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Episodios regionales

Emeterio, Andrés y Santander

Desde Juan de Castañeda en el siglo XVI se ha interpretado 'Santander' como evolución del nombre de uno de los santos mártires, 'San Emeterio', pero esa teoría está siendo revisada a partir de la documentación existente

Viernes, 21 de noviembre 2025, 07:09

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Dada la trascendencia de Santander para el devenir del conjunto de Cantabria (y con traslaciones en América, como el Santander «santandereano» de Colombia o el Nuevo Santander del México colonial), no parece ocioso considerar, en estas meditaciones históricas, cómo surgió su nombre. Pues evidentemente ni los cántabros antiguos, ni los romanos, ni los visigodos, ni los árabes, ni los cristianos hispanos de la Edad Media denominaron 'Santander' a la villa marinera. Si 'Cantabria' se puede contar en unos 2.200 años como mínimo, 'Santander' en unos 500: es topónimo mucho más moderno.

Ciertamente, hizo fortuna al convertirse en nombre de diócesis, ciudad y a continuación provincia. 'La Montaña' era apelativo tan antiguo posiblemente como 'Santander', si no más, y por ello permaneció en el uso general al tiempo que la provincia «de Santander» se desarrollaba en la geografía institucional del estado decimonónico. Desde la pujanza de la capitalidad provincial, recibieron nombre otras instituciones que, como el Banco de Santander, habrían de alcanzar el estatuto de marcas universales.

Pues bien, parecía existir, hasta hace unos años, cierto consenso sobre el proceso lingüístico por el que de 'San Emeterio', uno de los dos mártires del escudo de Santander y de Cantabria, se transitaba hacia 'Santander'. La razón sería la importancia de la abadía de los cuerpos santos (las reliquias de Emeterio y Celedonio) en el desarrollo de la villa medieval. Pero el historiador de la UC Óscar Lucas Villanueva ha insistido recientemente, en la revista 'Altamira' del Centro de Estudios Montañeses (CEM), y de forma más documentada que en un artículo de 2017 en El Diario Montañés, en su argumentación favorable a un «San Andrés» como predecesor de 'Santander'.

Aunque la etimología es un campo minado cuando la documentación resulta escasa o farragosa, puede parecer a la intuición del hablante que el salto de «San Emeterio» a «Santander» resulta un tanto brusco; mucho más que desde «San Andrés». Nuestro historiador observa que, en otras varias partes de España, la evolución de San Emeterio ha dado San Medel, lo que tiene más sentido fonético.

Lucas recuerda que Tomás Maza Solano, líder intelectual del CEM durante mucho tiempo y de cuyo fallecimiento ahora se cumplen 50 años, establecía en 1965 esta secuencia transformativa: «Villa de San Emetherii, Sant Emter; San Ender; San Ander; Santander». En cambio, Lucas documenta un tránsito alternativo, desde la Edad Media hasta el siglo XVI: «Sanctus Andreas; Sancti Andreae; Sant Anderii; Sant Anderio; Sant Ander; Santander».

'San Andrés' constituye, para algunos historiadores, una precedente más verosímil del nombre de la actual capital cántabra

Los lectores interesados en el detalle del razonamiento pueden acudir a la web del CEM y leer en el volumen 95 de Altamira las páginas 111-122. Pero en resumen cabe mencionar, aparte documentos, la existencia de posibles reliquias de San Andrés en el antiguo convento de Santa Clara, y de una ermita dedicada a este apóstol, patrón de los pescadores y hermano de San Pedro (otro santo de notoria importancia para Santander). Como primer apóstol llamado por Jesús, Andrés ha sido objeto siempre de culto, especialmente en villas de pescadores. Crucificado en Patrás, Grecia, sus reliquias se dispersaron enormemente a lo largo del tiempo: Italia, Escocia, Constantinopla…

La historia interesante, sin embargo, es política. Para Lucas, el momento de ascenso de 'San Emeterio' (y Celedonio) tiene que ver con el deseo del rey de Castilla Alfonso VIII (el mismo que da fueros a Santander, Castro-Urdiales, Laredo y San Vicente de la Barquera) de afianzar el reciente dominio sobre la otrora navarra Rioja y singularmente Calahorra (de donde eran Emeterio y Celedonio, soldados martirizados). Las reliquias de estos santos calagurritanos vinculaban la nueva adquisición castellana con la traslación, envuelta en leyenda, de los restos al monasterio, luego abadía y después colegiata, de la villa cántabra.

En el fuero alfonsino de 1187, Santander quedará bajo la autoridad de abad. El profesor Lucas lo conecta con la asociación del monarca castellano con la reforma cluniacense y el impulso a la orden benedictina reformada como pilar social de su programa de gobierno, muy ambicioso y expansivo de la mano de su esposa Leonor Plantagenet, hija del rey inglés.

Óscar Lucas admite que, dentro de los laxos usos lingüísticos medievales, esta nueva importancia política de San Emeterio pudo hacer coexistir su denominación urbana con la anterior de San Andrés, hasta llegar en cierto modo a confundirse, sobre todo después de las interpretaciones de época favorables a San Emeterio. En esta hipótesis, se habría dado una convergencia de santos distintos en un mismo nombre renacentista, coincidiendo también con la generalización de la lengua castellana en los usos oficiales, relevando al latín. La monarquía moderna, más organizada que la medieval y en un mundo ya definido por la imprenta, mal podía tolerar vacilaciones nominalistas. Es un proceso que desemboca en el siglo XVIII en la Real Academia y sus diccionarios, tras los primeros ensayos del siglo XVII, como el Covarrubias: hay que estabilizar los nombres y la forma de escribirlos, para facilitar la instrucción, la gobernación y la comunicación social entre esferas de lenguaje oral muy heterogéneas. Hay un español antes y después de la Academia, sin ninguna duda. Para entonces, 'Santander' estaba totalmente asumido como nombre de la villa.

Pero si hemos ocultado, en esta confluencia entre informalidad medieval y pobre etimología renacentista, al apóstol «protokletos» («el primero llamado», en griego) que da su cruz en aspa a los escoceses, los británicos en general y aun a nuestra comunidad vecina oriental (para Sabino Arana, su inventor, la cruz verde de San Andrés significa el roble y las leyes patrias), ello no hace sino destacar, una vez más, que la historia humana es simultáneamente mudanza en los hechos y reinterpretación en la cultura. Todo esencialismo es por tanto un mito, destinado a justificar poderes, costumbres en que se ejercen o ilusiones para movilizar determinadas conductas, justificando el futuro por el pasado (lo que en realidad significa subyugar el pasado al futuro deseado).

Venga de Andrés o de Emeterio, 'Santander' acabó siendo, desde el siglo de la Ilustración, núcleo de agrupación del espacio que hoy es Cantabria. Quizá más interesante aún será constatar el papel desempeñado por la Iglesia en esa dinámica. Acaso San Emeterio unió lo que San Andrés por sí no hubiese aglutinado. Sería entonces un error etimológico bien fundado: «Se non è vero, è ben trovato».

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