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Una octogenario se prepara para 'dar cuenta' de una hamburguesa. G.A.
Dieta y cerebro

Dieta y cerebro

Dos procesos mentales son muy sensibles a la alimentación: la depresión y la demencia asociada a la edad

Domingo, 27 de abril 2025, 18:39

El pasado jueves disfruté de la compañía de numerosos amigos y amigas en la presentación de mi último libro 'La hipótesis de los dos cerebros' que tuvo lugar en el Colegio de Médicos de Cantabria. Y, por supuesto, hablé del tema que vengo reiterando en los últimos artículos: la importancia de la alimentación saludable en la prevención y el tratamiento de las alteraciones de nuestro cerebro. La razón de mi insistencia se debe a la constatación de que mucha gente asume con naturalidad la importancia de la alimentación en relación con la diabetes, la enfermedad cardiovascular o algunos tipos de cáncer, entre otras muchas enfermedades orgánicas, pero casi nadie tiene en cuenta el papel fundamental que juega la alimentación en los problemas mentales, que afectan, en su conjunto, a casi el 30 por ciento de los españoles.

En especial dos procesos mentales son muy sensibles a la alimentación: la depresión y la demencia asociada a la edad.

En primer lugar, en las dos situaciones puede darse una desnutrición, lo que se ve agravado en las personas mayores por la tasa de soledad de personas mayores que se da en nuestro país (más de cuatro millones de mayores viven en soledad).

En segundo lugar, se encuentra en problema del estado inflamatorio de bajo grado que juega un papel muy importante en las alteraciones mentales. Es un proceso general. Por ejemplo, la diabetes tipo 2 del adulto se debe a un estado inflamatorio generalizado a causa de la existencia de una resistencia del organismo a la acción de una hormona que es la insulina. Y la depresión es un estado inflamatorio generalizado cerebral a causa de la existencia de una resistencia del cerebro a la acción de una hormona que es el cortisol. En ambos casos, además de la medicación adecuada y de otras actuaciones clínicas, se precisa el seguir una dieta antiinflamatoria.

Hay que atender a cuatro pilares. En primer lugar, un buen aporte de vitaminas y minerales mediante la ingestión de algo de fruta y de verduras en todas las comidas del día. En segundo lugar, procurar mantenernos en el peso que nos corresponda. En tercer lugar, aportar alimentos antiinflamatorios de los que los principales son las grasas omega tres de origen animal, que abundan en los pescados grasos o azules, en carnes criadas en los prados y los montes y en huevos de gallinas de campo. Las grasas omega tres de origen vegetal tienen poco efecto a nivel cerebral. En cuarto lugar, alimentar y reponer nuestra flora intestinal, esa ganadería microscópica que vive y pace en nuestro interior y que tanta influencia tiene en nuestra salud mental y general.

Para mantener una microbiota sana tenemos que proporcionar el principal alimento de estos microorganismos que es la fibra vegetal (verduras, legumbres y cereales integrales). Pero también tenemos que ir reponiendo los bichitos que se van muriendo, eso se consigue con los alimentos fermentados, como quesos, yogures naturales, coles fermentadas, encurtidos artesanales no industriales, y por supuesto, ese maravilloso alimento fermentado que son las anchoas.

Para mí, el plato antioxidante por excelencia consistiría en una ensalada completa a base de verduras de la tierra a la que le añadimos unas anchoas troceadas y un poquito del aceite de la lata.

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