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Un rastro de efervescencia e ilusión compartida

Un rastro de efervescencia e ilusión compartida

Isabel Tejerina | Profesora y exconcejala

Guillermo Balbona

Santander

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Viernes, 22 de junio 2018

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Lo prohibido resultaba atractivo». Doméstica, pequeña, inevitablemente clandestina, pero a su manera 'revolucionaria'. Así era la huella española de Mayo del 68 contada por una estudiante de 18 años. «Propaganda, lucha, agitación» frente al ahogo de la dictadura del sátrapa, pero también un «creciente convencimiento de que la libertad era posible». La revuelta parisina, con su significado, su perfume y sus rescoldos, llegó a la España franquista entre filtros, resquicios y burlas a la censura. «Fue una época de efervescencia y de ilusión compartida. Vivíamos en plena asfixia de la dictadura y aquella revuelta alentó nuestros ideales y nuestra lucha».

El hábitat donde el espíritu del 68 impregnó el despertar político y el lugar en el mundo de la docente y exconcejala del Ayuntamiento de Santander, Isabel Tejerina, fue la universidad. En ese ecosistema afloró la militancia, el compromiso y, sobre todo, una mirada de futuro: «Nos cambió la forma de mirar el mundo con lo bueno y lo malo que ello conlleva: bueno, porque miras sin fronteras a toda la humanidad y malo, porque, como se escribió en una pared de Nanterre: 'no puede volver a dormir tranquilo aquel que una vez abrió los ojos'».

La iconografía de una revuelta. «Mirábamos con envidia las pocas imágenes que nos llegaban de la revolución en la calle».
La iconografía de una revuelta. «Mirábamos con envidia las pocas imágenes que nos llegaban de la revolución en la calle». DM

Es la voz de Isabel Tejerina (Mieres, 1949), afincada en Cantabria desde 1971, activista, cuya labor ha sido constante tanto en la educación como en la política. La revuelta que sacudió París durante los meses de mayo y junio y logró paralizar el país, tuvo repercusión en todo el mundo y en España, especialmente, en las universidades. Tejerina, entre la nostalgia y la evocación de un tiempo de pasión, concluye que en lugar de los siete años transcurridos entre el germen del 68 y la muerte de Franco, en el 75, la sensación es que pasaron 27 densos años. «Lo más importante es que no se trataba sólo de pedir mejoras económicas y gremiales, sino de lograr un cambio cualitativo en el modelo, de renegar de la sociedad de consumo y de subvertir el sistema capitalista».

Quien fuera la primera concejala elegida democráticamente en Santander en las elecciones de 1979, como concejala del Partido del Trabajo, recuerda aquel clima de canales más o menos clandestinos: «Mirábamos con envidia las pocas imágenes que nos llegaban de la revolución en la calle, los debates en las aulas, las manifestaciones masivas de estudiantes y obreros, el uso libre de la palabra en las asambleas permanentes, la creatividad e ideas transformadoras de los discursos, los carteles, grafitis y pasquines: 'Prohibido prohibir' (mi preferido), 'Seamos realistas, pidamos lo imposible'...». No obstante a Tejerina le encantaba el póster con una silueta pinturera de Charles De Gaulle, que llamó «canalla» a los revoltosos, dibujada sobre el lema: 'La chienlit c'est lui!', (La canalla es él), «por la represión ejercida y por su política autoritaria como presidente de la República. También me gustaba porque suponía un salto contra la jerarquía, una nueva forma de dirigirse al poder».

Conciencia antiimperialista

La entonces estudiante de Filología Románica, que más tarde ingresaría en el Partido Comunista de España (internacional), escisión por la izquierda del (PCE), que poco más tarde pasará a denominarse Partido del Trabajo de España, asegura que otro rastro inherente al 68 radicó en su influencia de forma decisiva «en nuestra conciencia antiimperialista, la Guerra de Vietnam y sus atrocidades, pero también la revolución cubana, los movimientos de liberación de América Latina…». Una cadena de hitos históricos que hoy configuran el paisaje del siglo XX que -confiesa-, «alentó nuestros ideales de transformación revolucionaria y la esperanza de que una sociedad distinta y mejor era posible».

Tejerina, filóloga, catedrática de Lengua y Literatura de la UC, que recaló en Cantabria como profesora del Instituto 'Besaya' de Torrelavega y tres años más tarde, en la Escuela de Magisterio de Santander, cree que la influencia del 68 «nos transformó el pensamiento y nos reveló fuentes de cultura vedadas. Descubrimos a Sartre y a Marx, a Simone de Beauvoir y a Wilhelm Reich, nos abrió las puertas al marxismo-leninismo, al maoísmo y la Revolución Cultural, al feminismo y a la liberación sexual».

Con 18 años. Una imagen simbólica de la entonces estudiante. «Nos rebelábamos contra todo y te llovían palos de todas partes».
Con 18 años. Una imagen simbólica de la entonces estudiante. «Nos rebelábamos contra todo y te llovían palos de todas partes».

Aún resuenan en sus oídos los comentarios machistas o la presión familiar cotidiana, propia del ADN social de la época. «Las mujeres no teníamos derechos de ninguna clase y sufríamos un acoso permanente social y familiar a nada que te salieras del tiesto. Hasta los 23 años no te podías ni casar sin permiso de tus padres; tenías que entrar en casa a las 10 de la noche; si tu chico te pasaba el brazo por el hombro, se suponía que ya era tu novio para toda la vida o eras una 'fresca'. Nos rebelábamos contra todo y te llovían palos de todas partes».

¿Y la liberación sexual?: «Creo que en mi generación, hasta las más avanzadas, conseguimos grandes progresos en las ideas, pero bastante menos en la práctica, porque costó mucho desprenderse de la caspa nacional-católica».

De la represión al Estado de Excepción

Tejerina, que en Cantabria continuó su militancia clandestina en el Partido del Trabajo, del que llegó a ser secretaria general, apunta que con el activismo a flor de piel «se acrecentó la persecución y los fichajes policiales, las cargas y las detenciones, la siembra del miedo en las aulas y en las fábricas, una represión creciente que culminó con un Estado de Excepción para eliminar los pocos derechos que nos quedaban». La que más tarde fuera cofundadora del Comité Cívico de Santander, de la Asociación de Mujeres Universitarias y de la Asociación Democrática de la Mujer, recuerda las 'movidas' de finales de los 60 como «organizar un cordón de estudiantes para dar la espalda a un ministro de educación franquista de visita; pasarnos los libros prohibidos y el periódico 'Gramma'; leer juntos la revista clandestina Ruedo Ibérico y escuchar los discursos de Fidel Castro, que entonces no nos parecían tan largos».

«Lo más importante es que no se trataba sólo de pedir mejoras, sino de lograr un cambio cualitativo en el modelo y de subvertir el sistema capitalista»

Siempre ligada al mundo escénico, (forma parte actualmente de la agrupación Unos cuantos), recuerda que estaba a punto de estrenar una obra, 'La noche de los asesinos'del cubano José Triana, en la que participaba como actriz a las órdenes de su amigo, el actor y director Carlos Álvarez-Novoa (ya fallecido), cuando fue detenido y encarcelado, y meses después deportado.

Isabel Tejerina, en el presente integrante de ARCA, Interpueblos y Amnistía Internacional, entre otras organizaciones, sostiene que «los supervivientes del 68 sentimos ahora que vivimos tiempos sombríos; hay menos respuesta, falta optimismo y sobra estupor ante la falta de respuesta masiva a muchos problemas de gravedad creciente: inmigración, guerras, paro, precariedad laboral, libertades y derechos». No obstante, apela al mismo espíritu de lucha que tuvo como estudiante rebelde: «Y seguimos aquí, mal que bien, con menos vigor, pero todavía comprometidos con las mismas y viejas causas de entonces, la justicia, la igualdad y la paz: los excluídos, las víctimas de la violencia de género, los refugiados».

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