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Un autogobierno que se gestó hace dos siglos

Bicentenario. En el contexto del Trienio Liberal, un 28 de junio de 1820 se dio a conocer a los 'montañeses' la instalación de la primera Diputación Provincial de Santander

José Luis Pérez

Santander

Domingo, 5 de julio 2020, 08:01

La consecución para Cantabria del Estatuto de Autonomía en 1981 en el marco de la Constitución de 1978 representó una rúbrica a las viejas aspiraciones de autogobierno cuyos antecedentes nos retrotraen a los siglos XVII y XVIII. Un hito trascendente en este recorrido fue la «instalación» de la primera Diputación Provincial de Santander, decisión que se dio a conocer a los «montañeses» un miércoles 28 de junio de 1820, hace exactamente dos siglos, como recuerda el investigador y profesor de Historia del Derecho de la Universidad de Cantabria Manuel Estrada Sánchez.

Cantabria festeja cada 28 de julio el Día de las Instituciones, conmemorando la iniciativa de la Junta de la Provincia de los Nueve Valles que tuvo lugar en Puente San Miguel (antes Bárcena de la Puente) en 1778, 42 años antes de que realmente la unidad territorial que aproximadamente coincide con el ámbito geográfico de la comunidad autónoma adquiriese una entidad jurídica propia.

En la Edad Moderna, estos territorios se conocían indiferentemente con el nombre de Montañas Bajas de Burgos, Peñas al mar o Montaña de Santander. A modo de antecedentes que fueron allanando el camino para que fraguase la idea de crear un cuerpo de provincia hay que volver la mirada a la Junta de las Cuatro Villas de la costa, que en 1727, durante el reinado de Felipe V, trató de crear una unión de diferentes jurisdicciones que fracasó. Aunque se buscaba imitar modelos vecinos, faltó el respaldo suficiente de valles y territorios y afloró una sentida rivalidad entre Santander y Laredo por imponer su posición preponderante. Los concejos, con amplia representación de hidalgos en su seno, empezaron a organizar sus propias instituciones para defenderse de los abusos de la corona.

Dos fechas que no se pueden pasar por alto en todo este proceso son la de 1754, cuando se creó la Diócesis de Santander, y la de 1755, cuando la actual capital regional recibió el título de ciudad.

Nueve Valles

El historiador debe volver a la iniciativa de los Nueve Valles porque, aunque la unión fue aprobada por el Consejo de Castilla el 22 de noviembre de 1778, sus Ordenanzas nunca fueron ratificadas por el monarca Carlos III, que aprovechó la imagen de división para mantener un férreo poder centralista. Nuevamente se cruzaban los intereses y chocaban las contradicciones entre dos modelos, el mundo urbano y el rural, es decir, el de Santander y su burguesía (volcada y enriquecida con el comercio del puerto con Indias) y el de la hidalguía rural.

En 1799 tuvo lugar la creación de la Provincia Marítima de Santander y se diseñó una demarcación fiscal en torno a la recién nombrada ciudad de Santander, que permitía una cierta desvinculación de Burgos.

En 1808, España fue ocupada por las tropas francesas durante la Guerra de la Independencia. Tras las 'vergonzosas' abdicaciones de Carlos IV y Fernando VII, José Bonaparte reinó desde ese año hasta la restauración de Fernando VII en 1814. Fue en 1810 cuando Bonaparte dividió el país en prefecturas, siendo Santander una de ellas. Y en 1812 se aprobó la Constitución de Cádiz, que contemplaba la creación de las diputaciones provinciales y una de ellas sería la de Santander. El país se dividió en unidades territoriales racionales lo que, en el caso de la actual Cantabria, se plasmó en un decreto de 1813 que nombró a Antonio Flórez Estrada jefe político pero subalterno del de Burgos.

Como señala el profesor Estrada en su libro 'Provincias y Diputaciones. La construcción de la Cantabria contemporánea (1799-1833)', «cuando el régimen constitucional agoniza, bien puede constatarse que se ha producido una simbiosis entre el espacio urbano y el rural (aunque con el retorno del Antiguo Régimen se vuelva a producir la tradicional fractura entre estos dos distintos modelos de sociedad) cuya principal manifestación fueron las Juntas Generales de enero y julio de 1814 como continuadoras de la pretendida Diputación de Provincia reunida en octubre de 1812. Si al comienzo del conflicto bélico contra los franceses nos encontramos con un territorio desarticulado y fraccionado en torno a particularismos locales producto del tradicional aislamiento de unos valles poco comunicados, al finalizar el período el mismo territorio ya se nos muestra como una circunscripción homogénea.

Solo fue en el transcurso de la Guerra de la Independencia cuando tanto se comenzó a delimitar la que en un futuro sería la provincia de Santander, como también el momento en que todos los grupos rectores locales contribuyeron en forma consecuente a galvanizar este proceso, al superar los mutuos recelos existentes entre las viejas jurisdicciones, facilitando la consolidación, ya definitiva, de un espacio que históricamente habían ido pergeñando los poderes del Estado».

Paso atrás y levantamiento

En 1814, con la restauración de Fernando VII, que renunció a la Constitución de 1812, se suprimieron las diputaciones provinciales y se disolvieron los ayuntamientos constitucionales. Se volvió a los viejos ayuntamientos, corregimientos y alcaldías mayores de 1808. Fue una apuesta por mantener el Antiguo Régimen aunque estuviese herido de muerte. Pese a todo, subyacía el empeño por desgajarse de Burgos, lo que quizá explique que en 1816 se recuperase la Provincia Marítima (que había desaparecido en 1803).

A raíz del pronunciamiento de Riego en enero de 1820 y de un levantamiento en La Coruña, Fernando VII juró la Constitución de Cádiz y comenzó el denominado Trienio Liberal. Se restableció la organización administrativa diseñada en 1813 y a Santander se le reconoce su condición de provincia, permitiéndole dotarse de una Diputación y jefe político. Esto se plasma en la elección de diputados, que inicialmente se realiza en Burgos, y en el nombramiento de un jefe político en la persona de, una vez más, Antonio Flórez Estrada, que accedió a cargo en septiembre; en junio, firmó el documento en calidad de interino, Lorenzo de la Cuesta. También lo rubricaron Mateo de Herrera, José Ramón de los Cuetos, Francisco Sainz de la Maza, Manuel Pérez de Arce, Antonio del Piélago, Manuel Salvador y Francisco Gómez.

Culminaba el proceso revolucionario iniciado en marzo y con él, por primera vez en la historia, el reconocimiento oficial de unas instituciones administrativas territoriales propias de la provincia de Santander.

En 1823, tras el fin del Trienio Liberal se vuelve al sistema político del Antiguo Régimen hasta que definitivamente en 1833, tras la muerte de Fernando VII, se restauran las provincias por un decreto de Javier de Burgos.

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