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Las ruinas de Copán (Hondura), descubiertas por el santanderino Diego García de Palacio.
Episodios regionales

Cómo conquistar China

El proyecto de conquistar China desde Filipinas fue una de las obsesiones del santanderino García de Palacio, intelectual que publicó también una gran descripción de Guatemala, descubrió las ruinas de Copán y escribió libros de náutica, de arte militar, y ordenanzas para los indígenas

Viernes, 1 de agosto 2025, 07:22

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Indicábamos en el artículo del pasado 18 de julio, que, a partir de 1492, América es parte de la historia de Cantabria porque Cantabria entra en la historia de América. Lo ejemplificamos en aquella ocasión con algunas figuras religiosas del siglo XVI, y ahora nos toca meditar sobre personajes de dimensión militar y civil.

Algunos de estos nombres descollantes habían nacido en tierras montañesas, y otros más bien de estirpes montañesas en el sur de España. De este segundo tipo fue Pedro de Alvarado y Contreras (1485-1591), nacido en Badajoz y nieto del montañés Juan de Alvarado y Dávila-Bracamonte, cuyo solar originario estaba en Secadura (Voto). Junto con sus hermanos, Pedro desembarcó en 1509 en la isla de La Española con el virrey Diego Colón. Luego participó en la conquista de Cuba, exploró la costa de Yucatán y la isla de Cozumel. Pero destacó sobre todo en la conquista de México. Al derrotar a los tlaxcaltecas y acordarse la paz, casó con una princesa, Tecuelhuetzin, a quien se llamó 'doña Luisa'. Esta alianza resultó fundamental, pues gracias a los tlaxcaltecas pudieron los españoles derrotar al imperio mexica y a Moctezuma. Alvarado luego intervino en la conquista de Guatemala, Honduras, El Salvador y parte de Nicaragua, intentó sin éxito algo en Ecuador, y proyectó una expedición a las Molucas. Carlos I lo nombró gobernador y capitán general de Guatemala. Él, que había arrollado a tantos hombres, murió arrollado por un caballo.

Como sola la vida de Alvarado daría para una enciclopedia (de su hermano menor García descenderá el presidente de Chile Carlos Ibáñez del Campo), pasemos a otros montañeses. Alonso de Alvarado Montoya, de Secadura, fue de la confianza de Francisco Pizarro, y resistió la sublevación de Manco Capac y la guerra de los almagristas. Fue corregidor de Cuzco y capitán general de Las Charcas. Como el rey suprimiera el servicio personal de los indios, una serie de conquistadores se alzaron en protesta; como mariscal de Perú, Alonso acudió a reprimirlos, pero no le fue bien, resultó herido en el cuello y murió en 1556 en Lima, de la peor herida, que es la melancolía. Así hubo dos: la de los incas venidos a menos y la del español vencido del mal.

Entre los soldados que prendieron al inca Atahualpa parece que hubo varios cántabros, entre ellos un Gonzalo Díaz de Pineda. Había varios montañeses con los Pizarro, como los laredanos Juan del Hoyo y Juan Villota del Hoyo. El campurriano Francisco Ruiz de Navamuel fue unos de los capitanes que capturaron al último inca, Tupac Amaru. Con Pedro de Mendoza (bisnieto del primer marqués de Santillana) fueron a fundar Buenos Aires ocho santanderinos con apellidos como Castañeda, Lezcano, Salcedo, Santa Cruz, Santander, Sierra y García de la Tijera. En Chile, Alonso de Ercilla menciona en su poema épico 'La araucana' al «noble montañés Juan de Alvarado».

En este siglo XVI habría que mencionar también a Andrés Díaz de Venero y Leyva, trasmerano oriundo de Castillo Siete Villas, aunque radicado después en el norte de Burgos, y que con su esposa María de Ondegardo acabará teniendo un mausoleo en la catedral de Valladolid, con figuras orantes de alabastro. Este funcionario jurídico fue gobernador y capitán general del Nuevo Reino de Granada, actual Colombia. Protegió a los indios de trabajos de carga e impulsó el arreglo de caminos y una gestión más racional del territorio. Dejó una huella positiva en estos primeros momentos de colonización. Finalmente tuvo algunos problemas porque se decía que su cónyuge habíapropiciado cierto favoritismo administrativo, pero superó el mal trago.

Un santanderino, Diego García de Palacio, destacó en América central por sus relaciones de viajes (una célebre carta enviada a Felipe II con gran hincapié en la economía y la lingüística), y descubrió las ruinas mayas de Copán (Honduras). Entre sus obras, una 'Instrucción náutica' (1587) para la correcta navegación en los nuevos mares: primer tratado naval impreso en América. Fue uno de los supervisores de los barcos que habían de conectar Acapulco y Manila. E incluso concibió un 'Memorial en que solicita la conquista del reino Taibín', es decir, China: se desplazarían a Filipinas 4.000 soldados desde España, vía Centroamérica, cruzando a pie desde la costa caribeña hasta el golfo de Fonseca en el Pacífico. Por aquella época había publicado el laredano Bernardino de Escalante su libro sobre las grandezas de la China (1577). Pero al avanzar el conocimiento del Extremo Oriente quedó claro que conquistar Japón o China eran palabras mayores, y se optará por desarrollar la relación comercial desde Filipinas, convirtiendo Manila en un gran intercambiador económico, ecológico y cultural entre Asia y América.

Publicó asimismo Palacio, que se había formado en la Universidad de Salamanca, unos 'Diálogos militares' y unas 'Ordenanzas para el buen gobierno de los indígenas' (tras investigar la situación de los mayas de Yucatán). También actualizó y reordenó los tributos de las zonas que inspeccionaba. A Palacio se le formó, por instigación de un arzobispo enviado por Felipe II para hacer 'limpia' de funcionariado colonial, un 'juicio de residencia', especie de investigación por malversación o prevaricación. Perdió el empleo y hubo de sobrevivir como pudo.

Había sido Rector de la Real y Pontificia Universidad en Nueva España, Oidor de la Audiencia de Guatemala y Alcalde del Crimen en México, pero, entre dichas acusaciones y su gris papel ante las correrías de los piratas Drake y Cavendish, su imagen se nubló. Aunque por un lado hay noticias de que mantuvo algunos negocios, en parte orientados a Filipinas, por otro su viuda reclamó y obtuvo una pensión del rey para poder subsistir. En todo caso, este santanderino fue acaso el primer español que concibió un imperio del Pacífico que vinculaba Europa, América y China.

Como esta brevísima selección enseña, América ofreció a los cántabros la posibilidad de una épica moderna y universal, con fuertes variaciones de fortuna. Sobre el carácter expansivo de lo montañés, verdadero rasgo de muchos episodios de la Modernidad de los cántabros, volveremos otro día. Quede aquí preguntado si acaso las verdaderas glorias regionales fueron, en adelante, hazañas de ultramar.

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