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Viaje al súper, la necesidad de comprar... o dar un paseo

Viaje al súper, la necesidad de comprar... o dar un paseo

Cantabria ·

Los empleados combaten el miedo al contagio «más unidos que nunca»

NACHO GONZÁLEZ UCELAY

Santander

Jueves, 19 de marzo 2020

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Lugares de paso ligero para la mayoría consumidora, los supermercados locales están sufriendo una curiosa mutación a parques de recreo donde, además de abastecerse, los ciudadanos aprovechan para estirar las piernas sin prisas en estos tiempos de confinamiento en los que dar paseos se castiga y esquivar la norma se agradece. No es la tónica predominante, pero sí es verdad que algunos -casi todos con idéntico perfil- viajan al súper como el que viaja a Disney World.

«Ayer vino un señor tres veces. La primera para comprar ajos. Las otras dos ya no me acuerdo», asegura una de las trabajadoras del supermercado Lupa ubicado en la calle Rualasal de Santander, donde los empleados combaten el miedo al contagio del virus «más unidos que nunca».

Superado el caos de los primeros días, aunque no ese temor, la plantilla del establecimiento trabaja desde el lunes más relajadamente que el fin de semana. Las medidas impuestas por la dirección para evitar contagios, de un lado, y desórdenes, de otro, están funcionando.

«El sábado y el domingo nos vimos absolutamente desbordados, pero desde el lunes estamos trabajando muchísimo mejor», admite María del Mar Sánchez, jefa de tienda, que explica los nuevos hábitos del supermercado. «Abrimos a las nueve de la mañana, como era costumbre, y cerramos a las ocho de la tarde, una hora y media antes de lo habitual, para que podamos volvernos antes a casa».

No es el horario lo único que se ha modificado. También los hábitos higiénicos.

«Además de mantener la distancia de seguridad aconsejada -tanto entre los empleados como entre los clientes-, hemos limitado el aforo a 20/25 personas, estamos utilizando guantes y los que así lo desean también mascarillas y, además, a cada rato desinfectamos cajas, carritos, cestas, mostradores, estanterías y todo aquello susceptible de transmitir la enfermedad».

Ello supone un esfuerzo adicional para una plantilla que, dice, no se deja vencer por el miedo. «Como jefa de tienda, estoy muy orgullosa del personal que tengo. Muy orgullosa», repite Sánchez, que cree que esta situación «va a poner en valor el trabajo que hacemos los trabajadores de los supermercados».

Ana Isabel Cancedo atiende tras el mostrador de la charcutería.
Ana Isabel Cancedo atiende tras el mostrador de la charcutería.

Reprimenda a los mayores

La jefa se refiere a Saúl, a Ana, a Mar, a la otra Ana, a Sonia, a Javier y al resto de un equipo unido «como una piña» ante la adversidad. La suya y, desde luego, la de todos sus clientes.

«Aquí hay un poco de todo. Un poco de miedo, un poco de preocupación, un poco de escepticismo... De todo», confiesa Saúl López, que no acaba de acostumbrarse a las medidas de seguridad. «A veces se me olvida mantener la distancia con alguien y pienso: 'joder, a ver si la he liado', dice el pescadero, que está muy preocupado por su familia: «Mi madre no sale para nada. La dejamos las cosas en la puerta. Y cuando yo llego a mi casa, procuro tratar con mis hijos lo menos posible».

Él no lo ha notado, pero algunas de sus compañeras sí se han dado cuenta de que el supermercado se ha convertido en una zona de recreo para los mayores, a los que privar de su paseo diario ha sido fatal.

«Hay personas que están muy concienciadas con este asunto, pero hay algunas otras que no», asegura Ana Isabel Cancedo tras el mostrador de la charcutería. «Alguno se creen que esto es una película y se lo toma a la ligera». Y señala a los clientes mayores. «Son los peores».

Javier Esparza, cajero/reponedor, abastece la sección de yogures.
Javier Esparza, cajero/reponedor, abastece la sección de yogures.

Lo corrobora su compañera Gema Roiz, dependienta de pescadería, como Saúl, que el sábado se fue para su casa llorando. «A la gente le ha costado mucho adaptarse a estas nuevas normas, pero ya está reaccionando bien» salvo reprobables excepciones. «El sábado vino una señora a buscar Royal, que yo pienso que Royal para hacer un bizcocho no es algo de primera necesidad ahora . Y ayer vino otra señora a buscar un bote de betún. Yo lo que veo es que la gente mayor es la que más sale».

Muy sorprendida por la masiva adquisición de papel higiénico, algo para lo que no tiene explicación, Sonia Muñoz, cajera, se recupera todavía del estrés al que se vio sometida el sábado. Como Ana Isabel y como Gema, ella tampoco oculta su contrariedad con la actitud de los mayores. «Son los peores, porque siendo los que más riesgos corren no quieren ponerse guantes ni guardar las distancias».

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