Rendal y Respenda, de patrulla estival
La Unidad Especial de Caballería de la Policía Nacional refuerza con seis animales y nueve agentes el operativo de vigilancia en Cantabria en las zonas con mayor aglomeración de personas
Lo primero que se escucha a lo lejos son los cascos de los caballos, que traquetean sobre los adoquines que alfombran los alrededores del palacio de La Magdalena; y cuando pasan cerca, la gente se vuelve para contemplarlos porque resultan imponentes. Son macho y hembra, se llaman Rendal y Respenda, tienen ocho años y son hermanos. Durante el verano se convierten en el refuerzo más llamativo de la Policía Nacional en los parques, playas y conciertos de Santander y Torrelavega. Están allá donde se concentran mayores aglomeraciones de personas y tienen una función clave de disuasión, pero también de ayudar a crear imagen de Policía. «Una cuestión importante es dejarse ver, que noten nuestra presencia y confíen en nosotros», cuenta David Martín, oficial y responsable de la Unidad de Caballería en Cantabria.
«Son muy bonitos, ¿puedo tocarlos?», pregunta una niña. Y cuando le dan permiso acaricia la quijada del animal, que entrecierra los ojos porque el masaje le relaja. Son dos ejemplares de pura raza española que pueden trabajar hasta los 15 años. Los seleccionan por su porte y su templanza y los educan para no temerle a nada. Vienen de Madrid y están acostumbrados a los peores escenarios:partidos de fútbol de alto voltaje con hinchadas enfervorecidas, manifestaciones violentas o sencillamente grandes concentraciones de personas donde es importante tomar perspectiva. «Sentados en los caballos tenemos una visión más clara de la masa y eso puede ser clave a la hora de controlar una situación», afirma Pablo Ceballos, cántabro de 39 años de edad que ha forjado su carrera en la Policía Nacional de Madrid y que ahora regresa a su tierra en este refuerzo estival.
Los agentes toman las riendas con cariño, y un simple gesto con la cadera es entendido como una orden por el animal. Giro a la izquierda o giro a la derecha. «Es importante que el jinete se entienda bien con su caballo, porque las situaciones pueden complicarse y hay que actuar como si fuéramos uno», cuenta el cántabro. Por eso se conocen a la perfección.
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Miedo a un charco de agua
A estos cuadrúpedos no les asustan los sonidos estruendosos, como petardos o disparos, ni el fuego, ni la muchedumbre, los gritos o los golpes;pero los caballos, como las personas, tienen sus miedos más íntimos. «A la mía le pueden los charcos», cuenta Martín con cierta ironía. «Puede atreverse a cualquier cosa que luego, en un día de patrulla normal, se encuentra con un charco en el que se refleja el sol y se paraliza», cuenta entre risas.
La marca de hierro que los animales lucen en el muslo llama la atención de los paseantes y turistas. Son una 'Y' y una 'M', que los identifican como criados en yeguada militar. Un grupo de turistas que está plantado frente al palacio atienden a los agentes de cuatro patas. Preguntan por sus nombres y luego se fotografían con ellos y los acarician. «¡Qué bonitos son!», exclama una chica.
La Unidad Especial de Caballería, antes conocida como el Cuerpo de Celadores Reales, es la más antigua de la Policía Nacional y ahora cumple su 200 aniversario. Imágenes como las que acompañan este reportaje, en que se los ve patrullando por La Magdalena, invitan a retroceder en el tiempo, a aquellos años de veraneo real en que por la península se paseaba a caballo. Ahora, en verano, las caballerizas de este lugar recuperan el uso para el que fueron concebidas.