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Ilustración: Clara Privé
25N en Cantabria

De la violencia invisible en las mayores de 65 años al romanticismo controlador de los adolescentes

Ana Gil Zaratiegui

Santander

Lunes, 24 de noviembre 2025, 07:11

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Compartir la geolocalización por el móvil en directo las 24 horas, intercambiar contraseñas personales de redes sociales como prueba de fidelidad y confianza, tener una paga del esposo y que sea él quien controle las cuentas del banco o ser obligada a asear al marido y que este impida que nadie más lo haga incluso cuando ella sufre unos problemas de cervicales tremendos. A veces cuesta ver más allá de las palizas, los golpes o los fuertes desprecios, pero la sombra del control y la manipulación se enmascara en ejemplos reales como los citados sobre los que se sustenta la violencia machista. Y claro, cambia mucho la historia si hablamos de un matrimonio de 80 años que lleva más de medio siglo juntos o unos chicos de 15 años que empiezan a explorar las relaciones atropellados por las redes sociales. Los mimbres son los mismos, pero las realidades son otro mundo.

En las más mayores

«Muchas llevan viviendo 50 años con un maltratador y no son conscientes»

Entre las más mayores

Violencia invisibilizada por ser mayores. Lo sufren en silencio.

Maltrato cronificado durante años. Dificultad para identificarlo en sus vidas.

Falta de recursos adaptados a sus necesidades.

Necesidad de abordarlo con paciencia, el proceso es más lento.

Socializadas para el cuidado y la unión familiar.

Entre las más mayores

Violencia invisibilizada por ser mayores. Lo sufren en silencio.

Maltrato cronificado durante años. Dificultad para identificarlo en sus vidas.

Falta de recursos adaptados a sus necesidades.

Necesidad de abordarlo con paciencia, el proceso es más lento.

Socializadas para el cuidado y la unión familiar.

Entre las más mayores

Maltrato cronificado durante años. Dificultad para identificarlo en sus vidas.

Violencia invisibilizada por ser mayores. Lo sufren en silencio.

Falta de recursos adaptados a sus necesidades.

Necesidad de abordarlo con paciencia, el proceso es más lento.

Socializadas para el cuidado y la unión familiar.

En el caso de las más mayores hay que graduar las gafas violetas y ponerse unas segundas grises para combatir el edadismo, la infantilización y lo invisibles que son. «Hay que ver la cronicidad de estos malos tratos, muchas llevan 50 años viviendo con su maltratador, ni tan siquiera son conscientes de la violencia, pueden ver la desigualdad externa en otras chicas más jóvenes y querer lo mejor para otras, pero no lo ven en ellas, creen que es que sus maridos son así», explica Jesús Goyenechea, antropólogo y trabajador social en contacto con cientos de mujeres maltratadas en sus más de 35 años de trayectoria profesional, quien incide en la idea de que crecieron educadas como «máquinas de cuidar» con mucha más «tolerancia a la desigualdad». La forma de abordarlo debe ser desde la calma y la comprensión: «No se puede enfrentar directamente, ellas van dando pistas y hay que tener paciencia, que puedan ser capitanas de su vida, que se sientan vistas, comprendidas y desde ahí puedan tomar las riendas, es un proceso que puede tardar años», explica Goyenechea, quien resalta la importancia de mostrar otros ejemplos de masculinidad en los que sentirse apoyadas: «Ellas tienen que ver otro modelo de hombre, el vínculo y la sororidad con mujeres ya lo han tenido, ha sido su forma de sobrevivir muchas veces».

El tabú de la sexualidad en los mayores juega un papel importante en la violencia con muchos hombres que se creen con el derecho de acceder al cuerpo de ellas aunque no tengan deseo o no puedan mantener relaciones: «Creen que es lo que toca, el hombre está caliente y se dejan hacer dicen ellas», cuenta Goyenechea al tiempo que describe situaciones terroríficas con incluso desgarros vaginales en casos de dependencia extrema. Y a veces la supuesta solución se convierte en un castigo: «Toda una vida de trabajo y de sufrir para que te lleven a una residencia y que tu maltratador se quede en casa, es que muchas veces se le premia encima a él».

La familia juega muchas veces el rol de mayor oscuridad y luz con un sacrificio enorme para salvar a los hijos y que no queden desatendidos, tampoco económicamente ante la falta de independnecia: «Se sacrificaban por ese bien mayor que paradójicamente las mantiene atrapadas en esas relaciones, pero que por otro lado les proporcionaba autoestima como cuidadoras». La manipulación muchas veces se disfraza de amor, cariño y cuidado. «¿Para qué te apuntas a zumba?» o «No vayas tanto con los nietos, ¿quién se queda conmigo» son frases que podrían parecer inocentes pero que ayudan a los profesionales a detectar que lo que subyace es un «enorme control».

Los problemas también están asegurados cuando se baraja la posibilidad de una casa de acogida para supervivientes de violencia machista: «Mandas a una señora a una casa con 80 años, con sus pañales, su dentadura, su necesidad de escuchar la radio hasta las cuatro de la mañana porque tiene problemas de sueño y entra en un lugar con niños chillando y mujeres jóvenes que también están las pobres fatal y te encuentras que ellas se quieren ir de allí», cuenta el trabajador social para ejemplificar la necesidad de adaptar los recursos. Y por supuesto, no será lo mismo una mujer de 65 que de 85 años: «Es que las metemos a todas en la misma categoría y a veces son treinta años de diferencia, es como comparar a una mujer de 25 años con una de 50». Lo que sí tienen todas en común es que sus casos suelen ser los más silenciosos.

En las más jóvenes

«El control en tiempo real se muestra como romanticismo»

Entre las más jóvenes

Todo va mucho más rápido. Aceleración en las relaciones y en la violencia.

Romanticismo del control, potenciado por el entorno digital

y sus referentes en redes sociales.

Las redes sociales son un espacio de validación y de sociabilización diferencial para hombres y para mujeres.

Fomento del individualismo y falsa libre elección: "cada uno hace lo que quiere".

Influencia, naturalización y referencia de conductas violentas en el porno.

Entre las más jóvenes

Todo va mucho más rápido. Aceleración en las relaciones y

en la violencia.

Las redes sociales son un espacio de validación y de sociabilización diferencial para hombres y para mujeres.

Romanticismo del control, potenciado por el entorno digital y sus referentes en redes sociales.

Fomento del individualismo y falsa libre elección: "cada uno hace lo que quiere".

Influencia, naturalización y referencia de conductas violentas en el porno.

Entre las más jóvenes

Todo va mucho más rápido. Aceleración en las relaciones y en la violencia.

Las redes sociales son un espacio de validación y de sociabilización diferencial para hombres y para mujeres.

Romanticismo del control, potenciado por el entorno digital y sus referentes en redes sociales.

Influencia, naturalización y referencia de conductas violentas en el porno.

Fomento del individualismo y falsa libre elección: "cada uno hace lo que quiere".

Si dos conceptos se repiten al hablar de violencia machista entre jóvenes son la prevención y el aceleramiento de todos los procesos por las redes sociales. «La violencia no ha venido con internet, antes también vivíamos en una sociedad machista, pero el entorno digital ha permitido amplificarlo todo». Lo explica Teresa Vélez, educadora social, experta en violencia de género y doctoranda en investigación sobre el desarrollo adolescente en la era digital, para quien la base de la violencia de género es la diferenciación de socialización entre chicos y chicas desde muy pequeños: «A ellas se les enseña un culto brutal a la belleza, la competencia entre mujeres y ellas mismas comprueban cómo una foto más sexualizada tiene muchos más likes, es una forma de validación, mientras a ellos se les habla en los vídeos de dinero, deporte y se difunde un mensaje de que las mujeres son malas y te hacen daño».

Intercambiar imágenes de contenido erótico de sus novias con sus amigos, compartir la ubicación en tiempo real hasta para ir al supermercado, entregar las contraseñas personales de las redes sociales como muestra de confianza y fidelidad, hacer una videollamada para ver con quién está o crear imágenes sexuales falsas mediante inteligencia artificial como chantaje, burla o venganza. Son comportamientos muy extendidos entre adolescentes y jóvenes y repetidos para sentir pertenencia al grupo: «Es súper difícil que entiendan que tú tienes que tener tu intimidad, además todo va mucho más rápido y podemos ver una relación de violencia en cuestión de meses», muestra Vélez, quien cree que también está muy instaurado el discurso «neoliberal e individualista de que cada uno hace lo que quiere, aunque sean prácticas malas, esa idea de que quién soy yo para meterme en su vida».

En redes triunfan los vídeos con millones de visualizaciones en los que los chicos sorprenden a sus novias gracias a la geolocalización compartida en directo: «El otro día vi uno de un chaval como de 24 años que decidió consultar por dónde iba su novia corriendo y la esperó en un banco para sorprenderla, todo como en clave muy romántica y de que va a dar una sorpresa a su chica, pero que tengan ese comportamiento de ver dónde está en cada momento como ideal de pareja sana es peligroso, es su referencia», enfatiza Vélez al tiempo que asegura que «todos lo hacen, incluso con los amigos, así que con la pareja, una relación mucho más íntima, se da por hecho».

Sus referencias, su socialización y el entorno en el que se reproduce la violencia es el digital: «Los algoritmos tienden a amplificar mensajes estereotipados y polarizados, que refuerzan los roles tradicionales de género que ya tenemos de base», explica Vélez al tiempo que incide en que se ha noramalizado la «erotización del dolor y la violencia» en las relaciones sexuales: «Ellos acuden al porno para ver qué es lo que se puede hacer a una mujer y ese es su ejemplo, mientras que ellas lo ven para saber qué se espera de ellas, los comportamientos violentos no surgen de la nada, están en contacto con esto incluso antes de tener sus propias experiencias afectivas, es imposible que no afecte», pone como ejemplo Vélez para insistir en que «aunque a veces cueste verlo, esto tiene mucho que ver con la violencia de género, es su modelo a seguir».

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