Una «vida plena» a partir de los 65 años
En Cantabria, este grupo de población lo integran 145.442 personas con expectativas y preocupaciones diversas. Seis de ellas las comparten aquí
Disfrutan subiendo a la montaña o escribiendo, practicando yoga e inglés, viendo películas en televisión, tomando el blanco con los amigos. Viven solos o en pareja, unos son abuelos y otros no han tenido hijos. Casi todos escriben emails y se comunican por grupos de mensajería instantánea;una parte conduce, otra usa el transporte público y la mayoría camina. A algunos les molestan las rodillas o las vértebras, pero, en general, no dejan de ejercitar el cuerpo como mejor les conviene, «¡pero también la mente!», avisa el gran exportero racinguista Pedro Alba. Siguen lo que pasa en el mundo en papel y en digital, y a muchos les preocupa, cuando no horroriza, lo que ocurre en Gaza y en Ucrania. Escuchan música clásica, a 'los Smiths', van a exposiciones y presentaciones de libros, o compiten en categoría 'máster'. También les preocupa la discriminación por razón de la edad.
En Cantabria hay 145.482 personas mayores de 65 años que, como advertía estos días el Grupo Social Unate (Universidad Permanente-Fundación Patronato Europeo de Mayores) en contra de interpretaciones edadistas, ni son iguales ni viven un presente necesariamente dependiente. Por ello, el Grupo Social pide investigaciones que destierren mitos y apoyen política adecuadas.
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Pedro Alba 70 años
«Soy poco conservador, creo que lo mejor siempre está por venir»
P edro Alba hace toda una declaración de intenciones a mitad de conversación: «Yo es que soy poco conservador y creo que lo mejor siempre está por venir». Parece que siempre ha sido así: como bombero, como portero del Racing, o como entrenador y preparador de guardametas, Alba siempre ha sido de «mirar hacia delante» y crear método propio. Entre quienes le saludan con afecto esta despejada mañana de septiembre se encuentra uno de sus alumnos-discípulos, que le abraza y le pone por las nubes. «¡Alba es el mejor!».
Con sus hitos y sus remontadas, «la vida está para vivirla», dice Pedro, que parece hacerlo con la exigencia y la dedicación que, según explicará después, es «inherente» a los porteros. Juega al pádel y va al gimnasio hasta tres días por semana –«tengo necesidad de moverme»–; se desplaza en moto; aprende inglés –«¡llevo 40 años aprendiendo!», dice entre carcajadas–; viaja –por ejemplo, a Oxford, donde reside uno de sus hijos–; lleva matriculado un par de cursos en el Programa Senior de la Universidad de Cantabria (UC); lee sobre ciencia con asiduidad –el cerebro es uno de los temas que más le interesa, ya desde su etapa como deportista–; se mantiene informado y con su grupo de amigos debate sobre un mundo, lamenta, que «está en un momento en el que hay ganas de guerra por parte de los dueños del dinero». A sus 70 años, sigue teniendo los ojos y los oídos bien abiertos, y por eso le gustaría «hacer más» para cambiar las cosas.
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Gilda Ruiloba 68 años
«Escribo, voy a conferencias, doy recitales, tengo una vida llena»
Es difícil encontrar a Gilda Ruiloba en casa y eso que tiene un huerto que cuida con esmero. Es difícil porque esta carredana de nacimiento y cayonesa de adopción (adopción temprana, a los pocos meses de nacer) tiene una agenda intensa y horarios propios. Cuando dejó de trabajar –administrativa de formación, también ha tenido una zapatería, ha trabajado en empresas de cátering y fue «la primera viajante de Cantabria»–, se entregó a una tarea que le fascina (y practica) desde que tiene memoria: la escritura. En los últimos años ha publicado siete libros –está puliendo el último, la segunda parte de una saga familiar de indianos– y actualiza con sus textos su blog, un 'rincón' digital del que está muy orgullosa. Es secretaria de la Sociedad Cántabra de Escritores y socia del Centro de Estudios Montañeses. «Y hago recitales de poesía con el guitarrista Manuel Iberia».
A Gilda le gusta mucho su vida. «Escribo, voy a conferencias, tengo una vida llena, a veces, me falta el tiempo». Entra, sale, se encuentra «bien de salud, gracias a dios», y todos los lunes toma café con sus amigas de la infancia. «Tengo la suerte de tener muchos amigos, también jóvenes», celebra. Los años no le han pesado a la hora de probarse escribiendo en prensa o participando en un documental sobre amas de cría. Tiene dos bisabuelas por parte de madre que lo fueron.
«Cada edad tiene su encanto», dice Ruiloba, que no obvia que el cuerpo envecejece, pero también que «la mente se mantiene joven».
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Cati Zubieta 71 años
«Del Campeonato del Mundo de Australia me traje 7 medallas»
Catalina Zubieta Hillenius empezó a nadar a los 12 años en La Magdalena. Era verano y recuerda tirarse al mar desde el embarcadero real o cruzar a brazadas hasta la isla de Los Ratones. Nadar le da mucha paz y energía a Cati (así la conocen los suyos), y es una constante en su vida, también ahora que ha cumplido 71. El año pasado participó en el Campeonato del Mundo de Salvamento y Socorrismo, en la categoría Máster +70. «Y me traje siete medallas», dice con sencillez sobre su hazaña en Australia. «Mujeres de mi edad en competición no había muchas en mi época. Ahora hay más y llegarán a mis récords, pero ¡en edad ya me pillan!», cuenta entre risas.
Médico oftalmólogo en el Servicio Cántabro de Salud, nada dos veces por semana desde los 47 años. No suele faltar a su cita en el club Marismas, y tampoco quiere dejar de recordar a tres de los 'maestros' de la natación en Cantabria: Rodolfo Eguía, Orlando de la Hoz y José Abascal.
Es madre de cuatro hijos y abuela de dos nietos a los que ve a diario –«me siento muy cuidadora, es muy gratificante para mí»–; conduce –hasta la Holanda natal de su familia materna si hace falta–; juega al pádel y le gustan el ganchillo y el ajedrez. «Juego mucho, y también sola contra el ordenador».
Doblemente federada (Natación y Salvamento), ya empieza a pensar en el próximo campeonato internacional. «Me dan pereza tantas vacunas, pero... creo que acabaré yendo».
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Josefa Parra 69 años
«El título del Programa Senior es toda una celebración»
Una de las cosas que más decididas tenía Josefa Parra al jubilarse era que quería mantenerse «activa» a nivel intelectual. «Quería seguir aprendiendo cosas diferentes y hacerlo en un ambiente universitario», cuenta quien fuera maestra en colegios e institutos de Cantabria y, desde hace unos años, es alumna del campus de la Universidad de Cantabria (UC) gracias al Programa Senior para mayores de 50 años.
«Ha cumplido mis expectativas», asegura. Se gradúa en octubre. Entonces recibirá un título que acredita que ha superado créditos y asignaturas con solvencia. ¿Qué significado le da a esta certificación? «Significa el placer de estar allí ese día con mis profesores y compañeros. El título es una celebración. Ahora solemos ir a las celebraciones de los hijos y no tanto las nuestras. Y esto es la oportunidad de hacerlo» con otros 38 compañeros. En el Senior, Parra ha coincidido con algunos que tienen los 80 años cumplidos.
Gracias al programa académico ha podido ponerse al día en asuntos que, como la economía, la física o la inteligencia artificial, antes sonaban «más raros» y ahora ya no tanto. Una vez jubilada, también se ha inscrito en un coro para probar el canto –«es algo asequible a todo el mundo»–, y el pilates y el gimnasio forman parte de sus rutinas. «Esta etapa de la vida supone el fin de algunas cosas, y el inicio de otras», y la sociedad y el mundo pasa lo mismo, dice Parra, a quien le preocupa el «renacimiento del odio entre las personas».
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Tino Barrero 70 años
«Me enorgullece la gente que tiene ideales y no es pasiva»
Como tantas de las cosas que sucedieron durante la pandemia, la jubilación de Constantino Barrero en la Escuela de Adultos de Polanco fue algo «atípica». Sin embargo, concluir su etapa laboral no significó para Tino Barrero ni el fin de su relación con la Escuela que dirigió durante cerca de treinta años, ni con lo que representan esta entidad o la Asociación Sociocultural de Polanco que preside.
Barrero sigue siendo promotor y entusiasta de las marzas, y lo es también de la tradición y la memoria de Polanco. A ello le dedica muchos de sus estudios y escritos. Sin ir más lejos, el pasado jueves presentó en la Biblioteca Municipal 'El desafío de la Casa del Sol Naciente', un libro que es «más que una metáfora» sobre la Casa de Cultura del municipio. Con libros y actividades, la idea de Tino es que no se pierda «el rastro etnógráfico» ni aquello que «genera identidad» en los vecinos. Desea que los jóvenes se mantengan en la brecha, «que se involucren, que le den trascendencia y lo vivan de manera lúdica y divertida para poder identificarse con las generaciones anteriores». Es lo que él trata de seguir haciendo ahora, con la divulgación y como parte de la misma cadena.
Le gustan la tranquilidad y el reposo, pero también la actitud. «Me enorgullece ver a gente que no es pasiva y tiene sangre, que tiene ideales, que no es ajena a su realidad» o a lo que pretenden «los jerarcas del mundo». «A mí me preocupan las cosas, siento curiosidad, estoy activo, alerta, como cualquier persona normal».
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María José Gutiérrez 70 años
«Somos una generación que rompe con los estereotipos»
Hay cosas que han entusiasmado desde siempre a María José Gutiérrez, como subir al monte, participar en tertulias literarias, bailar o charlar largo y tendido con los amigos. Lo bueno es que ahora tiene «más tiempo» que dedicarle a lo que le gusta y le llena, y probar además con la fotografía o el teatro, participar en el programa 'Memorias compartidas' con el Carleton College de Minesota (EE UU), o lanzarse con el dibujo y las clases de francés. «Soy supercuriosa, me interesa el mundo en general», dice a modo de resumen.
Su carrera profesional se desarrolló en el Ministerio de Educación, en Madrid. «Nos dedicábamos a hacer formación del profesorado», evoca. Ella y sus compañeros visitaban centros educativos para enseñar, identificar necesidades y, «una cosa importantísima», evaluar el resultado. Fue una etapa intensa y fructífera –«no mirábamos la ficha, ni si era sábado o domingo; teníamos ganas, energía e ilusión»–, de la que conserva la satisfacción de haber construido algo valioso con las que siguen siendo sus «mejores amigas». Ya jubilada, parece mantener la actitud intacta: «Me emociono y me implico en lo que me gusta y en lo que creo».
Tampoco pierde Gutiérrez «ninguna oportunidad de decir lo que quiero decir, no me callo». Intuye que así rasga alguna que otra costura. Su generación, piensa, sigue «rompiendo moldes»:lo hizo en la dictadura, en el trabajo y «ahora rompe con los estereotipos» de la edad.
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