Otra opción para el verano. Hoy, junto a la ría San Martín
Hace un día de esos muy de aquí. Que lo mismo caen cuatro gotas que salen unos rayos de sol. Buena temperatura, agradable, pero cielo con una mano de pintura gris. ¿Playa? Pues puede ser. Y habrá mucha gente seguro. Pero sin mucho entusiasmo. Aunque apetece estar al aire libre. ¿Qué hacemos? Una senda. A pie o en bicicleta. ¿A cuál vamos? Pues, entre la oferta (que es variada), nos vamos a la de Suances. Y a disfrutar de la jornada.
Es sábado por la tarde y el parque de La Ribera, junto a la playa de la Riberuca, es el punto de encuentro. Para coger fuerzas antes de encarar la 'senda ciclable' o para reposar tras completarla. Salida o meta de un camino de algo más de cinco kilómetros en paralelo a la costa. Dicen que no deja a nadie indiferente.
Roberto y su familia, que han venido de Madrid a pasar unos días, juegan con su perrita India sobre el arenal, al lado izquierdo del camino. Es el único en Suances al que está permitido acceder con ellos, con los perros. Eso sí, sus escasos metros hacen que el espacio con animales abarque también el césped e incluso llegue a la playa previa, la de La Ribera –y, aunque no esté amparado por la ordenanza municipal, no parece extrañar a nadie–. Vamos, que los amigos peludos podrán formar parte del grupo que recorra el trayecto junto a la ría San Martín.
Familias enteras llegan o parten de aquí caminando. Otros usan patines para recortar el tiempo de los 5,7 kilómetros de recorrido. Y,por supuesto, las bicicletas vienen y van hasta el embarcadero de Santo Domingo, en Cortiguera, o continúan, para enlazar y llegar a Barros, tras veinte kilómetros de pedaleo. Esto es posible porque la ruta forma parte de la Vía Verde del Besaya.
El camino se inicia junto a la playa de La Riberuca, la única del municipio donde se permiten perros
El paseo tiene una distancia de 5,7 kilómetros en línea recta y termina en Cortiguera
Francisco Montanez se dispone a dar su paseo diario. Mira hacia la playa, toma aire y sonríe. Como si solo le faltara pellizcarse para dar veracidad a lo que ven sus ojos. Ha venido a vivir aquí hace un año, tras jubilarse, y este fue uno de los primeros lugares que conoció. «Cuando llego a un sitio, me gusta moverme y enterarme de lo que hay», comenta. Es canario y alaba también la temperatura templada que acompaña. «Ese calor que tenemos allí todo el año...», refunfuña. Y a él, además, le gusta el verde. «Y para que haya verde tiene que llover».
Hoy, sin embargo, no tiene pinta de llover. Apetece chiringuito. Y también hay uno, junto al parque. Poco a poco, según se acerca la hora de salir del agua, la terraza se va llenando de gente. Reflejo de cómo está la villa.
Gloria Rodríguez ha llegado expresamente desde Mar (Polanco), «para tomar algo». Aparca su bici y se sienta junto a su amiga Laura. Es la segunda vez que vienen. Un plan «perfecto», porque «haces deporte y disfrutas de las vistas». Desharán el camino pedaleado para volver a casa aún de día. Rodarán de nuevo sobre el asfalto y las dos vistosas pasarelas de madera.
Otros, los que permanezcan aquí hasta la noche, tendrán la oportunidad de disfrutar de una actuación. Andan preparando el escenario al aire libre ante la expectación de los que pasan. Cosas del verano. Tras miradas de reojo y conjeturas varias, algunos se percatan de que hay un cartel desenrollable en el propio parque. Se trata de 'Un sueño de medianoche', a cargo de la reconocida arpista inglesa Annie Chambers. Buena pinta.
Llega aquí concretamente para reivindicar, entre otras cosas, la visibilidad femenina. Porquees justo lo que viene haciendo año a año el Ayuntamiento en este enclave, donde las caras de mujeres referentes del municipio, por uno u otro motivo, se extienden varios metros sobre unos paneles morados. Sonrientes. Como si se alegrasen del lugar elegido para permanecer.
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