los dos parecía tener un plan para afrontar lo que había ocurrido tras los 25 primeros minutos de juego. Unos, los vizcaínos, porque haciendo bien poco, habían dejado la ventaja de los cántabros en nada y éstos, porque no sabían cómo afrontar un partido que nunca pensaron tener tan en contra.

Nuevo guión

Así, tras los dos tantos del Athletic, ambos equipos se dedicaron, casi, a dejar pasar los minutos para llegar al descanso y que, ya en el vestuario, fueran los entrenadores los que dieran las nuevas directrices a seguir y diseñaran un nuevo guión para un partido trabado, emocionante y extraño.

Y debió ser Marcelino el que con más claridad se lo explicara a los suyos, porque el Racing saltó al césped convencido de que la eliminatoria, fuera como fuera, tenía que caer de su lado. La fórmula elegida por el entrenador racinguista no por simple dejó de ser efectiva: ser los de siempre.

Así, desde el mismo inicio de la segunda parte, el equipo santanderino se fue decididamente a por el partido. Comenzó a presionar a los bilbaínos, a mover el balón con mayor celeridad, a buscar las bandas, a poner una marcha más en sus acciones ofensivas es decir, el Racing recuperó el juego que le había permitido llegar con cierta brillantez hasta esta eliminatoria y, además, estar situado en puestos europeos en una magnífica Liga.

Y, como era de esperar, con el Racing en su papel y con el Athletic viviendo sólo de su incuestionable casta y del aliento de sus aficionados, las diferencias que existen entre ambos conjuntos salieron a relucir. Duscher, a las primeras de cambio, echó un jarro de agua muy fría sobre las repletas gradas de San Mamés. Poco importó que apenas unos minutos después Susaeta mantuviera encendidos los rescoldos de una ilusión que parecía apagarse por momentos. El Racing era el de siempre y eso bastaba, tal y como quedó claro con el gol de Tchité, el que ponía imposible la eliminatoria para loos vizcaínos, o con el de Serrano que redondeó una noche mágica y que, además evitó una derrota que, visto lo visto, habría sido absolutamente injusta. Pero poco importaba ya. El Racing estaba en las semifinales de la Copa del Rey. Estaba haciendo historia en una competición en la que hasta ayer sólo había desempeñado un papel de mera comparsa y en la que ahora vive un sueño precioso o quizá, quién sabe, una realidad merecida.

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