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La oficina pegada al dormitorio

La oficina pegada al dormitorio

Álvaro Machín

Santander

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Miércoles, 18 de marzo 2020, 07:19

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Miles de cántabros han trasladado a sus domicilios su puesto de trabajo durante el confinamiento para intentar que la vida no se detenga, aunque sea sin salir de sus casas

Alejandro Cano - Remax Inmob.

«Trato de no hacer todo la primera semana porque esto va para largo»

«En la oficina lo decidimos antes de que se decretara el Estado de Alarma o las recomendaciones». Todos para casa. Así que Alejandro Cano (51 años) atiende a sus clientes de Remax Inmobiliaria por teléfono desde su hogar. Con el móvil se apaña. «Como no podemos ni visitar inmuebles ni enseñárselos a los que están buscando, intentamos hacer un seguimiento de los clientes que ya tenemos. Hablamos con ellos, vemos si el precio está bien o en estas circunstancias hay que modificarlo...». Se hace «lo que se puede» teniendo en cuenta que su actividad es, básicamente, «presencial». «Estamos mi mujer y yo y hemos aprovechado para limpiar toda la casa por las mañanas y, por la tarde, me pongo con lo mío. Haces ese seguimiento, envías algo... Pero por el teléfono va rápido, así que no intento hacerlo todo en una semana teniendo en cuenta que esto va para largo y puede llegar el momento en que no tengas nada que hacer». No lleva bien el encierro. «Camino una hora y media todas las noches y ahora no puedo. Estoy como un prisionero, y sin salir al patio».

Carol Lara - Stream Mobile

«He tenido que echar a todos del salón mientras estoy trabajando»

Se ha tenido que instalar en el salón, «por estar cerca del wifi». Así que ha echado a todos los de casa mientras trabaja. «Nos tenemos que adaptar y cada uno está en su habitación», explica Carol Lara (38 años). De hecho, como lo suyo es atender llamadas –trabaja en Stream Mobile (una empresa de Cartes) dedicada a la recepción de llamadas en tareas comerciales para Yoigo–, hasta al perro le ha tocado cambiar de hábitos. «Cuando estoy en casa siempre me está siguiendo y ahora está venga a llamarme. Tengo que estar pendiente de que no ladre». Superados los problemas de conexión iniciales gracias al contacto permanente con los técnicos y los coordinadores desde este lunes –«todos estaban muy pendientes»–, cumple su horario de 17.00 a 23.00 horas. «Con los mismos programas que uso siempre y los cascos puestos durante las llamadas, no notas nada diferente. Ofrecemos los mismos servicios que desde allí». Eso sí, las llamadas de los clientes estos días son, sobre todo, para instalar internet en casa y para obtener más velocidad. Cosas del encierro.

María de Pablo - CEIP Gerardo Diego

«El ejercicio físico es positivo y en casa también va a ser un alivio»

Ha enviado para sus alumnos un juego educativo para seguir trabajando con lo que estaban, la percepción del espacio, la derecha, la izquierda... Ahora está pensando en un vídeo con su propio hijo como ejemplo para padres e hijos. «El ejercicio es positivo. En casa va a ser también un alivio y así no están todo el día pegados al móvil o a la tablet», explica María de Pablo (41 años), maestra en el Gerardo Diego (Cayón) y que imparte este año Educación Física a más de cien niños de seis y siete años. «La colaboración de las familias es fundamental porque ellos no son autónomos para conectarse». Insiste en la coordinación. Han habilitado una aplicación para mandar tareas y usan la plataforma Educant («a veces se satura»). Ahora buscan soluciones para la evaluación de educadores que estaba prevista y en la que todos hablan de cada niño. «Lo mejor es tratar de mantener la vida normal. Levantarse a la misma hora, ponerse a trabajar... Mi hijo y yo trabajamos hasta las dos y por la tarde mantenemos la rutina de ejercicio. Nos hemos montado una mesa de ping-pong en el salón».

Luz Castillo - Liberbank

«Aplaudo también a los compañeros de las oficinas desde mi ventana»

Antes de acabar la conversación (telefónica, claro) dice que le gustaría mencionar a los «compañeros de la red de oficinas, que siguen trabajando para prestar servicio a quien lo necesite». «Cuando salgo a la ventana cada tarde a las ocho y aplaudo, lo hago también por ellos», explica Luz Castillo (46 años), que trabaja en el departamento de Cumplimiento Normativo y Prevención de Blanqueo de Capitales de Liberbank. Se aprovecha del «silencio absoluto» de su habitación, pero reconoce que «la mañana se hace más larga». Asegura que cuenta con «todas las facilidades» técnicas para su tarea. Manos a la obra. «El horario –explica– es el mismo porque mantenemos el del trabajo y seguimos fichando como antes, a través de la intranet. Hago exactamente lo mismo, pero me levanto un poco más tarde porque me ahorro el trayecto, el tiempo que tardaba en ir en bicicleta hasta allí. El resto, igual que hasta ahora. De hecho, a media mañana me tomo un Cola Cao como si parase en la oficina. Pero ahora hago eso en la cocina de casa y echo de menos a mis compañeros».

Patricia Gutiérrez - Centro Aula Blanca

«Empleas el mismo tiempo, pero de forma más extendida en el día»

Cuenta que, por ahora, se le hace «raro». Tiene que ver con que a ella también le ha tocado instalarse «en el salón de casa» por culpa del 'router' (está en trámites de solución para irse a su cuarto –«para que no me molesten y no molestarles yo a ellos»– ). En eso anda Patricia Gutiérrez (26 años), administrativa en el centro de formación Aula Blanca. Se suspendieron las clases y las prácticas y le toca «contestar correos, cambiar toda la documentación de los cursos que iban a empezar ahora y, al posponerse, cambiar el plan de todo el año». «Trabajo tengo y también tareas pendientes». Además, durante estos días comparte aislamiento con el bebé recién nacido de su hermana. «Me dicen que el bebé es el jefe, que le tengo vigilante», bromea mientras explica que trata de mantener sus hábitos. Alterar lo menos posible su jornada. «Intentas llevar el mismo horario, aunque a veces es algo complicado. Por un lado estás más pendiente de todo. Por otro, haces más cosas por el medio. Yo diría que empleas el mismo tiempo, pero de forma más extendida».

Jesús de las Heras - Bazar Canarias

«Me planteo fijar un día para recibir pedidos que estaban ya en camino»

Aunque su oficina, la de siempre, está en la parte de atrás de la tienda que tienen en la santanderina calle San Fernando, Jesús de las Heras (63 años) ya está acostumbrado a trabajar desde casa. Lleva la gestión de los establecimientos del Bazar Canarias y en la habitación en la que en su día jugaban sus hijos, se organizó su «rinconcito». Allí, sábados por la tarde o domingos (cuando no baja a la tienda), contesta correos, interactúa con los clientes a través de la web, organiza la relación con los proveedores... Ahora está allí a tiempo completo y «con cosas diferentes» a las del día a día. «He estado, por ejemplo, en contacto con la asesoría para informarme sobre los ERTE, estoy pendiente de las medidas que se apliquen, accedo a la contabilidad...». De lo que más se ocupa normalmente es de las compras, «y eso está un poco parado». «No compro, entre otras cosas, porque si ahora me llegan los pedidos está cerrado para recibir. De hecho me planteo fijar un día para recepcionar cosas que ya están en camino. O poner un cartel en la tienda con el teléfono para que me avisen y acercarme».

Andrea Sainz - Ernst & Young

«Adapto la hora que tengo para comer al horario de casa para coincidir»

Cree que fueron de los primeros en irse a casa. Trabaja en el departamento de Auditoría de Ernst & Young, en Madrid, y, ante un caso positivo entre uno de sus más de 3.000 empleados en la capital, dieron ya el paso el 7 de marzo. Así que, antes de que la situación se agravara (y del éxodo de madrileños), Andrea Sainz (22 años) ya estaba trabajando en su casa, en Cantabria. «No es difícil porque estamos acostumbrados a trabajar fuera, con el portátil». Eligió un salón «que nadie usa» y en el que ya pasaba las horas cuando estudiaba. «Al principio fue raro. Sobre todo, por la situación del exterior. Por esa incertidumbre, porque no sabes cuánto va a durar...». En cuanto a su jornada es rígida. Agenda y horario definido. De nueve a siete, con una hora para comer que, eso sí, adapta a la de casa. «Así comparto ese rato con la familia». Y que no entre nadie. «Ya saben que me enfado y salgo yo». Ahora se evita el desplazamiento (siempre largo en Madrid) y no se queda «en pijama». «Me visto también para que se me haga más corto el día».

Manuel Cardenal - Numintec

«Seguro que esto va a quedarse en nuestra manera de trabajar»

Su caso es curioso. Está teletrabajando para facilitar el teletrabajo a otros. Manuel Cardenal (54 años) es directivo en una empresa de telecomunicaciones que «ofrece una solución de centralitas virtuales, en la nube». «Que la gente pueda trabajar en su casa o en cualquier parte con todas las extensiones telefónicas como si trabajase en su oficina». Por eso, estos días anda «absolutamente a tope». Proyectos que estaban en marcha y que se aceleran y otros que «los querían en un futuro, los quieren ya». Algo, obvio, positivo para su empresa, pero que también le complace ahora por «ayudar, en esta psicosis, a personas para que puedan seguir funcionando con sus empresas aunque no sea estando en ellas físicamente». Porque la gente está «un poco perdida» en este ámbito. En todo caso, tiene claro que el teletrabajo ha venido «para quedarse». Que esto supondrá un cambio en los hábitos y que «se va a regularizar». «Esto va a quedarse en nuestra manera de trabajar. Lo que hace falta es que la gente sea respetuosa y cumpla, pero esto viene para quedarse».

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