Roberto el Pirata
Leyendas de Cantabria ·
Una cueva de Ostende esconde el tesoro de un buen bandolero castreño que se escapó de la justiciaCastro Urdiales tiene su propio Robin Hood. Se llama Roberto, Roberto el Pirata, para más detalles. Pocos datos se tienen de un personaje que robaba a los ricos para entregárselo a los pobres y escondía sus botines en las cuevas de Ostende, junto a sus piscinas naturales, hasta que un día desapareció sin que se supiera nada más de él ni de su tesoro, que sigue escondido en alguna gruta. La vieja leyenda dice incluso que los pecadores podían oír cantar al pirata en alta mar, pero sin ver ningún barco ni cuerpo. El mito, como todos, bascula entre diferentes versiones. Una asegura que asaltó un barco francés y, en su huida, hundió su propia barcaza para que no pudieran seguirle, se refugió en una de las cuevas y huyó, no sin antes dejar esconder el botín. Pero también se le evoca no como asaltante de barcos, sino en una versión aún más próxima a la de Robin de Locksley, con atracos en pleno pueblo; siempre con la redistribución de la riqueza como leitmotiv y siempre con las cuevas de Ostende como refugio y caja de seguridad.
Todavía hay más, porque la versión extendida narra incluso su captura y posterior huida cuando estaba a punto de ser ejecutado, un final que junto al carácter afable del bandido recuerda a otro personaje clásico: el toscano Ghino di Tacco, que también pudo inspirar a su vez el relato de Robin Hood. Según esta historia, fue acusado de asesinato tras uno de sus asaltos y tuvo que esconderse en las cuevas de Ostende durante años, hasta que sus captores consiguieron engañar a una amiga para que involuntariamente les revelara su paradero. Atrapado en su cueva, fue apresado, pero justo antes de ser ejecutado consiguió escapar y lanzarse al mar desde un acantilado para intentar huir a nado. Si sobrevivió o no, nadie lo sabe, pero su nombre pervivió a través de los años, las décadas e incluso los siglos.
Virgilio Fernández Acebo hacía referencia al mito en 1986 en el Boletín Cántabro de Espeleología. Y no se lo pierdan: en Castro Urdiales, una leyenda antiguamente muy extendida relacionaba la cueva de Roberto el Pirata, situada en el corte de un acantilado y de difícil acceso, con el Castillo de los Templarios situado en el Alto de San Antón, aproximadamente un kilómetro y medio hacia al oeste. La cueva, además de servir de paso secreto a los templarios entre el castillo y el pueblo, albergaría en su interior las riquezas la orden. Otro origen del tesoro y otro mito.
En todas sus variantes es una historia romántica y fascinante, pero toca ahora aguar la fiesta. Roberto el Pirata nunca existió. O, por ser más estrictos con el lenguaje, no existe ningún tipo de prueba, evidencia o documento de que fuera un personaje real, y sí de su carácter ficticio. Porque al margen de las fuentes que le inspiraran (entre las que Robin Hood y Ghino di Tacco parecen obvias), bebe de una novela de finales del siglo XIX localizada quién sabe por qué en Castro, porque su autor era madrileño y protagonizada por el bueno –o el malo– de Roberto.
La novela se titula 'Roberto el pirata o el nieto del diablo', de modo que tal vez tan bueno no fuera. Se trata de una obra casi perdida de Julián Castellanos y Velasco, dos voluminosos tomos editados por Juan Muñoz Sánchez en Madrid en 1885 que recogen una historia que arranca en Castro. Apenas existen ejemplares, y mucho menos localizados, de modo que se da casi por desaparecida, aunque uno apareció a subasta en 2012, vendido por 500 euros. Ambientada en el siglo XVI, de acuerdo con las escasas referencias existentes, el largo folletín tiene transcurre durante el reinado de Felipe II, con Lepanto, la anexión de Portugal y la derrota de la Armada Invencible como contexto para contar la historia de un pescador castreño llamado Roberto que tras varios naufragios e infortunios se estableció de nuevo en tierra, pero que se vio envuelto en el asesinato de don Pedro, el señor para el que trabajaba, y del que era inocente, lo que le obligó a huir de la justicia y dedicarse a la piratería como macguffin para sus aventuras folletinescas. Al menos eso señalan las pocas fuentes disponibles, porque les confieso que no he conseguido acceder al texto completo.
La leyenda de Roberto el Pirata, que no se debe confundir con el pirata Roberto Cofresí, personaje este sí, real, pero puertorriqueño, sigue así viva en Castro Urdiales, aunque su protagonista no bogara en 'La Marinera' ni su historia original –y, por cierto, ficticia– fuera aquella.
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