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'Dinosaurios en Palacio', 2025. Joan Fontcuberta
Joan Fontcuberta

Construir mentiras para ver mejor

Fósiles, ficciones y filtros: lo que queda de la verdad cuando la imagen ya no prueba nada

Helena Garay

Santander

Jueves, 17 de julio 2025, 20:43

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La fotografía es como un dinosaurio, una criatura que reinó en el mundo durante siglos con su imponente presencia, pero que, tras el impacto de varios meteoritos tecnológicos, ha tenido que mutar para sobrevivir. Joan Fontcuberta (1955, Barcelona) lleva décadas estudiando esas nuevas formas de vida visual y enseñándonos, con humor y lucidez, a distinguirlas.

Durante más de un siglo, la fotografía fue sinónimo de verdad. Bastaba una imagen para acreditar un hecho, para fijar una memoria, para cerrar una discusión. La cámara era una especie de testigo ocular, supuestamente neutral, que se limitaba a registrar el mundo tal como era. Pero esa edad dorada terminó. Lo que vino después fue una extinción lenta y silenciosa.

Los meteoritos fueron muchos: lo digital, lo viral, lo virtual, lo artificial. Y la fotografía, como los dinosaurios, no desapareció del todo, pero dejó de ser lo que era. Lo que sobrevive hoy ya no camina con paso pesado ni pretende imponerse con su autoridad documental. Hoy la imagen vuela, se desliza y se infiltra. Es un meme, un filtro, una captura de pantalla, una animación generada por IA. Ha cambiado tanto que ahora pasa desapercibida, una imagen ligera, casi invisible, que aún conserva huellas de su pasado.

En este nuevo ecosistema visual, Joan Fontcuberta se mueve como un paleontólogo irónico. Rastrea, clasifica, altera y reconstruye fósiles visuales del presente. Su exposición, 'Mirabilia', toma su nombre del latín y significa 'cosas admirables' o 'maravillas'. El término alude a las colecciones de objetos raros y sorprendentes que, desde el Renacimiento, llenaban los gabinetes de curiosidades.

Desordenar nuestras certezas

Esa misma lógica, la de reunir lo extraordinario, lo ambiguo, lo inclasificable, ha sido uno de los ejes de investigación constantes en la trayectoria del artista. A él no le interesa la fotografía por sus valores formales o estéticos, sino por su potencial para revelarnos el mundo desde lo inesperado, para desordenar nuestras certezas y hacernos mirar dos veces.

En 'Mirabilia', Fontcuberta actualiza la tradición de coleccionar objetos singulares con una mirada crítica. La exposición reúne ficciones visuales disfrazadas de documentos, imágenes que evocan reliquias, hallazgos científicos o fragmentos históricos, elaboradas con tal precisión que parecen auténticas. No buscan engañar, sino activar la duda. Todo parece real, incluso demasiado real. Pero no lo es. O tal vez sí. Esa ambigüedad es precisamente donde empieza el juego.

Uno de los referentes teóricos de Joan Fontcuberta fue su profesor Joan Costa (1926–2022, Barcelona), quien sostenía que toda fotografía surge del equilibrio variable entre tres elementos: el ojo (la mirada del autor), el objeto (el tema) y el objetivo (el medio). Esta formulación cuestiona la supuesta objetividad del medio fotográfico, históricamente vinculado a la idea de prueba, documento y testimonio fiel de la realidad. A partir de esta tensión, Fontcuberta ha desarrollado una obra que examina cómo el lenguaje fotográfico, lejos de reflejar el mundo, puede también construirlo, manipularlo o, incluso, inventarlo. Su trabajo, atravesado por el juego, la ironía y la provocación, se articula en torno a cuatro conceptos clave: verdad, memoria, materia y lenguaje. Más que representar el mundo, Fontcuberta busca revelar los mecanismos con los que lo damos por cierto cada vez que miramos una imagen.

«Hoy la imagen vuela, se desliza y se infiltra. Ha cambiado tanto que ahora pasa desapercibida, una imagen ligera, casi invisible, que aún conserva huellasde su pasado»

Además, ha trazado una trayectoria artística marcada por obsesiones que desafían la mirada, situándose entre el asombro y la sospecha, y que exploran el conflicto entre realidad y ficción, naturaleza y artificio, entre lo que el ojo percibe y lo que la mente debería cuestionar. Su estilo no es una técnica sino una actitud, la de quien no da nada por cierto solo porque está en una imagen. Las suyas atrapan primero por su forma impecable, pero terminan desmontando al espectador desde dentro. Son cebos visuales con trampa intelectual.

Vivimos, como él anticipó, en lo que algunos teóricos llaman un nuevo régimen de la mirada, una cultura donde la imagen ya no garantiza verdad alguna. Las tecnologías han diluido los límites entre lo real y lo ficticio, entre lo que ha sido captado y lo que ha sido generado. En este contexto, la obra de Fontcuberta no solo es relevante, es urgente.

Enseñar a sospechar

Porque no se trata ya de hacer mejores fotos, sino de ver con conciencia. De entrenar una mirada crítica que nos permita reconocer las trampas visuales que nos rodean. Así como aprendemos a leer y escribir, también deberíamos educar nuestra forma de mirar. Porque tener ojos no garantiza comprender lo que vemos. Para eso hace falta criterio.

La educación visual se ha vuelto una necesidad cívica. En un mundo saturado de imágenes que buscan manipularnos, emocionarnos o distraernos, entender cómo funcionan las imágenes es una forma de defensa personal. Y Fontcuberta, con su obra y su discurso, se ha convertido en un pedagogo involuntario, alguien que, sin dar lecciones, nos enseña a sospechar.

En lugar de mostrarnos el mundo, nos lo desmonta. En vez de afirmaciones, ofrece pistas. No dice 'esto es verdad' ni 'esto es mentira', sino 'míralo bien y decide'. Nos recuerda que no hay mirada inocente. Y si no aprendemos a mirar, quedaremos atrapados en un teatro de apariencias del que ni siquiera sabremos que formamos parte.

Como los dinosaurios que creyeron que el mundo era suyo para siempre, tal vez nosotros también hayamos pensado que la verdad estaba garantizada con una fotografía. Fontcuberta nos despierta de esa ilusión. Y nos invita a observar el presente como quien excava un fósil, sabiendo que lo que vemos es solo una parte de la historia y que el resto debemos reconstruirlo con cuidado, con escepticismo y con imaginación.

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