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Al cumplirse ahora cuarenta años del librito de Javier Ortiz Real 'Los judíos de Cantabria en la baja Edad Media', quizá sea buen momento para reflexionar sobre el episodio regional de 1492 que supuso el final de las comunidades judías en nuestro suelo. Las crónicas relatan que los de la zona de Vizcaya y de Medina de Pomar que no quisieron bautizarse y optaron por la emigración forzosa zarparon desde Laredo. Fue la última tierra española que pisaron familias que llevaban siglos en la península.
Otros optaron por ceder y convertirse. Posiblemente algún cántabro, o de otras regiones pero oriundo de Cantabria, desciende de ellos. La marcha o conversión bruta de los judíos es un episodio regional importante por una doble razón: se fueron de Cantabria (o hubieron de sumergirse en su patrón cristiano) y además de España, en ambos casos afectando al desarrollo del territorio.
Al hablar de una 'Cantabria judía', incurrimos en anacronismo conceptual. Durante la presencia hebrea aquí en tiempos medievales, nadie llamaba 'Cantabria' a esta parte de la península. Como hemos contado en artículos anteriores, el corónimo emigró hacia Rioja y luego pasó, por motivos propagandísticos de la dinastía pamplonesa, a Navarra. Pero si se entiende lo que queremos decir (los judíos que hubo en lo que hoy es Cantabria), entonces la evocación compensa la imprecisión.
Las primeras menciones que recogía Ortiz Real datan de los siglos X y XI con nombres como Abrahan Fláinez o Iacob Ebreo. Pero es en la baja Edad Media donde hubo más actividad judía, al hilo del impulso económico generado por los fueros que Alfonso VIII concede a las villas costeras y a Santillana, villa donde hubo luego bastantes conversos. De Laredo conocemos nombres como Menahen (agente inmobiliario de Juan de Velasco), Yuçe Avenhen (escribano), Abrahan y doña Soloro (cuyo hermano e hijo, respectivamente, Isaque, había sido asesinado por un judío de Cervera). También había en Colindres (un 'Pedro de Mory' a quien unos ampuerenses debían dinero), Ruesga (García-Lomas recordaba el mote de «judíos» que antaño se daba a los de Ogarrio, aunque esto puede venir de rivalidades típicas entre pueblos). De Galizano proceden nombres como Ruy Yusera, Gonzalo Pinto y Juan Sotel. En Castro-Urdiales, donde ya constaba un Salomón judío a mediados del siglo XIII, posteriormente hay huella de Luis Pérez de Dilis, Diego Abad de Benci y otros.
En Reinosa y su entorno consta por varias fuentes la presencia judía. Los hebreos se dedicaban a oficios muy diversos y formaban una parte fundamental del sistema fiscal castellano, al hacer de recaudadores de impuestos tanto para reyes y aristócratas como para la propia Iglesia. En Campoo, por ejemplo, gestionaban el cobro de diezmos para el obispado de Burgos. Carlos V y su hermana Leonor, al llegar a España y pasar a la Meseta desde el valle del Saja, se alojaron en Nestares en casa de conversos. Durante el reinado de Felipe II, la Inquisición rechazó la solicitud de incorporación a un vecino de Reinosa (Juan de Castro) y otro de Cervatos (Hernando de Castro), por ser descendientes de una judía conversa, su abuela paterna Catalina de Castro. Alguna vez hubo escándalo porque alguien despotricó contra los campurrianos llamándolos «rabudos».
En San Vicente de la Barquera hubo probablemente un barrio judío. La localidad fue muy importante hasta el siglo XVI, con vida comercial de notable relevancia.
Los documentos fiscales (con objetivos de recaudación del reino) muestran la existencia de contribuyentes judíos en Val de San Vicente y en la villa barquereña. Eran arrendadores de rentas, artesanos y comerciantes. En 1492 los Reyes Católicos escribieron a San Vicente para que pagase a Yuçe Farache 20.000 maravedíes, para resarcirle del daño económico de la expulsión. La respetable cifra indica capacidad para los negocios y utilidad para las autoridades.
Ortiz Real mencionaba otros casos bajomedievales de actividad judía, que motivan la curiosidad lectora hoy lo mismo que hace cuatro décadas: Valderredible, Polanco, Cartes, Iguña, Rionansa y Toranzo. Más difícil de admitir era la tradición según las cual los pasiegos, con su peculiar personalidad comarcal, descienden de judíos. Sí consta algún caso en que judeoconversos expulsados de Espinosa de los Monteros (Catalina e Isabel Sanz, hijas de cristiano nuevo) acabaron trasladándose al valle del Pas. De ahí a la tesis judeo-pasiega hay una distancia insalvable.
Las casas nobiliarias con dominios en Cantabria (Velasco, Castañeda, Infantado) emplearon judíos como almojarifes (tesoreros y contadores), mayordomos o agentes de confianza, por sus dotes para asuntos legales y matemáticos. Entre los arrendadores de rentas y alcabalas figuraron Mosén Benito (para Cabezón de la Sal), Yuçaf Creçient y Mosén de Frómista (Asturias de Santillana) o Alfonso Rog de Santa Cruz (Campoo y Liébana). Parte de las rentas de Santander fueron dadas en privilegio por Enrique II a Mosén Maoriza de Tregidi, que se lo venderá después a otro judío.
Son nombres sin rostro, pero nos traen la individualidad humana. La existencia de gente hábil para grandes o pequeños negocios privados y públicos constituía un activo que se desmanteló con la expulsión de 1492 y la posterior persecución a los conversos. No fue causa única de los grandes apuros vividos por Cantabria en el siglo XVI y parte del XVII, pero el daño estructural de esas decisiones fue duradero y multidimensional. Por ejemplo, una inscripción en Valdeolea invita al «cristiano viejo» a no casar con judía «aunque vistas de vellón», es decir, aunque fuera mujer de buena economía. Pero cuando no había judías, el mensaje era directo contra las cristianas nuevas y la prosperidad.
La 'Cantabria judía' es, pues, la expresión de un desarrollo truncado. Un mérito del historiador de 1985 (luego acumuló otros, al estudiar la diplomática castellana del XVII, un resumen de lo cual está disponible en la biblioteca digital de la Universidad de Alcalá; y con diversas investigaciones de historia local) fue llamar la atención sobre un tema poco conocido de nuestra biografía regional. Sin poder compararse con las grandes aljamas de Castilla, Cantabria sí registró una interesante presencia de población hebrea.
En algún reciente trabajo en la UC se ha apuntado el potencial turístico-cultural de este legado judío, pero para generarlo se requeriría más investigación, incluida la arqueológica.
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