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Es un regreso sencillo, oportuno y, a la vez, inmerso en una conmemoración y en una trayectoria, la de Siboney, en este caso transparentada ... a través de uno de los artistas históricos del espacio. Doce creaciones trazan un retablo fotográfico muy reciente de esa mirada única de Chema Madoz y su navegación por la poesía visual con el GPS del talento y la indagación. Tras la antológica exhibida durante meses en las Naves de Gamazo de la Fundación Enaire, la galería santanderina en plena celebración de su 40 aniversario, acoge desde este mes ese sutil juego de paradojas y metáforas que desprenden las imágenes de Madoz.
Fotografías con objetos en los que habita la vida y surgen nuevas dimensiones y significados a través de relatos que nacen de yuxtaposiciones de un imaginario cargado de revelaciones.
Ligada a la celebración de PHotoEspaña Santander, muestra que será inaugurada el próximo viernes y se extenderá hasta el 1 de junio, contiene una obra del inicio de este siglo, pero una buena parte de las imágenes seleccionadas por el artista están fechadas en 2022 y la más reciente es de hace apenas dos años.
En ellas siempre hay una poética agazapada que sale a la luz entre sombras, entre la reflexión y el asombro, entre la aparente desnudez del objeto y la profunda conmoción visual que la creación del artista deja a la intemperie. Siempre sin cartelas explicativas ni nombres o referencias, para que la interrelación de la obra y el espectador sea «limpia, abierta y directa», todas las piezas expuestas aluden a los múltiples significados de las cosas y a los caminos abiertos tras la primera impresión. Misterio y hallazgo.
Como subraya el crítico y ensayista Gabriel Rodríguez, colaborador de El Diario, en las fotografías de Madoz «nos estalla en la cara algo que estaba muy cerca, pero que nuestros esquemas lógicos no nos habían dejado ver. Son sorpresas instantáneas, emergencias, que, como en el humor, atentan contra las cadenas de la causalidad lógica. No hay historias, no hay desarrollo diegético, no hay lógica, no hay lenguaje, lo que hay es una intensa complicidad con el espectador planteada al margen del universo simbólico».
Además de su antológica de la Fundación Enaire, en paralelo Madoz expuso al inicio de este año, 'La naturaleza de las cosas', en el Centro de Arte Juan Ismael de Fuerteventura, primera exposición individual en Canarias del Premio Nacional de Fotografía. Comisariada por Oliva María Rubio, volvió a asomar en ella su universo de objetos cotidianos, vocabulario y gramática propia plasmada en metáforas visuales. En su regreso a Santander el artista muestra imágenes como la superposición de una partitura y un telar, el perchero con calavera, o la golondrina insertada en la diana, entre otras conexiones insólitas entre elementos naturales y objetos, en una invitación a ver el mundo con otros ojos.
Es ese mundo de imágenes poéticas, como subraya Gabriel Rodríguez, «en el que parece que se ha roto toda normativa, en el mismo sentido en el que la poesía lingüística necesita atentar contra el orden del lenguaje. En sus obras hay cadencias que nos recuerdan a las metáforas, las metonimias, las paradojas, las sinestesias, porque pertenecen al mismo territorio de relaciones analógicas. Son imágenes que se ¡entienden¡ de un solo golpe de vista, pero sobre las que se podría reflexionar durante horas».
«Para mí es importante guiarme por mi propia percepción y no limitarme a pasar a imagen la palabra. Lo que me interesa es la idea de hallazgo, de descubrimiento, de percibir el misterio en lo cotidiano», confiesa Madoz.
Frente a un presente desbordante de imágenes, el fotógrafo es partidario de que el espectador «saboree la imagen, de analizarla con un poco más de tranquilidad». El azar es uno de los principales componentes de su creación, consciente de que a las imágenes, que juegan a partir de la lógica, se suma siempre una vuelta de tuerca a la mirada que nos enfrenta a los objetos, a la realidad. En 2024 se cumplieron cuarenta años de la primera muestra individual de Madoz, coincidente con su paso por Gamazo. «Hay como una especie de descuido, de dar por conocido y por sabido todo lo que tenemos en nuestro entorno más inmediato y que nos cierra un poco a la posibilidad de investigar más a fondo y de reflexionar sobre cada uno de esos elementos, que damos por hecho». Madoz cuestiona la funcionalidad del objeto, los mecanismos que unen la forma y la función, la cadena de las causas y los efectos.
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