La «aventura» empresarial de la ciencia
En primera persona ·
Cinco científicos reunidos esta semana en Santander cuentan lo difícil que resulta poner en marcha una industria basada en I+D+iTodos recuerdan el día en que la universidad se les quedó pequeña. Cuando sintieron que debían subir un escalón y pasar de la investigación básica a la aplicada para llevar su conocimiento a la calle y encontrar nuevas soluciones a los problemas de siempre. Pero nada de esto resulta sencillo. Dicen que España no es el mejor país para fundar empresas de base tecnológica, que a veces la burocracia ahoga; que las ayudas son escasas y que la cultura social tampoco pone las cosas fáciles a quienes deciden arriesgar: «No está siendo un camino fácil. No lo fue cuando empezamos y menos ahora, con los tiempos que corren. Es toda una aventura», coincide esta representación de investigadores reconvertidos a empresarios que ayer participó en el VI Congreso Nacional de Científicos Emprendedores, que continúa hoy en la Escuela de Caminos gracias a la colaboración del Centro Internacional Santander Emprendimiento (CISE).
Isabel Portero (52 años) «quemó todas las naves» hace siete años para fundar Biohope, una firma nacida en Madrid y basada en la medicina personalizada de la que es la máxima responsable. «Lo idóneo es que nadie tenga que arriesgar todo lo que tuve que arriesgar yo; pero es que las cosas no son fáciles para quienes quieren lanzarse en este ámbito», lamenta. Trabajan el llamado inmunograma, un test clínico que analiza las células vivas del paciente para anticipar el éxito de ciertos medicamentos en trasplantes y enfermedades inflamatorias. El sistema público, afirma Portero, «no está preparado para apoyar de forma sólida al entorno privado. Muchas veces las propias universidades son muy celosas de su conocimiento y es difícil que se produzca la trasferencia de conocimiento». Y cuando se da el caso, al no existir el hábito, todo se antoja muy torpe.
Palos en las ruedas
«Nosotros hemos tardado mucho más de lo que nos hubiera gustado en hacer los ensayos clínicos que necesitamos para poner en marcha nuestra tecnología porque cuando acudimos al hospital sus profesionales tienen que invertir su tiempo libre en hacerlo», explica Rubén Molina (30 años), CEO de Innitius, una spin-off nacida al amparo de la Universidad de Granada en 2018. «Así, si no existe una cultura de la innovación, no podemos trabajar con la eficacia que nos gustaría», explica sobre las pruebas con el aparato que han patentado y que permite mejorar el diagnóstico de un parto prematuro. A él le resultó sencillo aventurarse. «Con 24 años abandoné la tesis y me puse manos a la obra, pero en realidad no tenía nada que perder», confiesa. Pero no en todos los casos sucede así.
«Lo cierto es que esa imagen del emprendedor veinteañero que está en su garaje no es lo más común», señala Inmaculada Rodríguez (57 años), directora general de Unirisco, una sociedad de capital riesgo con sede en Galicia que lleva veinte años invirtiendo en este tipo de proyectos empresariales innovadores. «Se busca lo primero producto. No necesitamos premios Nobel, sino gente que tenga algo que pueda ser vendible y monetizable», remarca. «Y luego es preciso que se note el entusiasmo, la ilusión». Pero nada de eso es fácil con el panorama que se les plantea a muchos de los que emprenden este tipo de gesta emprendedora.
Los protagonistas
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Inmaculada Rodríguez (57 años) | Unirisco Unirisco es una firma de capital riesgo, con sede en Galicia, dirigida desde hace veinte años a apoyar a empresas innovadoras. Ha puesto en marcha 26 proyectos y sólo 6 han sido fallidos.
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Carlos Matilla (34 años) | FuVex En FuVex trabajan con drones de última generación para realizar labores que tradicionalmente han llevado a cabo helicópteros tripulados. Dicen que el ahorro de coste asciende al 94%.
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Rubén Molina (30 años) | Innitius En Innitius han diseñado una tecnología capaz de acertar con gran precisión en el diagnóstico de parto prematuro. Han volcado todo el conocimiento de ingeniería de estructuras en esta nueva tecnología.
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Claudio Hidalgo (37 años) | MicroViable Actualmente MicroViable estudia nuevos fármacos basados en consorcios de bacterias que podrían ser muy útiles en pacientes con enfermedades infecciosas, autoinmunes y también oncológicas.
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Isabel Portero (52 años) | Biohope Biohope desarrolla lo que se denomina un inmunograma. Un test clínico de células vivas que sirve para anticipar cómo va a funcionar una medicación concreta para enfermedades variadas.
Incluso para aquellos que han dedicado todos los esfuerzos a abrir nuevos horizontes a la Sanidad del futuro, como ha hecho Claudio Hidalgo (37 años). Fundador de MicroViable Therapeutics, trabaja en el diseño de nuevos fármacos basados en consorcios de bacterias. «El siguiente paso es dar el salto a la fabricación de nuestros propios medicamentos, pero para eso hay que seguir trabajando aún», apunta. Necesitará también tenacidad para no desinflarse debido a la burocracia y las escasas facilidades de las administraciones que lastran el desarrollo. «Algo falla en todo el sistema si no nos damos cuenta de que la ciencia es el futuro», coinciden los cinco en un intento por alzar la voz para cambiar las cosas.
De lo contrario, sólo se puede avanzar con una venda en los ojos, como hizo Carlos Matilla, CEO de FuVex, que revela la clave de todo: «Al final tiene que irte la marcha, porque de lo contrario, con lo que cuesta todo esto, es imposible empezar», comenta entre risas este empresario, que trabaja con drones para hacer la labor que antiguamente realizaban los helicópteros tripulados. «Actualmente ya revisamos todo el tendido eléctrico de Naturgy; pero hay muchas otras cosas que podemos hacer. El tiempo dirá», sostiene Matilla.
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