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Ansola

El asesino de las tres cruces

Leyendas de Cantabria ·

Un crimen sin testigos pero con todo lujo de detalles atemorizó a Torrelavega en una leyenda urbana clásica

Aser Falagán

Santander

Sábado, 9 de octubre 2021, 07:35

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Afueras de Torrelavega. Un autobús avanza con parsimonia en un día nublado. Dentro, varias decenas de escolares. De pronto, el motor se para. No pasa ningún otro vehículo por la carretera, de modo que tres de las niñas deciden ir a buscar ayuda mientras los profesores se quedan al cuidado del resto de jóvenes. La ciudad está ya cerca, pero más cercana aún parece la casa que se alza sobre una loma. Las niñas, o no tan niñas, suben con decisión la colina y ganan la cima.

Poco les importan las historias que se cuentan sobre el caserón incrustado sobre el promontorio al este de la ciudad; historias sobre un huraño morador que recibe con violencia a las visitas y del que se ha llegado a decir que ataca a todo aquel que ronda por las inmediaciones. Que incluso ha llegado a asesinar a varias personas, gesta que celebra grabando una cruz en su puerta por cada una de las víctimas. Ajenas al riesgo, siguen adelante en la oscuridad y cuando ganan el alto para llegar a la casa ni siquiera advierten que, efectivamente, la puerta tiene grabadas varias cruces.

Llaman a la puerta. Un hombre de mediana edad abre, las saluda con amabilidad y escucha su historia mientras las invita a pasar para pedir ayuda por teléfono. Justo al descolgar el auricular, una de ellas descubre que algo no marcha bien: el altavoz no emite tono. Observa aterrada que el cable está arrancado de cuajo de la pared. Ya es demasiado tarde. Ni siquiera tiene tiempo para advertir a sus amigas o intentar huir. Un enorme hacha le impacta mientras trata de darse la vuelta. Inmediatamente sus dos confiadas compañeras corren la misma suerte, desarmadas ante el sorprendente ataque.

Mientras, los demás esperan en el autobús. La noche se echa encima y cuando ven surgir una figura de la oscuridad sonríen aliviados e incluso abren la puerta delantera para que pueda acceder al interior. Pronto el gesto de los profesores cambia al descubrir al hombre con un hacha ensangrentada. Sin tiempo para reaccionar, tanto el conductor como los cuidadores caen mortalmente heridos. Atrapados en una ratonera, los niños son las siguientes víctimas del psicópata.

Terminada la matanza, el asesino regresa a la tétrica casa satisfecho de una hazaña muy especial. Tanto como para evolucionar su costumbre de marcar cruces en su puerta para dar un paso más allá y plantar tres grandes cruces sobre el césped en macabro honor a las niñas, olvidándose del resto, y regresar así esquiva vida habitual de ermitaño. Ya anciano, el asesino del Alto de las Tres Cruces continúa al acecho. Llamar a su puerta es sinónimo de una muerte segura. Y de una nueva cruz en su puerta. O incluso, si el episodio es lo suficientemente memorable, la ocasión perfecta para clavar una cuarta sobre el césped.

Pocas leyendas urbanas son tan fáciles de desmontar, máxime cuando se trata de un hecho tan truculento que hubiera acaparado portadas en la prensa, pero del que no existe ninguna constancia. Nada de eso ha impedido que cale con fuerza entre los adolescentes de Torrelavega la más novelada y truculenta de las abundantes historias que rodean el Alto de las Tres Cruces. Es a su vez la más extendida, intrínsecamente unida a un promontorio cuya propia denominación explica de forma mítica, pero también una narración de nuevo cuño, desconocida para la mayor parte de las generaciones más antiguas.

También ha ayudado a que perdure y se extienda el desconocimiento general de la procedencia de las tres cruces, que ya estaban allí en la primera mitad del siglo XX y cuyo significado y origen desconocen incluso los propietarios de las tierras y la casa que se levanta sobre ellas. Entre los sucesivos dueños estaban unos hermanos que heredaron la finca de sus padres y antes de venderla no solo la explotaron, sino que renovaron unas cruces ya en muy mal estado, pero sin saber cuándo o por qué se instalaron las originales. La zona incluso ha sido vandalizada en alguna ocasión, para enfado de los propietarios.

Pero la mayor falla de la historia es que según el relato no hay supervivientes, de modo que si el asesino mató a todos los testigos y alguien le cuenta la historia, solo hay una respuesta posible: se encuentra ante el asesino de las cruces.

Post Data

La tenebrosa fábula responde a la perfección al clásico de leyenda urbana. Explica una realidad cotidiana cuya procedencia se desconoce, tiene un propósito moralizante y guarda cierto poso de misterio e inconcreción. Se localiza 'hace años' y 'en la carretera', de noche, con mal tiempo... Y eso es por algo: en realidad se trata de un trabajo de instituto en el que el profesor encargó a sus alumnos precisamente eso: crear una leyenda urbana.

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