Cabárceno, 35 años muy humanos
El Gobierno de Cantabria homenajea a los empleados del parque, recolectores de instantes inolvidables y «el activo más importante del recinto»
Nacho González Ucelay
Santander
Viernes, 13 de junio 2025
Cada mañana desde 1990, el Parque de la Naturaleza de Cabárceno sube la persiana y abre sus puertas al paso en tromba de sus visitantes, ... que dependiendo de la temporada, de si es baja o de si es alta, pueden contarse por centenares o pueden contarse por millares. Considerado el buque insignia de la flota turística de Cantabria, el sancta santorum de la industria del ocio de esta comunidad, el recinto acogió durante 2024 a un total de 671.694 huéspedes a los que invitó a pasar a un espacio donde reinan mil animales que no comen, no beben, no se curan, no se reproducen y no se protegen de sus enemigos solos. Lo hacen con la ayuda imprescindible de los empleados del lugar, unos doscientos profesionales entre personal de hostelería, mantenimiento, limpieza, educación, departamento animal y botánica a los que hoy, en la conmemoración del 35 aniversario del nacimiento del recinto zoológico, el Gobierno regional ha querido rescatar un instante del anonimato para que de esa capa de invisibilidad que les cubre a todos trasluzca el extraordinario trabajo que llevan a cabo cada jornada y con el que han ido recolectando un singular catálogo de momentos inolvidables.
Ese homenaje, muy merecido, ha sido el eje sobre el que el Ejecutivo regional ha hecho girar la celebración del cumpleaños del parque que Juan Hormaechea concibió sobre una antigua mina de hierro en 1990 para que fuera recubriéndose de hitos y de récords en torno al bienestar animal. Allí se han festejado 24 alumbramientos de elefantes africanos, allí se han asentado una de las mayores reservas de osos pardos y uno de los mayores recintos de gorilas de Europa y allí se ha concentrado la mayor colección de reptiles y serpientes venenosas de todo el continente.



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Nada de eso hubiera sido posible sin el descomunal esfuerzo de los trabajadores del parque, «el activo más importante de la instalación», ha dicho el consejero de Turismo, Luis Martínez Abad, en un acto marcado precisamente por la presencia de una nutrida representación de empleados llamados a una foto de familia y reunidos en la sala 360 del recinto animal, donde se ha proyectado un entrañable vídeo resumen de los 35 años de historia del Parque de Cabárceno narrado por una cría de bisonte que ensalza la vida animal en régimen de semilibertad.
Todos tienen su función allí. Y la de todos resulta fundamental. Pero no sería honesto ignorar que ese recinto nunca sería lo que es, un lugar inimitable, sin la presencia de dos de sus empleados más reputados, Santiago Borragán y Antonio Moro Galonce. Veterinario el primero, conservador de reptiles el segundo, los dos trabajan en las instalaciones prácticamente desde sus orígenes; desde 1991 Borragán y desde 1992 Moro Galonce.
Momentos
En sus 34 años de servicio, Borragán ha vivido momentos muy alegres y muy tristes también. Los mejores, «los nacimientos de animales de aquellas especies que en otros parques no se reproducen y que aquí, en cambio, lo hacen casi como rosquillas». Especial, ha recordado el veterinario, «fue el nacimiento del primer elefante africano, un hito desde el punto de vista de la conservación». Aquel fue el elefante número 13, «que en lugar de darnos mala suerte nos dio muy buena suerte porque después han nacido otros 24 más», dice Borragán, que subraya que es precisamente una elefanta, 'Penny', el animal más veterano que hay en el parque, donde el paquidermo lleva viviendo ya 33 de los 43 años que tiene.
El veterinario, al que la muerte de animales con los que estaba muy implicado sentimentalmente han afectado muchísimo, ha dicho que, en todo este tiempo, «Cabárceno ha experimentado una enorme evolución» porque «cuando nosotros empezamos teníamos más ilusión que conocimientos y hoy en día tenemos la misma ilusión pero muchísimos más conocimientos», lo que ha hecho de la instalación un referente internacional.
A ello ha contribuido decisivamente Moro Galonce desde su espacio natural, el reptilario, donde Cantabria guarda la mayor colección de serpientes venenosas de toda Europa gracias al magnífico trabajo que su equipo ha ido realizando año tras año durante los últimos 33 del parque. «En nuestro caso no tiene tanta relevancia el número de especímenes que hay como la importancia que el reptilario ha cobrado desde el punto de vista conservacionista o el científico o incluso el didáctico».
Para él, que se ha tirado media vida ahí, Cabárceno es un enorme cuenco de experiencias con los animales y también con muchos de sus compañeros, «unas muy dulces, otras quizás no tanto», admite el experto, que llegado el día de su marcha quiere irse llevándose consigo «la mirada que ponen los niños cuando entran al reptilario y tienen su primer encuentro con cualquier de las serpientes», porque esa mirada, asegura él, «es impagable».
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