Menos colas en los centros de salud

«Hace tres semanas llamé durante dos días seguidos. Como no me cogía nadie vine aquí a pedir la cita», contaba este miércoles María Luisa mientras esperaba su turno en la cola del centro de salud Doctor Morante ubicado en la calle General Dávila de Santander. Eso le ocurría hace casi un mes. Sin embargo el otro día, el personal del centro contestó su llamada enseguida y le dieron cita de un día para otro. «Han mejorado a la hora de responder», reconocía la vecina de la capital cántabra. Según hablaba sobre la situación, la cola avanzaba con más o menos rapidez. Y justo detrás de ella, Mercedes Gancedo, asentía con la cabeza a todo lo que comentaba la vecina. Compartía esa misma sensación. «Pedí cita ayer (por el martes) y aquí estoy. En otros momentos la situación estaba peor», admitía. Se refiere también a la hazaña de conseguir escuchar una voz al otro lado del teléfono.

Lo cierto es que este miércoles los centros de la capital cántabra respiraban tranquilidad en comparación con otras jornadas en las que se han producido largas colas a las puertas de algunos de ellos. Aunque eso sí, por dentro el trasiego de pacientes es constante. El martes fue el consejero de Sanidad, Miguel Rodríguez, quien señaló que esas colas que se ven en el exterior desde el inicio de la pandemia se generan «en muchos casos» porque «no se respetan los horarios» y los pacientes acuden a las citas antes de su hora.

¿A qué hora tiene la cita? «Yo he llegado cinco minutos antes», señalaba este miércoles María Luisa mirando el reloj. No era su caso. «Pero cuando no tienes cita previa vienes a la hora que te parece» y entonces no les queda más remedio que hacer cola, opinaba. Y es que con las medidas sanitarias, la distancia de seguridad y los aforos limitados, a veces es inevitable que las colas terminen trasladándose a la calle. En cuanto se llena el espacio en el interior del centro, a la gente le toca esperar fuera. «Estamos muy encima de los pacientes pidiéndoles que vengan a su hora o cinco minutos antes», explica una de las enfermeras del centro de salud de la calle Vargas. Lo recuerdan hasta en los carteles que decoran el centro: 'Sea puntual. Ni antes, ni después', podía leerse en uno que estaba pegado en la cristalera de la primera planta.

Allí, durante la mañana, los ascensores no dejaron de funcionar. Es más, cuando el reloj marcaba casi las 12.00 horas, ya habían atendido a 115 personas en los mostradores de la entrada -donde acude la gente a solicitar cita-. Esa era la cifra que marcaba la pantalla donde van pasando los números para llamar al siguiente paciente. «Intentamos que se mantengan las distancias y en cuanto no se puede, a esperar en la calle», comentaba el celador que está en la puerta desde hace nueve meses, resolviendo dudas y pendiente de que la gente no se junte en exceso. Decidieron controlarlo al ver que de otra forma resultaba imposible que garantizar el respeto de las distancias. En el resto de pisos está todo más tranquilo porque son citas, pero en la planta baja es inevitable que a veces ocurra.

Han bajado las colas a la par que ha avanzado la campaña de vacunación de la gripe. Entre quienes iban a preguntar, los que ya tenían la cita y el resto de consultas diarias, hace varias semanas se produjo un pico. «Las colas estaban muy relacionadas con las vacunas, ahora que ya casi hemos terminado, parece que no hay tanta acumulación de gente», valora José Ramón López, coordinador del centro de la calle Vargas. Además, influye otro factor: ya se puede solicitar cita a través de internet algo que, espera sirva para «bajar la demanda de gente que acude al centro a pedirla» y, por ende, las colas.

El médico recuerda que en el centro de salud siguen viendo a pacientes de manera presencial «pero sin acumular las citas» y que donde puede haber más problemas es a la hora de contestar al teléfono. «No es que no queramos coger, es que entran muchas llamadas», recuerda el coordinador. Porque allí el trabajo no para. Víctor Mozo, un paciente que debe acudir al centro todos los meses, reconoce no tener «ninguna queja» porque «siempre procuran que no se acumule la gente», dice. El vecino subraya la misma idea que puso sobre la mesa el consejero: «Lo importante es que cada uno venga a su hora».