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Los primeros de la desescalada

Estos trabajadores abrieron el lunes para probar suerte. Pertrechados con todas las medidas de higiene, fijan citas previas y hacen malabarismos para que el negocio siga siendo rentable

Miércoles, 6 de mayo 2020, 07:11

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Idoia Martínez y Marina Candela - Fisioterapeutas

«Para no cruzarnos, ahora una trabaja por la mañana y la otra por la tarde»

La fisioterapeuta Marina Candela, ayer, atendiendo a una paciente en la clínica Fican.
La fisioterapeuta Marina Candela, ayer, atendiendo a una paciente en la clínica Fican. Roberto Ruiz

Idoia Martínez y Marina Candela, de la clínica Fican Fisioterapia, de Santander, han decidido que una trabaje por la mañana y otra por la tarde, así no se cruzan y limitan el contacto. Ellas reabrieron ayer la consulta y el teléfono «sonó bastante»; ahora están citando y recuperando el ritmo, conscientes de que no será rentable hasta dentro de unos meses. Durante la cuarentena no han parado, «hemos atendido consultas por internet y continuado con clases de pilates», explican. Pero algunos tratamientos y rehabilitaciones quedaron a medias y es momento de ponerse al día. «Ya había ganas de arrancar», coinciden. También les toca adaptarse al protocolo de seguridad. La gente se adapta «es puntual y espera en la puerta» a las indicaciones. Al entrar miden la temperatura de los pacientes y «entre cada uno dejamos 15 minutos para desinfectar y ventilar», explica Candela. Y ellas se cambian el equipo de protección: mascarillas, guantes, batas y pantallas. Insiste Martínez en que los guantes son para «hacer algo concreto» y que, si la gente los compra, los profesionales se quedan sin material.

Mario Fuoli - Heladero

«Poder tomar un helado ha hecho ilusión, se acerca a una normalidad»

Mario Fuoli, ayer, en la Heladería Capri del Paseo de Pereda en Santander.
Mario Fuoli, ayer, en la Heladería Capri del Paseo de Pereda en Santander. Roberto Ruiz

«A los clientes les ha hecho mucha ilusión que reabramos», cuenta Mario Fuoli, de Heladería Capri. Y así se lo han hecho saber. Aunque todavía queda camino para recuperar la normalidad, «tomar un helado es una actividad relacionada con el ocio» y la gente lo ha agradecido. Es lo más cercano a «esa vida que teníamos antes», explica. Las franjas horarias reparten las colas por edades y «en cada momento hay un tipo de cliente diferente». Eso sí, todo el mundo que se acerca al local está «concienciado» y respeta al máximo las medidas de seguridad: la distancia en la cola y a la hora de salir y entrar de uno en uno. Y los trabajadores se adaptan a «desinfectarse las manos tras cada servicio», a la limpieza y a tener mamparas de seguridad. Fuoli reconoce que tenían «muchas ganas de arrancar y de que la gente vuelva a disfrutar». Aunque durante un tiempo, por la limitación del aforo, «vamos a perder negocio». Pero antes que seguir parados, la mejor opción era abrir y por eso lo hicieron el lunes. Con un punto a su favor: el buen tiempo. Gracias al sol el día fue «bueno» dentro de la situación.

Manuel Lorenzo Saiz - Mecánico de coches

«Hemos estado arrancando los coches porque si no, la batería muere»

Manuel Lorenzo Saiz trabajó ayer en uno de los vehículos pendientes de reparación.
Manuel Lorenzo Saiz trabajó ayer en uno de los vehículos pendientes de reparación. Roberto Ruiz

Tan grande es el garaje de Poldo e Hijo, en la calle La Prensa (La Albericia), que sus cuatro trabajadores pueden desempeñar sus labores sin apenas verse. «Por eso no hay miedo a la hora de trabajar todos juntos aquí», cuenta Manuel Lorenzo. «Hemos decidido empezar esta semana pues aunque no recibimos coches nuevos, porque eso lo haremos la semana que viene, sí que terminamos el trabajo que teníamos pendiente». Durante estas semanas de estado de alarma han acudido al taller a arrancar los motores. «Si no lo hubiéramos hecho, hay un 80% de posibilidades de que muera la batería. Nosotros aquí no nos dedicamos a cambiar baterías, somos de chapa y pintura, pero en todo caso alguna vez hacemos excepciones». Una máquina de ozono completa la desinfección química, que se afanan por completar en el taller y en los propios vehículos. «Damos una pasada a todo lo que tocamos:volante, asientos, interruptores...». Esta próxima semana irán entrando coches nuevos, «siempre con cita previa, y esperamos mantener el negocio porque ahora vienen tiempos muy complicados, me temo».

Doctora Laura Carrasco - Podóloga

«Los pacientes se ponen mascarillas, y guantes. Si son de riesgo, uso pantalla»

La doctora Carrasco, podóloga, en su clínica del Centro de Consultas Médicas, en Bezana.
La doctora Carrasco, podóloga, en su clínica del Centro de Consultas Médicas, en Bezana. Roberto Ruiz

Para la doctora Laura Carrasco, podóloga, desinfectar la camilla, las superficies y el material tras cada paciente ya formaba parte de su rutina de trabajo. No obstante ahora «la limpieza se hace más a fondo en cada jornada». Carrasco reabrió el lunes su clínica en el Centro de Consultas Médicas, de Santa Cruz de Bezana. Por supuesto con «plena garantía de seguridad». Ahora las citas se dan con más tiempo entre unas y otras y los pacientes acuden de manera individual; «no hay sala de espera» y pasan directamente. Esto reduce casi a la mitad su capacidad de trabajo habitual. Además, al llegar, el paciente se prepara con «mascarillas, guantes, batas desechables» y ella «con las personas de grupo de riesgo me pongo la pantalla», explica. Por eso durante un tiempo «trabajaremos más horas, la gente necesita que le atendamos». Hay muchas llamadas y «se nota la afluencia». Como tienen que espaciar las consultas, dan prioridad «a la gente con más necesidad como personas mayores», dice. Como especialista en pie diabético, la doctora ha tratado alguna urgencia durante el confinamiento. Las primeras consultas han sido por «uña encarnada» y lesiones de «fascitis plantar» ahora que la gente puede salir a correr.

Mónica Andrés - Vendedora de ropa

«Encierro toda la ropa en un armario y enciendo el ozono para desinfectarla»

Mónica Andrés ordena su tienda, en la que recibe esta semana clientes con cita previa.
Mónica Andrés ordena su tienda, en la que recibe esta semana clientes con cita previa.

Mónica Andrés abrió su tienda de ropa el pasado lunes, y el mero hecho de verla en su interior, recibiendo clientas con cita previa, despertó la curiosidad de otras tantas que llamaron al cristal para ser atendidas. «Ya les cuento que no se puede entrar si no es reservando cita. Es una pena, pero tenemos que ser sensatos», cuenta la máxima responsable de la tienda de ropa Dmony, en la calle Hernán Cortés. «La gente está ya aburrida de esta situación y visitar la tienda es algo que se acerca a la normalidad que añoramos, supongo. Pero claro, no está permitido que vengan a mirar ropa, sólo pueden venir por un artículo concreto». Por eso miran el catálogo primero en la web y luego piden cita. Todo el mundo mantiene el respeto a la enfermedad. El perfil de su clientela supera los 50 años «y empieza ya a tener un poco de riesgo, según dicen los expertos». El establecimiento dispone de un armario hermético en el que encierra la ropa con una máquina de ozono. «Queda ahí, lo enciendo y mata todo lo que pueda tener. Lo desinfecta del todo». De esta incómoda nueva normalidad también se pueden sacar cosas buenas. «Lo cierto es que por norma general todo es más incómodo, pero este hecho de tener sólo una clienta cada vez y poder dedicarle todo el tiempo, es un lujo. Disfrutan mucho más ellas de la compra y también yo, porque siento que estoy haciendo mi trabajo de la mejor manera que se puede hacer».

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