El paraíso cántabro de los niños saharauis
El Diario Montañés se acerca a diferentes puntosde la región para conocer cómo es la relación que mantienen los pequeños con sus familias de acogida pese a los días que se ha retrasado su llegada.
Javi Rebolledo, Mariví García y Mansur Familia de acogida en Cartes
«Los niños en la piscina hastase pelean por jugar con Mansur»
Mansur tiene 14 años y es uno de los tres niños de la asociación Alouda que pudieron venir este verano a Cantabria en el primer turno (los otros 17 llegaron este jueves). El motivo de su llegada, sus problemas de salud. Tiene anemia, problemas de crecimiento, de vista, asma y una infección en una muela. «El mismo día que ha llegado le hemos llevado a un dentista de pago y nos recomendaba una endodoncia, pero en su país no podrían continuar con el tratamiento», aclara Mariví, la madre de acogida.
Su nueva familia cántabra llevaba tres años esperando su visita. El del covid parecía el verano definitivo, pero la pandemia imposibilitó cualquier opción.
Por fin ha llegado a España y, aunque sólo lleva desde el 17 de julio, «es súper emocionante verle disfrutar», aseguran los padres de acogida. «Por la mañana le hemos llevado a ver caballos porque le gustan mucho los animales. En África no los ha visto. Luego a la playa y por la tarde a las ferias. Es alucinante ver cómo se baja de las atracciones súper eufórico. Es muy valiente». También relatan que la comida le gusta mucho: «Come que es maravilloso. Cómo lo saborea. Allí tienen carne de pollo y de camello, que es muy dura. Aquí ha probado un filete de ternera y ver cómo lo come es muy bonito». «Ahora mismo su familia del Sáhara come gracias a otra familia que suele acoger a la hermana de Mansur. Nos hemos reunido un grupo de unos 14 y todos ponemos diez euros al mes y les hacemos dos compras: una a primeros y otra a mediados de mes. Comen ellos y reparten al resto de su familia y a los vecinos que vienen a pedir. Igual te quedas tú sin ello, pero repartes. Sabemos cuando les llega la comida porque nos envían una foto en su jaima», apuntan. «Allí ponen la comida en el medio y cada uno coge lo suyo con el pan», señala Mariví, mientras añade que el niño no está acostumbrado a utilizar los cubiertos. «No cuchara», puntualiza Mansur, siempre con una sonrisa en su rostro.
«Su familia es de las que peor vive, pero en su mochila nos trajo una caja de té, una pulsera y un pañuelo»
Le está encantando la piscina. «El primer día que entró al agua estuvo más de tres horas y media sin salir. Y encima, tiene muchos amigos, hasta se pelean por jugar con él», afirman los Rebolledo. Del boxeo, que tantas ganas tenía de practicar en su llegada a España, ya le han conseguido un profesor.
Mansur aún no habla mucho el español, pero se comunican sin problema. Además, a diario hablan con su hermana mayor, de 22 años, que domina el idioma porque ha viajado a Galicia durante siete años.
Sergio Jiménez, Rebeca Jacome, Ivana y Yunes Familia de acogida en Entrambasaguas
«Después de nuestros hijos, es la experiencia más grande de la vida»
Diez días antes de que Yunes aterrizase en Valladolid, Sergio y Rebeca, sus padres de acogida, aún no sabían que este niño iba a pasar casi un mes y medio de verano con ellos. Habían enviado un correo electrónico a la asociación en busca de información y poco después, desde Alouda, les llamaron para avisar de que había un niño con opciones de viajar y que la única familia disponible para acogerle en toda España eran ellos. No se lo pensaron y dieron el visto bueno: «Ha sido un regalo del destino», destaca Rebeca, quien reconoce que, «después de nuestros hijos, es la experiencia más grande de la vida».
La iniciativa de acoger a un niño fue «sobre todo por nuestra hija Ivana, de 9 años. Tenía muchas ganas y fue ella la que nos pidió que enviásemos el correo».
También tienen otro hijo, Daniel, de 19 años, y a su nuevo hermano pequeño le encanta. «Siempre pregunta por él, es el mayor y le parece guay», dice Rebeca.
Para Yunes (10 años) es su segunda vez en España. La primera fue hace dos años en Castilla-La Mancha, pero hay muchas cosas que le siguen impactando. «Esta noche se ha caído de la cama tres veces porque está acostumbrado a dormir en el suelo, al principio no sabía subir las escaleras, le sorprendió mucho subirse al ascensor y el primer día estuvo bastante tiempo en el baño abriendo y cerrando el grifo de la ducha», explican sobre la adaptación del pequeño.
«Nos llamaron diez días antes de que llegase. Era el único niño con pasaporte y nosotros la única familia disponible»
Disfruta de su estancia en la región y lo que más le está gustando es el fútbol y la bicicleta: «Alucina cuando baja una cuesta y la bici acelera sin dar pedales». «Me gustaría llevarle a Potes, a Picos y que conozca el teleférico», señala Sergio.
Con la comida tiene sentimientos encontrados. «El zumo de naranja, las albóndigas y las hamburguesas le gustan mucho, pero el filete de ternera, por ejemplo, le da mucha impresión porque siente demasiado la carne». El pescado tampoco le gusta. «En su campamento no tienen productos frescos».
«El día de su aterrizaje llegó con una mochila vacía, un pantalón, una camiseta de manga corta y unas sandalias que le quedaban pequeñas. Solo trajo regalos para nosotros. Le llevamos a comprar calzado, pero le daba igual cuál coger. No es nada materialista», subrayan.
«Todas las noches llama a su familia, pero hay veces que está tan feliz que no quiere llamar. Creemos que es porque son los primeros días y que después les echará de menos», apuntan.
Sandra Alles y Hafdala Familia de acogida en Suances
«Es su cuarto verano con nosotros y está como en casa, como un rey»
Sandra Alles es una habitual en la acogida de niños saharauis de Cantabria por el Sáhara. «Mis padres empezaron a coger niños cuando yo tenía 12 años y por mi casa han pasado varios. Trajimos al primero, que se tuvo que quedar más tiempo porque tenía una discapacidad, un problema de visión, y se alargó su estancia. Después trajimos a su hermano y luego hemos traído a otra niña. Y durante los cuatro últimos años a Hafdala, el niño que tenemos ahora», explica.
Su historia con Hafdala comenzó de forma un tanto difícil. «El niño, durante su primer verano en España, no congenió con su familia original de acogida, y como yo era su coordinadora decidí traerle a mi casa. Al principio le costó adaptarse porque el cambio de familia le afectó mucho. Era la primera vez que salía del campamento del Sáhara y sentía que no le habían querido», cuenta de la experiencia del pequeño. «Empezó siendo muy travieso e inquieto. Los dos primeros años nos dio mucha guerra, pero ya el año pasado llegó más tranquilo. Ahora está como en casa, como un rey», puntualiza.
Tiene diez años y «le encanta el fútbol y ver películas conmigo. Eso sí, tiene que ser conmigo, si no no aguanta. También le gusta un montón hacer puzles y pintar», detalla sobre sus aficiones. «Le hemos comprado varios juegos de mesa para estimularle y libros en castellano, que eso no le gusta tanto, pero le insistimos para que aprenda». Además, durante diez días permanecerán en el albergue del CIFP La Granja (Heras), donde compartirá espacio con otros niños. Ahora «está encantado» con sus instalaciones.
«En su primer verano no congenió con su familia original y decidí traerle a mi casa. Al principiole costó adaptarse»
El cambio de vida de los campamentos del Sáhara a la cultura española es muy grande y se ha ido acostumbrando con el paso de los años. «El primer año alucinaba con todo. Con que del grifo de la ducha saliera agua caliente, con que después de hacer pipí hay que tirar de la cisterna... Ahora se vuelve loco con las ferias, y la playa y la piscina le encantan. Si no entras a buscarle, da igual las horas que te tires allí, que él no sale del agua. Aunque tenga frío, no le importa».
Con lo que tiene algo más de problema es con el idioma. «A los cuatro años suelen hablar un castellano súper fluido, pero a Hafdala, mi niño, le cuesta. Es el saharaui que he traído que más lengua de trapo tiene a estas alturas».
Con la familia biológica mantienen contacto a menudo: «Todas las noches envío las fotos de ese día y Hafdala hace videollamada con su madre».
Vanesa Ruiz, Jaime Hevia y Galia Familia de acogida en Entrambasaguas
«A mis hijos se les hace eterno desde que Galia se va hasta que vuelve»
Ya es el tercer año que Vanesa y Jaime acogen a Galia en Cantabria y han la visto experimentar «un cambio brutal». «El primer año que vino le costaban mucho los centros comerciales y le sorprendían muchas cosas. Cada vez que veía una montaña pedía el teléfono para hacer fotos. El agua del baño, íbamos doce veces al día porque le gustaba ver salir el agua de la cisterna. No nos conocía, todo era nuevo para ella, pero ahora nada que ver, sabe donde viene y es como volver a su casa».
Tienen dos hijos, Ángela, de 19 años, y Jaime, de 16, y a los dos les encanta acoger a Galia. «El primer año era como un nuevo juguete en casa. Una nueva hermanita pequeña. Ahora, se les hace eterno desde que se va hasta que vuelve. Dicen que también podría venir en Navidad», afirman del cariño que le tienen sus hijos.
Sobre cómo compaginar la acogida con sus trabajos, los padres explican que han tenido suerte porque «esta niña es muy buena. Nuestros hijos están encantados, tiran mucho de ella y sus parejas también se involucran. Y los abuelos, nuestros padres, también cuidan de ella».
Galia casi no habla, pero se expresa muchísimo. «No habla pero no calla», bromea su padre. «Lo entiende todo y siempre está haciéndote cosas con mímica».
«Tuvimos suerte con esta niña, es muy buena. Casi no habla, pero se expresa muchísimo.No habla pero no calla»
En cuanto a la relación que mantienen con su familia biológica aseguran que suelen hacer videollamadas y que aunque la conexión en el campamento del Sáhara es «muy mala», el principal problema es la dificultad con el idioma. «Con el paso de las generaciones el español se ha ido perdiendo y entre su padre y yo nos entendemos en un inglés básico», detalla Jaime (el padre).
De las cosas que más le gustan son la piscina, la playa y las vacaciones. «Solemos ir a una zona de playa. Le gusta mucho ir a sitios nuevos, es muy curiosa. Lo disfruta mucho todo. Si vamos a un hotel nuevo le encanta verlo todo, tocarlo y disfrutarlo». También le gustan mucho los animales: «Tenemos un perro y aunque al principio nunca antes había visto uno, ahora es íntima amiga de él».
Y de cómo conocieron el programa de acogida y se involucraron con la causa señalan que siempre habían sido solidarios y que un día una persona de la calle les comentó que «existía una ONG que trae niños de los campamentos saharauis y que había una niña que no tenía familia. Son situaciones muy desconocidas y una vez conoces un poco en qué condiciones se encuentran es muy fácil involucrarse».
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