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Como la sangre que supuraba la tierra rota de un país herido, el cansancio se le refleja a David Uclés en la mirada. Un cansancio luminoso, cálido casi, como los atardeceres de su Úbeda natal, resultado inesperado de un periplo que se inició hace quince años y ha desembocado en el fenómeno editorial de 2024. 'La península de las casas vacías' (Siruela Nuevos Tiempos) está ahora habitada por más de cien mil lectores. Y ese vecindario literario, cuando se habla de un tema tan revisitado como la Guerra Civil, marca un hito.
Uclés, con el flequillo asaltando unos ojos grandes y curiosos, se siente feliz. También «un poco cansado», porque la promoción es muy intensa, pero «satisfecho», al fin y al cabo. Define su libro como «un fenómeno literario que se ha basado en el boca oreja»; libreros que lo recomiendan y lectores que transmiten su impresión. Como ha sido algo «muy progresivo», ha encajado con naturalidad el resultado. «Acojo este éxito con mucha felicidad», insiste. A pesar de que, paradójicamente, publicar su gran obra le ha dejado sin tiempo para seguir escribiendo. «No pasa nada –sonríe– soy una persona que para escribir necesita estar solo en el campo y no puedo estar haciendo otras cosas». Así pues, volverá a enfrentarse a la hoja en blanco terminado el largo tour. Y el concepto de campo, en su caso, es literal: Galicia, los Alpes, o su Jaén originario.
Dedicar esos quince años a investigar y profundizar en las cicatrices de un país, le ha servido para cerrar las propias. «La herida que todos tenemos, en cuanto a qué pasó, a por qué uno piensa negro y el otro blanco, al informarte tanto, te permite sanar –razona- Estoy en paz en ese sentido porque entiendo lo que ocurrió y he podido hacer el ejercicio de perdonar a unos, comprender a otros y llevar flores emocionales a algunos». Lo define como un «ejercicio de memoria histórica, duro pero sanador; estoy muy en paz».
El narrador del relato, ese que se dirige directamente a los lectores, para explicar el por qué de elipsis, saltos y giros, doliente con quienes mueren, irónico con quienes matan, que recorre las 697 páginas, dice tener, al comienzo del libro, unas ideas políticas «vagas». Al terminar, «hay más claridad histórica». Uclés sigue siendo una persona que aborda cualquier tema de conversación, primero, desde el prisma «filosófico, sociológico o humano, antes que desde el político». Asume su responsabilidad, ejerce su derecho al voto, pero «estoy feliz de que mi voz política siga siendo débil», defiende.
El escritor es también traductor, músico y profesor. Daba clases en un instituto y ante ese público sujeto a los vaivenes de una mente en formación, quería ofrecer «un relato global, completo», en torno a ese «cuerpo geométrico central» que fue la Guerra Civil y sus años previos y posteriores para que «se puedan estudiar en una sola lectura, teniendo en cuenta todos los puntos de vista». Un objetivo que reconoce como «ambicioso y complicado». En paralelo iba la meta de que se llegara a una segunda edición y saliera en un periódico de tirada nacional. Va por la decimosexta, las traducciones a otros idiomas y hasta la serie, cuyo proyecto empieza a vislumbrase. Y Uclés se ve a sí mismo en las páginas de Elle o Telva e incluso le han propuesto grabar un disco. «Te prometo que no imaginaba que esto iba a ser así. Es un sueño, pero no estaba previsto», dice con un acento donde, como saltimbanquis fonéticas, las erres y las eses juegan en su propio registro.
Mientras camina entre las casetas de madera de Libreando, la Feria del Libro de Torrelavega, los lectores le interpelan, le piden firmas y fotos. Su figura trasciende más allá de la solapa del libro, donde, por cierto, sale sin su inseparable gorra. Son muchos los que tras cada presentación le narran sus propias historias de la guerra. Una pulsión latente. «Gente mayor, no tanto los jóvenes, que se acerca y me cuentan sus historias y mucha gente escribe sobre la guerra y publica sus testimonios». El volumen es ingente. «Es el tema sobre el que más se ha escrito en el mundo tras la Segunda Guerra Mundial», puntualiza. Cuando David Uclés empezó a escribir el libro, una guerra era Afganistán y otra Somalia. Quince años después son Ucrania y Palestina. Pasa el tiempo y el ser humano tan solo aprende a matar distinto. 'El tambor de hojalata' de Günter Grass fue una de las lecturas referenciales para construir el universo de Jándula. Recuerda Uclés que el autor, muerto en 2010, ya alertaba entonces de un futuro oscuro marcado por las guerras de Ucrania y el conflicto en Palestina. «Vivimos en un estado de bienestar tan grande que no somos conscientes del desequilibrio y esa vorágine hipercapitalista solo se puede mantener en algunos países». Una sociedad con tan altos estándares de egoísmo, que no será posible mejorar el mapa conjunto. «Estamos todos dormidos y luego queremos cambiar el mundo, pero el estilo de vida que llevamos supone mirar hacia otro lado».
Las culturas regionales tienen vocabulario específico. Pone como ejemplo 'Calabobos', de Mario Cobo, cuyas referencias «no entiendo del todo porque no soy cántabro», explica mientras la lluvia que sucede al viento sur le moja el paseo. En su escritura se han colado con intención palabras como cascarabito, baria, camuesos, agracejos, gazmoño… «El vocabulario del campo, al estar en desuso, nos parece exótico, pero cualquier abuelo sabe lo que es». A esos términos que escriben una forma de vida, se añaden referencias que ha ido aprendiendo leyendo a Max Aub, Miguel Delibes, Mercedes Rodoreda, Ana María Matute, Carmen Martín Gaite, que de vez en cuando utilizaban palabras que él no entendía, «pero eran bellas y quise incorporarlas, pero sin agotar al lector».
¿Por quién se quitaría el sombrero David Uclés? «Por escritores a los que admiro; Fulgencio Argüelles, José Saramago, gente noble, cabal, que ha intentado cambiar un poco el mundo y que ha utilizado la lírica y la belleza para transmitir ese afán de cambio».
¿Cambiará algo 'La península de las casas vacías'? «Todos los libros cambian a los lectores; por eso no hay que menospreciar ninguno; todo libro es valioso», dice rodeado de ejemplares que esperan a iniciar su viaje en nuevas manos. Uclés ha comprobado en estos 14 meses que cuando alguien se te acerca y te da las gracias por ver la guerra de una vez, o comprender a un familiar al que no entendía, o simplemente entretener, se ha colocado una pieza. «Quería que el libro fuera para el lector, no para mí y conseguirlo es un gran logro». Un logro multiplicado por cien mil.
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