Catalina de Erauso: la mujer soldado recibida por Urbano VIII
Conocida como «la monja alférez», fue encarcelada varias veces, acusada de espionaje y absuelta por el mismísimo papa Urbano VIII, quien le permitió vestir como hombre otorgándole, además, el jubileo
alicia vallina
Sábado, 30 de octubre 2021, 00:04
La autoría de la biografía de Catalina de Erauso es, aún hoy en día, uno de los episodios que más interrogantes despierta de los innumerables que conforman la vida de esta mujer aventurera, osada y guerrera, que ocupa una página relevante en la historia de las principales mujeres militares españolas.
Formada por 26 capítulos, la biografía de la monja alférez, así conocida en su época, responde más a las características de una novela picaresca que a las de una biografía al uso, pues no parece del todo claro que fuera escrita de su puño y letra.
Nació Catalina en San Sebastián, era hija del capitán don Miguel de Erauso y de doña María Pérez de Galarraga y Arce. En sus memorias se recoge como fecha de su nacimiento el año de 1583, sin embargo, por su partida de bautismo, sabemos que lo hizo en 1592 y que tuvo 6 hermanos: Joaquín, Isabel, Miguel, María, Juana y Jacinta.
Con 10 años ingresó en el convento de monjas dominicas de San Sebastián, del que fuera abadesa una prima hermana de su madre, doña Úrsula de Unzá y Sarasti. Cinco años después, probablemente en 1607, huyó sin haber jurado sus votos y, sola y desamparada, decidió dar un giro radical a su vida. Fue a partir de entonces cuando forjó una nueva identidad masculina que le acompañó hasta el resto de sus días y que la convirtió en una de las mujeres militares más conocidas de nuestra historia.
Como hombre, inició un camino complicado que la llevó a pasar por varias localidades españolas sirviendo a innumerables señores hasta que, desde el puerto de Pasajes, embarcó rumbo a América pasando primero por Sevilla y Sanlúcar de Barrameda. Catalina trabajó entonces en varias tiendas de tejidos en Panamá, Perú y el Río de la Plata, y sufrió penas de prisión por su carácter indómito y conflictivo, lo que la llevó a participar en innumerables conflictos de armas.

Como soldado, participó en varias contiendas contra la población indígena chilena, especialmente en la batalla de Valdivia y en la de Purén, donde actuó como una verdadera heroína, siendo ascendida al grado de alférez.
En la localidad peruana de Huamanga, tras un conflicto de juego en el que resultó herida de gravedad, entregó sus armas ante el obispo de la ciudad, en cuya casa se hospedó hasta su total recuperación. Fue a él a quien le confesó su gran secreto, revelándole su verdadera naturaleza femenina. A partir de este momento, la historia de Catalina de Erauso se extendió como la pólvora, regresó a España e incluso llegó a ser retratada como un férreo soldado español por uno de los más relevantes pintores de la corte del rey Felipe IV, el madrileño de origen neerlandés, Juan van der Hamen, allá por 1630. La fama alcanzada por Catalina la llevó a Roma, donde fue recibida por el papa Urbano VIII, a quien hizo partícipe de su historia. El pontífice le otorgó licencia para continuar su vida bajo el hábito de varón y también le concedió el jubileo.
En nuestro país pasó varios años hasta que, cercana a cumplir los 60 años, decidió viajar a Jalapa del Valle (Oaxaca, México). Allí se dedicó a la compra-venta de productos locales. Los últimos datos que poseemos de su azarosa vida se fechan en 1650, año de su fallecimiento cuando transportaba una carga para venderla en Veracruz, a la altura de la localidad de Cuitlaxtla. Admirada y querida por todos sus vecinos, el obispo Juan de Palafox ordenó colocar en su lápida un epitafio honorífico e intentó trasladar sus restos a la ciudad de Puebla, algo que, finalmente, parece no logró.
La relevancia de Catalina de Erauso fue tal que incluso llegó a estrenarse en la época (prácticamente en el momento en que regresa de América) una comedia teatral titulada La Monja Alferéz, comedia famosa, obra de Juan Pérez de Montalbán, discípulo de Lope de Vega y que relataba los hechos de su vida anteriores a 1625. La historia de Pérez de Montalbán no sigue la crónica de su biografía, pero nos da una idea de la importancia de un personaje, sin duda, excepcional, cuyo protagonismo acaparó una pequeña parte del Siglo de Oro español.
El retrato de Catalina de Erauso, restaurado en 20015 por el Museo de Bellas Artes de Bilbao, es actualmente propiedad de la donostiarra Fundación Kutxa. Su expresión recia y severa, en actitud desafiante y mirada ligeramente desviada de la atención del espectador, con una pose firme, cabellos cortos y ausencia de cualquier adorno femenino, revela la intensidad de su personalidad varonil, mostrando los rasgos físicos y morales de su carácter.
La historia de Catalina de Erauso fue llevada al cine hasta en dos ocasiones: una protagonizada por la gran actriz mexicana María Félix y dirigida por Emilio Gómez Muriel, en 1944; la otra, protagonizada por Esperanza Roy y dirigida por Javier Aguirre, en 1986.
La editorial de cómics históricos Cascaborra lanzará, a comienzos del año 2022, y para conmemorar el 430 aniversario de su nacimiento, un cómic dedicado a la vida de esta singular mujer.
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