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Ricardo Muñoz Suay presenta su ponencia. A su lado José Gutiérrez Maesso, Juan Antonio Bardem y Luis García Berlanga.
Las Conversaciones de Salamanca

Las Conversaciones de Salamanca

Las jornadas celebradas en la ciudad castellana entre el 14 y el 19 de mayo de 1955 contribuyeron a reactivar una producción española que hasta entonces vivía de espaldas a la realidad

Boquerini .

Jueves, 21 de enero 2016, 11:12

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"El cine español es políticamente ineficaz, socialmente falso, intelectualmente ínfimo, estéticamente nulo e industrialmente raquítico". Este manifiesto de guerra lanzado por Juan Antonio Bardem encendió las famosas Conversaciones de Salamanca, unas jornadas sobre el estado del cine español celebradas en la ciudad castellana entre el 14 y el 19 de mayo de 1955.

A principios de los años 50, el fin del aislamiento internacional que sufría España abrió tímidamente la cinematografía española a las nuevas corrientes internacionales. El neorrealismo italiano triunfaba en nuestras pantallas y muchos cineastas comprueban alarmados como el cine español, dominado por acartonados melodramas históricos, comedias intrascendentes y películas religiosas 'de estampita', vivía de espaldas a la realidad: "El cine español no tiene problemas porque ha renunciado a ser testigo de nuestro tiempo" recogían las revistas de la época.

Las Conversaciones fueron propuestas por el Cine Club Universitario de Salamanca, que dirigía Basilio Martín Patino. Tres miembros del cineclub viajan a Madrid para buscar como montar la infraestructura para ello, entrando en contacto con el equipo de la revista 'Objetivo', que analizaba el cine, y particularmente el español desde posiciones muy críticas. Los productores Ricardo Muñoz Suay y Eduardo Ducay, miembros destacados de la publicación, junto a Juan Antonio Bardem y Paulino Garagorri (que estaban en su consejo de redacción) redactan un llamamiento para analizar la situación del cine español, que consensuan con sectores católicos y falangistas progresistas relacionados con el cine. Aquella convocatoria se publica a partir de febrero de 1955 en diferentes revistas cinematográficas como 'Signo', 'Cinema Universitario', 'Alcalá' y la citada 'Objetivo'. El éxito acompaña a la convocatoria, logrando esquivar las numerosas trabas de la administración franquista y contar con numerosos apoyos de todo tipo.

A partir del 14 de mayo de aquel año (fecha significativa porque era el aniversario de la primera proyección pública de Cinematógrafo Lumière en España), se reúnen en Salamanca cineastas, críticos e intelectuales de muy distinto signo. Allí estaban desde comunistas como Juan Antonio Bardem o Ricardo Muñoz Suay, católicos progresistas como José María Pérez Lozano o José María García Escudero, franquistas como José Luis Saénz de Heredia, falangistas como Marcelo Arroita-Jáuregui, republicanos como Antonio del Amo o el historiador Manuel Villegas López o independientes como Martín Patino, Luis García Berlanga o Carlos Saura. Llegan también personalidades cinematográficas internacionales como el representante de 'Cahiers du Cinema' Jacques Doinol-Valcroze y el cineasta portugués Manoel de Oliveira. El franquismo había vetado numerosas presencias extranjeras como las del historiador francés George Sadoul o el guionista italiano Cesare Zavattini. Todos ellos, reunidos bajo la cobertura de la Universidad de Salamanca, cuyo rector, Antonio Tovar, también participó en las Conversaciones. Paralelamente a los seis días de discusiones oficiales, se desarrollaron conferencias a cargo de Fernando Lázaro Carreter o Fernando Fernán Gómez y se proyectaron diferentes películas, sobre todo neorrealistas italianas, que nunca habían llegado a España. Merece la pena destacar el estreno de 'Muerte de un ciclista', de Juan Antonio Bardem, que acababa de ganar el Premio FIPRESCI en Cannes y que aún no se había podido estrenar entre nosotros.

Un cine pobre

Se llegó a la conclusión de que el español era un cine pobre, por lo que interesaba que se realizara aprovechando los bajos presupuestos. Además, debía convertirse en un cine nacional capaz de romper con el aislamiento internacional de España, por lo que era imprescindible que en las películas se apelara, además de a la tradición realista, al humanismo de aquellas jornadas.

En el manifiesto final para el que se buscó siempre el consenso que presidió las Conversaciones, podía leerse: "El cine español ha muerto. Viva el cine español". En él se hacían una serie de recomendaciones partiendo del hecho de que el cine era un valor cultural de primer orden. El cine debía reflejar la situación por la que estaba pasando el hombre español, sus conflictos y su realidad tanto en épocas anteriores a los años 50 como en éstos. El Estado debía plantear una política congruente con sus principios, de manera que las ayudas económicas se efectuasen sobre películas de calidad artística, siendo éstas las que tendrían que recibir el "interés nacional": La "calidad artística" y el "interés nacional" tendrían que ser entendidos como sinónimos. Se pedían unas reglas claras de censura que determinasen qué temas y/o asuntos eran los "inabordables", pero lo suficientemente amplias para que se pudieran llegar a afrontar los temas más trascendentales. Además se pedía que la censura no hiciese distinciones entre el cine nacional y el extranjero. La censura moral sólo podría ejercerla la Iglesia y ningún organismo oficial estaría autorizado para cambiar los dictámenes de la misma. Por último se exigía la necesidad de una crítica "honrada y libre" y la creación de una Federación de Cineclubs.

Los resultados las Conversaciones de Salamanca se vieron en los años sucesivos: Películas de Bardem, Berlanga, Marco Ferreri o Fernán Gómez comenzaron a tocar temas más sociales; García Escudero llegó a la Dirección General de Cinematográfica y propició un nuevo cine español que, de alguna manera tocase temas más próximos, y logró que desde la Escuela Oficial de Cinematografía una nueva generación de jóvenes cineastas llegasen a la profesión.

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