Una distopía sospechosamente realista
'U. N. I.', la obra con la que Antonio Garber se alzó con el Premio Tristana de Novela Fantástica en la última edición, transcurre en un Madrid futurista en el que la tecnología tiene el control de los ciudadanos
Los nuevos aires en el premio Tristana, hasta ahora el certamen más reconocido en el panorama nacional para la literatura fantástica, han traído un cambio de jurado –Espido Freire, David Uclés, Joan Manuel Gisbert y Berna González Harbour lo conformaban en esta edición, más el editor José Ángel Zapatero– que se ha traducido también en una ligera variación en la orientación de los fallos, que en la última década apostaban por un 'fantástico' más 'tradicional', por decirlo así, en el que predominaban el terror gótico, el vampirismo o las interferencias de lo sobrenatural en contextos cotidianos.
En esta edición, en cambio, se abandonan esos derroteros para decantarse por otra variante del género, que combina una temática de rabiosa actualidad, como es la inteligencia artificial, con un formato absolutamente clásico, el de la distopía. Aunque, como veremos más adelante, esa distopía se parezca demasiado, y muy sospechosamente, al presente.
'U.N.I.' se titula esta novela firmada por el debutante Antonio Garber (Murcia, 1994) que transcurre en un Madrid futurista –o no tanto– en el que la tecnología se ha convertido en una herramienta de férreo control de los ciudadanos, aunque la vida cotidiana, sospechoasmente, se parezca demasiado a la del Madrid actual. Y es que el protagonista, Daniel, es un joven estudiante que se deja explotar como mensajero en bici ('rider', en la jerga de la novela, o sea, en el lenguaje madrileño actual) para costearse un vicio en apariencia inofensivo: 'tunear' el ordenador en el que se pasa las noches jugando al 'Radical Shockers', un videojuego al que está enganchadísimo y que le roba el sueño. Un juego en el que destaca la fascinante y misteriosa Uni, que resulta ser una IA indomable y rebelde, que sus creadores quieren destruir a toda costa. El joven Daniel, junto a su compañera de clase Elena, se propondrá proteger a Uni, una tarea titánica y peligrosa que tendrá que llevar a cabo en el mundo virtual del videojuego, pero también en el mundo real, con consecuencias imprevisibles.
Meatspace
Mucho más interesante que los capítulos cortos –según el jurado, despiertan «la curiosidad del lector» porque «aportan agilidad a la historia» y «trazan el camino hacia un sorprendente final», ahí es nada– es el tono satírico que desprende esta historia diseñada como una novela de intriga pero que en los meandros de la trama desliza algunas perlas críticas: «En la televisión, media docena de adultos estirados de bótox discutían a gritos dentro de un plató celeste», describe. Vamos, que la televisión del futuro se parece, pero mucho, a la de hoy mismo.
U.N.I.

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Autor Antonio Garber
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Editorial Menoscuarto, 2025
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Páginas 264
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Precio 17,90 euros
Entre los puntos fuertes de la novela está el uso de un lenguaje preciso y especializado, que sin embargo resulta sorprendentemente accesible –casi, casi, autoexplicativo– pero a la vez con inesperada capacidad para la sugerencia o el misterio.
Sucede, por ejemplo, con las alusiones al 'meatspace'; ese 'espacio de carne' se refiere al mundo real, en contraposición al 'ciberespacio' en que transcurre no solamente buena parte de la novela, sino incluso de nuestras vidas reales. El autor, pues, desarrolla con mucho tino un concepto que toma, o más bien rescata, de la era pre-internet, pues el término se puso de moda nada menos que a principios de los años noventa del pasado siglo.
Menos atinadas están quizás, algunas reflexiones que necesitarían mayor profundidad de campo –«Encerrado, uno pierde la sensación del paso del tiempo. Es lo que se conoce como relatividad»–, la falta de uniformidad a la hora de enfrentarse a neologismos –en el mismo capítulo, en unos casos se opta por la adaptación («jaqueos») y en otras por el anglicismo («virtualspace»)– o algunas actitudes y reacciones que remiten a caminos demasiado trillados; en ocasiones, algunas escenas hacen recordar al Corben Dallas de Luc Beson, por ejemplo.
Apuesta de futuro
Bienvenido sea este espíritu de renovación en un certamen que tras diecisiete ediciones ya se ha asentado, tanto en la institución convocante como en el panorama literario en lengua castellana –porque indiscutiblemente trasciende el ámbito nacional, vista la cantidad de originales que se reciben de autores de Hispanoamérica–, aunque quizás vaya siendo hora ya de plantearse ir un paso más allá. Y la manera de que un premio así crezca suele ser invirtiendo un poco más. Ocho mil euros parece una dotación generosa, pero queda un poco lejos de las cifras del mercado hoy en día. No estaría mal actualizar esa cantidad, e intentar captar a más autores, de manera que el prestigio del concurso vaya aumentando.
Otra opción sería desmarcarse del sistema clásico, tan hispánico, de selección y valoración en los premios literarios y decantarse por el modelo europeo de fomentar la edición de libros de este género y luego premiar obras ya publicadas. Pero claro, para semejante cambio igual haría falta toda una revolución, como en Francia.
En cualquier caso, lo que está claro es que el Ayuntamiento de Santander tiene entre manos un premio con un enorme potencial, y que se lo tomase en serio y apostase por convertir al Tristana en un referente del género resultaría fantástico, en todas las acepciones del término.
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