Carmen Martín Gaite. Cada mirada incuba una historia
La vida y la literatura se entrelazan en un cuento que nunca acaba. Es la voz de un siglo y su huella respira a través de una obra poliédrica. Se cumplen cien años del nacimiento de la autora de 'El cuarto de atrás', Carmen Martín Gaite. «La vida es una narración que se va haciendo aunque no la escribas. Uno es lo que narra y cómo lo narra»
«Memoria y relato literario además de ser díscolos toman nota sólo de pedacitos de vida: que la vida está llena de añicos de espejo, pero que en cada añico se puede uno mirar». La escritura y la vida como espejo. La dedicatoria que abre su 'Caperucita en Manhattan' es quizá un significativo fragmento de su sentido de la escritura, de su conjunción y conjugación permanentes entre vida y literatura: «Para Lewis Carroll, que todavía nos consuela de tanta cordura y nos acoge en su mundo al revés». Narrar, contar el mundo, escuchar, conversar, el elogio de la amistad, la implicación personal y el rigor construyen el relato primordial de Carmen Martín Gaite. No por casualidad fue traductora de Emily Brontë, de Natalia Ginzburg y de Virginia Wolf. Los mundos de esas autoras reverberan en la escritora salmantina que enciende la llama reflexiva de vida y escritura recorriendo su obra.
En palabras de José Teruel, el máximo conocedor y exégeta de su creación, Carmen Martín Gaite «utilizó la literatura como refugio y como recurso de supervivencia». Tras cumplirse el 25 aniversario de su muerte, el próximo lunes, día 8, se conmemora el Centenario de una autora que dejó escrito: «En cada época de nuestras vidas siempre hay un lugar, una persona, una historia, un refugio al que siempre vuelves o sueñas con volver». Teruel, autor de 'Carmen Martín Gaite. Una biografía', Premio Comillas, sostiene de manera firme que «no hay en otros ensayistas españoles una voz como la suya que convierte cualquier abstracción en un cuento». Sedienta de contar y de contarse. La autora de 'Nubosidad variable' plasma en sus libros la idea de que «memoria y relato literario son especialistas en mezclar todo: pasado con presente, realidad con imaginación, el amor con la culpa, las risas con las lágrimas». A veces, «la memoria o el relato o la novela, es decir la vida entera se nos enreda. Porque no es nada fácil vivir ni tampoco escribir novelas». (...) Todo en esta vida es una pura interrupción, que no se afine en separar las cosas unas con otras, porque todas bullen al mismo tiempo (…) lo banal mezclado con lo grave, lo presente con lo pasado, lo necesario con lo azaroso, y de entender algo es sólo así como se entiende, aceptando esa misma confusión como pista valedera. Por eso es tan difícil escribir una novela».
José Teruel, también responsable de la muestra sobre la escritora que se exhibió en la Biblioteca Nacional y de la edición de las Obras Completas, se ha afanado en retratar a una escritora que «abrió muchas sendas cerradas a la mujer en aquellos años, y de una novelista y ensayista que descubrió los múltiples matices que ocultan las existencias aparentemente anodinas». Una vida «volcada en la escritura y marcada por dolorosas experiencias vitales, como lo fueron la muerte de sus dos hijos a edades tempranas o la compleja relación matrimonial con el escritor Rafael Sánchez Ferlosio».
Independiente, ingobernable
La metaficción es una incursión habitual en la autora de 'El cuarto de atrás'. Como si el lector se asomara al espacio íntimo de la creación y la escritora se colara en la estancia de la lectura. Y en esa comunicación real, auténtica y cercana pervive Martín Gaite. «He llegado a no verle a la vida más sentido que el de indagar su sentido (…) Es como leer con fruición inalterable una novela policíaca donde nunca aparece el asesino».
El universo íntimo de Martín Gaite (Salamanca, 1925-Madrid, 2000) tiene su hábitat en una mezcla de querencia febril por narrar, una miscelánea de fantasía y realidad y un ecosistema de emociones y sentimientos. Una personalidad también condicionada por tragedias como la muerte de su hijo Miguel a los siete meses a causa de una meningitis, y la de su hija Marta, con 29 años, por culpa del sida, además de su convulso matrimonio.
Esos libros de cabecera
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'Entre visillos', 1957. Premio Nadal 1957, retrata el ambiente, el conservadurismo y la hipocresía que subyace en una ciudad de provincias española de mediados del siglo pasado.
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'El cuarto de atrás', 1978. Sexta novela de la narradora salmantina, en su escritura híbrida asoma la mezcla de memorias, la atmósfera entre misterio y reflexión sobre el proceso creador.
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'El cuento de nunca acabar', 1983. Iniciación y meditación, reflexiones, recuerdos, visiones y relatos tejen un laboratorio de experiencia y de vida. Golpes lúcidos de amor, narración y mentira.
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'Caperucita en Manhattan', 1990. Prima la «cualidad de lo imaginado». Gustavo Martín Garzo dijo que al escribir este cuento, la autora «quiso llevarnos con su hija por los tejados del cielo».
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'Lo raro es vivir', 1997. La muerte y la extrañeza de estar vivo. «Escribí el libro en plan jazz. Tenía una partitura previa, pero el proyecto empezó a estallar y yo me dejé llevar. Todo transcurrió muy deprisa».
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'Irse de casa', 1998. Lenguaje coloquial trenzado. Nueva York de ida y vuelta: «Una de esas ciudades donde la vida marcha a otro ritmo, como entre un pasado que ya no gusta y un porvenir sin dibujar».
Independiente, ingobernable, heterogénea, rupturista frente a algunos cánones, su voz es una de las referencias del siglo XX. De 'Entre visillos', Premio Nadal, a 'Irse de casa', su estación final, los paisajes de mujer, el dolor, la amistad y la soledad siembran sus novelas y cuentos, ' La reina de las nieves', 'Lo raro es vivir', 'Caperucita en Manhattan', 'Retahílas' pero también los ensayos como 'Usos amorosos del dieciocho en España', 'El cuento de nunca acabar' y 'Usos amorosos de la postguerra española'. Una autora en toda caso intelectual que hace de la escritura un magma de vida reflejado en traducciones, teatro, conferencias, ensayos, epistolarios, poesía...
«Hay veces en que lo normal pasa a extraordinario así por las buenas y lo notamos sin saber cómo». En 'Lo raro es vivir' se enreda y desenreda la escritora que consideró que «la única fortaleza a la que puede aspirar el ser humano es aprender a estar solo».
Sobre la autora de 'El balneario', su prime novela, Ediciones Siruela se adelantó al centenario con la publicación de 'Páginas escogidas', una antología de relatos, poesía y fragmentos de sus novelas y ensayos más representativos, con edición y prólogo también del profesor José Teruel; asimismo ha destacado la recuperación del singular libro de collages 'Visión de Nueva York'. Y 'De hija a madre, de madre a hija', dos emotivos textos sobre la experiencia de la propia Martín Gaite como hija y como madre.
Narradora en lo creativo y lo vital
El próximo día 17, el ciclo Mares de Tinta y Papel de la Biblioteca Central ha previsto una conferencia y lecturas bajo el epígrafe 'Carmen Martín Gaite: la vida a través de sus novelas'. Lourdes Royano, catedrática de Lengua Española de la Universidad de Cantabria y Eva Ranea, bibliotecaria y exdirectora general de Cultura, protagonizan la jornada. Su escritura es una sucesión de habitaciones propias en las que busca su interlocutor entre lo inasible y la fragilidad. Al cabo, «el alma humana se parece a las nubes. No hay quien la coja quieta en la misma postura», escribió en 'Nubosidad variable'. Y en 'Caperucita...' una confesión acerca el espacio de la narradora en lo creativo y lo vital: «Para mí vivir es no tener prisa, contemplar las cosas, prestar oído a las cuitas ajenas, sentir curiosidad y compasión, no decir mentiras, compartir con los vivos un vaso de vino o un trozo de pan, acordarse con orgullo de la lección de los muertos, no permitir que nos humillen o nos engañen, no contestar que sí ni que no sin haber contado antes hasta cien como hacía el Pato Donald… Vivir es saber estar solo para aprender a estar en compañía, y vivir es explicarse y llorar... y vivir es reírse». Una de sus reflexiones, elegida precisamente por José Teruel para encabezar su biografía, contiene de algún modo el principal espejo de su creación: «La vida es una narración que se va haciendo aunque no la escribas. Uno es lo que narra y cómo lo narra».
Ainara Bezanilla Profesora y miembro del Equipo Peonza
«Cosa a cosa»
Cuando algo me abruma, cuando se agolpan las tareas y las obligaciones, recurro a lo que le escuché decir a Martín Gaite: «Carmen, cosa a cosa». Y es que la vida, lo cotidiano, en ocasiones, golpea de tal manera que vivir en la ficción un rato, unas horas al día nos hace sobrellevar la realidad de un modo exquisito. Este sencillo mantra, extraído de sus conversaciones televisivas, encierra toda una filosofía vital y creativa: la resistencia paciente, la atención al detalle, el arte de domeñar el caos abordándolo fragmento a fragmento, palabra a palabra. En un mundo que nos empuja a la multitarea y a la ansiedad, su voz nos susurra, un siglo después, la receta más antigua y sabia: la concentración en el instante.
Leí hace tiempo que cuando se presentó al Premio Nadal en 1957 no se lo contó a nadie, ni tan siquiera, o especialmente, a quien era su pareja, Rafael Sánchez Ferlosio. Cuando este preguntó la razón, ella, simplemente, dijo, algo así como «no quería que me corrigieras nada». Este gesto, aparentemente mínimo, constituye un manifiesto íntimo de una autonomía ferozmente defendida. En una época y un entorno (la brillante pero a veces abrumadora generación del medio siglo) donde la camaradería y la crítica entre pares eran moneda corriente, Carmen reivindicó el territorio sagrado y solitario de la creación. Entre visillos, la novela con la que ganó aquel premio, nació así: sin concesiones, sin interferencias, con la verdad única de su mirada. Era la declaración de una artista que, desde el principio, entendió que su voz debía pulirse en la soledad del taller antes de someterse a cualquier otro juicio.
Una vida sin correcciones externas, una vida que merecía ser vivida y aprovechada por quienes la leemos y releemos. Una reinvención tras otra, de «niña bien» salmantina a bohemia afrancesada en el Madrid de los 50; de mujer casada en un matrimonio de talentos a mujer independiente que hace de su escritura su columna vertebral; de madre a la orfandad desgarradora de perder, primero a su hijo, más tarde a su hija; una huida terapéutica hacia Nueva York y un engrandecimiento imparable de su obra. Cada una de estas encarnaciones no fue un capítulo cerrado, sino un estrato que se depositaba sobre el anterior, enriqueciendo su mirada. De la observación lúcida y algo melancólica de la provincia española en Entre visillos, pasó a diseccionar los mecanismos del poder y el deseo en El cuarto de atrás —esa obra maestra llena de magia y memoria que le valió el Premio Nacional de Literatura—, o a cartografiar con ternura y crudeza la posguerra en Usos amorosos de la postguerra española. Su curiosidad era insaciable y polímata: la novela, el ensayo, el cuento infantil, la traducción, el diario, el artículo periodístico... Todo era territorio Gaite, siempre abordado con esa prosa cristalina, llena de ritmo y de ironía sutil, que hacía de la claridad una forma de elegancia suprema.
Quizás su mayor legado, en este centenario, sea precisamente esa capacidad para convertir lo cotidiano en territorio de exploración universal. Sus personajes, a menudo mujeres que piensan y observan desde los márgenes (las ventanas, los cuartos de atrás, las tertulias), buscan escapar de los «usos» y las convenciones que las asfixian. En ellos late un anhelo de libertad que sigue resonando hoy con fuerza. Martín Gaite no escribía para corregir el mundo, sino para comprenderlo y, al comprenderlo, ofrecernos un espejo en el que reconocer nuestros propios anhelos y contradicciones. Nos enseñó que la ficción no es un mero escape, sino una herramienta de conocimiento más aguda, a veces, que la propia realidad. Releerla hoy es reencontrarse con una voz compañera, una conciencia lúcida que, desde el otro lado del tiempo, sigue animándonos: «Cosa a cosa». Palabra a palabra. Vida a vida. Su centenario no es solo una conmemoración, sino una invitación a seguir habitando, con su misma inteligencia serena y curiosa, el complejo y fascinante tapiz de lo real.
Javier Menéndez Llamazares Escritor y crítico
Poeta de guardia
Ya que hoy hablamos de la gran escritora española de la búsqueda de la libertad y la identidad personal -el próximo 8 de diciembre Carmen Martín Gaite cumpliría cien años-, y como dirían los grandes Enrique Salazar y Crescencio Ramos Prada, si me das a elegir entre tú y la gloria… me quedo contigo. Porque claro, ¿quién no adora 'Caperucita en Manhattan' o se sobrecogió con 'El cuarto de atrás'? Pero uno diría que la verdadera esencia de esta autora ineludible se aprecia mejor en el pequeño formato. En concreto, en esos poemas que escribía 'a rachas' y que nunca pensó en publicar. Por fortuna, alguien la convenció para reunirlos en una antología viva que iba creciendo con cada reedición, y así podemos disfrutar todavía de unos textos que originalmente eran cartas privadas, guiños cómplices, notas de lectura o apuntes del natural, y a la vez retratan el pensamiento y los intereses de la autora.
El más fascinante de sus poemas tal vez sea 'Farmacia de guardia', una llamada a horas intempestivas. La poeta -solo la escuchamos a ella, como en las novelas con narrador testigo- no puede conciliar el sueño y de madrugada telefonea a la botica. Ella pide un remedio, y del otro lado del hilo telefónico le ofrecen Valium y Orfidal. Sin embargo, ella misma se da cuenta de que no son narcóticos lo que necesita, sino algo que le devuelva la pasión y la vitalidad; que consiga que un «corazón doméstico» vuelva por fin a desbocarse. Pide, pues, una cura para el alma, algo que tal vez no esté al alcance ni de la Bayer ni de ningún farmacéutico.
Así nos cuenta la vida esta poeta de guardia: buscamos en lugares equivocados remedios que no funcionan. Y mientras el mundo, en lugar de darnos respuestas, sigue girando absolutamente indiferente.
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