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Rodeado de discos, siempre con música entre manos, es la imagen habitual de Luis Avín en sus diversas facetas de locutor, DJ o divulgador. Juanjo Santamaría
'Atlántico negro'

De la esclavitud a la belleza

Luis Avín desarrolla una profunda investigación, estructurada en conferencias, que aborda la influencia de la música africana en los sonidos actuales

Viernes, 16 de mayo 2025, 07:13

Si Aretha Franklin no hace de tu vida algo más interesante, el problema lo tienes tú», dice Luis Avín. El locutor, DJ y divulgador también argumenta que no puedes explicar a Robert Jhonson con un manual del blues del delta. «Lo que aporta a nuestras vidas tiene que ver con la esencia de lo humano».

Y para detallar lo que aporta, con la visión de alguien que respira música, propone 'Atlántico Negro', un ciclo de conferencias que se desarrollan en el Centro Cultural Doctor Madrazo y que son un viaje de descubrimiento hacia lo profundo del ser humano a través del sonido.

Con el ciclo, resultado de una investigación de décadas, quiere explicar que «la expresión humana en forma de arte sale adelante siempre». La gran lección que recibió desde que se enganchó a la música es que la voluntad de expresión se impone.

«La músiva viaja en el alma de las personas; las prohibiciones no pudieron con los recuerdos»

«El góspel es la quintaesencia de la expresión emocional humana, con personajes más grandes que la vida»

Un bucle de ida y vuelta

Si bien 'Atlántico Negro', es un concepto aplicado en sociología y el título de un libro de Paul Giroy que aborda cómo el mundo económico construyó sociedades asimétricas, con el postcolianismo como eje, «lo mío va por otro carril», especifica. Tomó el nombre prestado para hablar del bucle continuo que lleva funcionando desde que las potencias coloniales empezaron a importar mano esclava desde África a las Américas. Un proceso de ida y vuelta porque «toda la música que se gestó en los tiempos coloniales ha influenciado a la música popular del primer mundo de formas evidentes».

Por el momento, ha impartido doce charlas, abarcando aspectos que van desde el carnaval al sincretismo en Cuba, lo africano de Nueva Orleans o el campo de juego actual de la música actual en África. «Espero que mis pinceladas ayuden a la gente a sentir ese apetito, esas ganas de disfrutarlo y entenderlo», dice.

El público que menciona, reacciona ante ese mapa a partir de una táctica de shock; el desastre humanitario que fue el tráfico de esclavos. Durante dos minutos se sumergen en una animación en la que cada punto que se va iluminando es un barco negrero con hasta 600 individuos que inicia una travesía de cosificación y desarraigo absoluto. «En 350 años, no caben más puntos en el mapa». Esa angustia sirve para contextualizar ese fenómeno humano «que viene de la experiencia de millones de personas que sufrieron con injusticia sublime y luego crearon belleza al otro lado del mundo». Cruzar el charco suponía dejar una forma de vida, «pero la música viaja en el alma de las personas; ni las prohibiciones, ni los intentos por aniquilar sus recuerdos, pudieron con ellos». Un sufrimiento atávico que en un mundo postcolonial «reverdece y trae felicidad a nuestras vidas». Hay un ADN que perdura en el tiempo.

Avín pone en sus charlas el ejemplo del reggaeton, al que se tilda de chabacano y poco imaginativo, «polémico por razones que no son estrictamente musicales». El compás, «la célula rítmica», como señala Avín, que caracteriza al reggaeton, tiene su origen en el Golfo de Guinea y está «íntimamente ligada al vudú y a las ceremonias litúrgicas de la santería».

Esa cadencia, esos tambores, viajaron con los esclavos al Caribe y en el siglo XIX, a partir de la emancipación, cuando los británicos permitían 'ciertas' libertades, como la celebración de misas en clave vudú amparadas en el rito protestante, cristiano, «el ritmo perduró». Así, en Jamaica se produjo un fenómeno muy peculiar, un culto en concreto, la pocomania, que tomó los tambores y «los metió en la iglesia, retornandolos a las ceremonias».

Cien años después, los productores de Kingston estaban usando esas bases rítmicas pegajosas para lo que en el mundo hispano se ha llamado dancehall o reggaeton como seña de identidad. «Es un viaje musical de mucho recorrido». Saltará a Panamá, a Puerto Rico, Santo Domingo y finalmente al Nueva York Latino «y el resto es historia», señala. «Llevamos veinte años en la tesitura de entender que ese ADN rítmico se ha convertido no en pop a secas, sino en el pop, con mayúsculas».

Paradojas y mestizaje

«Es un fenómeno constante de retroalimentación que tiene que ver con la vida de esas personas que se criaron en un ambiente inhóspito, donde la injusticia estaba establecida desde el momento en que te arrancan de tu cultura original, eliminan tu identidad, te separan de tu familia y te arrastran a una vida de explotación». Eso, a escala industrial, «genera mucho sufrimiento, que, por una de esas paradojas humanas termina en belleza, en arte popular e influencia decisiva en la vida de mucha gente», señala.

Luis Avín se define como una de esas personas que se crió «intentando entender lo que pasaba con la música». Lo que más le atraía eran los sonidos negros estadounidenses y también todos los vericuetos que empezaba a entender que se habían producido al sur del Río Grande. «Me dieron qué pensar y en eso llevo trabajando toda mi vida; buscando los por qué, además de los cómo».

En sus ponencias, Avín pone ejemplos sonoros y visuales. Destaca el gospel, al que llama «el código secreto», un fenómeno «muy poco considerado para la relevancia que tiene». Defiende que hay una conexión directa con la emoción pura y dura con los que sobrevivieron a la esclavitud y crearon sociedades parcialmente libres. «Es la música que apela al alma del oyente», no importan las metáforas que utilice. «Me parece la quintaesencia de la expresión emocional humana, con personajes más grandes que la vida».

Al final «todos somos mestizos; nadie expuesto a la radio, la televisión e internet puede mantener la pureza, porque ya estás contaminado». La cultura popular del primer mundo bebe del tercer mundo a todas horas. «Hay que reivindicar un discurso de aceptación de formar parte de un engranaje donde la injusticia es parte del sistema». Como decía Bob Marley, «cuando la música te golpea no sientes dolor, así que dame música, música y música».

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