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JOSÉ LUIS HIDALGO

FERNANDO BRINGAS DE LA PEÑA

Viernes, 27 de diciembre 2019, 07:51

Acaba de finalizar la conmemoración del Centenario del nacimiento de José Luis Hidalgo y los actos para recordarlo han sido muchos y variados, como lo han sido las publicaciones sobre su obra literaria. Todas vienen a complementar la extensa bibliografía anterior y ofrecen una valoración amplia y precisa sobre su vida, su época, su formación, las influencias literarias y, en mayor proporción, sobre los temas, el estilo y el simbolismo de su poesía. La mayoría han correspondido a críticos literarios, filólogos e historiadores de la literatura quienes han destacado sus rasgos más notables, que resume Ángel Luis Prieto de Palma: «La poética de Hidalgo se conforma en el contraste entre existencialismo y vanguardismo surrealista: elementos sostenidos en una base neoclasicista que impera en todo el período», cualidades que lo han situado en un lugar destacado de la literatura española.

Ahora bien, el poeta José Luis García Martín, en el suplemento 'Sotileza' de este diario, escribía: «Hay dos maneras de acercarse a un poeta de larga trayectoria. Una es la del estudioso que analiza su trayectoria, determina etapas e influencias, y trata de situarlo en la historia de la literatura; la otra, la del simple lector que gusta de la poesía y no le importan demasiado las clasificaciones ni los análisis escolares».

La primera opción ha sido la más celebrada, la que ha centrado los actos conmemorativos del centenario; de la segunda apenas hay noticias, la opinión más extendida entre quienes conocen la existencia del poeta torrelaveguense lo 'etiqueta' como el poeta de 'Los muertos', un tópico rechazable por injusto según Aurelio García Cantalapiedra porque «la obra poética de José Luis Hidalgo no es sólo 'Los muertos', que con la fuerza de su tema han oscurecido a los otros dos, 'Raíz' y 'Los animales', así como a la obra que no llegó a pasar a libro».

Por eso es necesario impulsar una aproximación a su obra desde la consideración del lector que se interesa por el poeta como hombre, hombre de su tiempo, capaz de transmitirnos poéticamente sus preocupaciones e inquietudes ante la vida y ante el destino. Y para eso es imprescindible reconocer que Hidalgo es poeta del amor: «Tú quisieras morir / para vivir perpetua en mi recuerdo. / Yo te quiero en presente / de carne verdadera / a través de los días / junto a mi pecho erguida. / Porque eres tú, tú misma / lo que yo necesito, / no un recuerdo inasible / de vagas sombras idas. / Tu permanencia intacta / lejana de la muerte»; de la amistad: «No sé qué ruiseñor, no sé qué pájaro / tenía tu garganta, Aurelio. / Me cogiste con los dedos de tu voz, / y juntos, allá por el Silencio, / unidas por las manos nuestras almas / me abriste un mundo nuevo»; de la infancia «Yo tengo un lazo azul / todo de seda. / Mamá me lo compró / en una tienda»; de lugares donde vivió: «Al fondo montes grises, delante la pizarra / del mar plano y cerrado sin olas ni color / y este barco que dentro de la tarde tan triste / pone su panza enorme de hierros y carbón», ('Bahía de Santander'); de su existencia personal: «Mi soledad anda sola, / vaga, inconcreta, sin término, / llorando por las paredes / desnudas de mi aposento»; de la denuncia de la guerra: «Muertos, / hombres muertos, / partidos por las balas. / Cadáveres terribles / caídos en la arcilla, / bajo el sol, bajo el agua; / sobre la espiga que nace, / sobre los trigos maduros»; de la naturaleza: «Puro y silvestre brotas / alzando tu frescura, / esbeltamente nuevo / bajo la tarde única. / Muchacho limpio y triste / de vegetal verdura / creces, aunque tus plantas / la vieja tierra anuda. / Alto vuelas, pidiendo / cielos a tu hermosura, / blancas nubes celestes / para tus ramas húmedas».

Y de los temas esenciales de la poesía de todos los tiempos: «La muerte espera siempre, entre los años, / como un árbol secreto que ensombrece, / de pronto, la blancura de un sendero / y vamos caminando y nos sorprende», y Dios: «Déjame que, tendido en esta noche, / avance, como un río entre la niebla, / hasta llegar a Ti, Dios de los hombres, / donde las almas de los muertos velan. [...] Yo no sé dónde estás pero te busco, / en la noche te busco y mi alma sueña. / Por los que ya no están sé que Tú existes / y por ellos mis aguas te desean».

Esta gran variedad de temas, además de mostrarnos su cosmovisión, demuestra su compromiso con el mundo de acuerdo con la reflexión del poeta Rafael Fombellida: «El poeta se mezcla con el mundo. No vive en la clausura de la especulación, de emocionalidad incontrolada o de la sensorialidad inconsciente. El poeta es manchado por el mundo pues el mundo lo acosa, lo acorrala, lo hostiga obligándole a actuar y a decidir como cualquier otro individuo. Pero el poeta publica su conflicto. Y su preocupación se corresponde con la que concierne al tiempo en el que vive. De tal modo que el mundo también mancha su poesía».

Pero su característica más importante, la más poética, la más lírica, responde al concepto machadiano de poesía expresado por Juan de Mairena: «Es como la palabra esencial: inquietud, angustia, temor, resignación, esperanza, impaciencia contada con signos del tiempo y revelaciones del ser en la conciencia humana», acorde con el que Hidalgo había manifestado: «de todos los versos escritos en este mundo, no se salvarán los que los que haya podido escribir a fuerza de inteligencia y frío cálculo retórico, sino los escritos porque le resonaban en la hondura de su humano corazón».

Emociones y sentimientos brotan abundantemente de sus poemas y constituyen el argumento principal para promover el acercamiento de cualquier lector a su obra.

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